El ícono que ya es leyenda

El ícono que ya es leyenda

Desde lo musical y lo estético definió el sonido de los 80. Lo encontraron en el ascensor de su casa en Minnesota.
Elvis, Michael Jackson y ahora Prince: muertos en circunstancias dudosas, adentro de sus mansiones.
Ya se puede decir sin temor a exagerar que 2016 es uno de los peores años para los amantes de la música pop. Tras la muerte de David Bowie en enero, ayer al mediodía la noticia comenzó a circular, con la web TMZ.com como primera fuente, y un par de horas después fue confirmada por la agencia de noticias AP: a los 57 años, en el ascensor de su casa estudio musical de Paisley Park, en el estado de Minnesota, fue encontrado sin vida Prince Rogers Nelson, alias Prince, o El Artista Antes Conocido como Prince, o El Símbolo (impronunciable) con el que se lo identificó entre 1993 y 2000.
Prince había estado internado una semana atrás por una gripe, tras un recital en Atlanta, pero fue dado de alta y brindó un concierto privado en su residencia el sábado, donde habría bromeado sobre su salud con los asistentes. “Todavía no gasten oraciones en mí”, es la frase que circula, para nada premonitoria del desenlace conocido por todos, del que no se conocen detalles. Hoy le harán la autopsia.
Junto con Michael Jackson, Madonna y Bruce Springsteen, Prince fue parte de ese irrepetible Póker de Ases de la música pop y rock de los Estados Unidos en la década de los ‘80. Pero si los tres primeros tenían como arma ganadora sus talentos como compositores, performers y cantantes, Prince los superaba ya que poseía eso y mucho más.
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En primer lugar era un instrumentista completísimo: ejecutaba a la perfección todos los elementos creados por el ser humano para hacer música, incluido el estudio de grabación, y su destreza como guitarrista lo llevó a ser comparado muchas veces con Jimi Hendrix, sin que esa analogía sonara exagerada.
Por otro lado, llevó su sexualidad a un extremo de ambigüedad, misterio y expresividad en escena y en sus letras que escandalizaba, mucho antes que Madonna publicara su disco Erotica y su libro Sex: canciones como Come o Cream son más que explícitas al respecto. Como una estrella que se precie de tal hizo del misterio sobre su persona un culto: los rumores sobre sus romances (Kim Basinger, Sheena Easton) o sobre sus manías y reclusiones nunca eran del todo confirmados, y muchas veces esos dichos eran más míticos como los que circulaban sobre Michael Jackson.
Y por último era un intérprete bestial en vivo, que no necesitaba (o sí, según estuviera de humor) de las tres horas promedio de concierto a la que nos tiene acostumbrados Springsteen para brillar. Sólo basta recordar su show en River o su breve presentación en el Super Bowl de 2007 bajo la lluvia cuando, sí, tocaba Purple Rain.
Los discos que editó entre 1982 y 1996 (o sea, entre 1999 y Emancipation) poseen una calificación piso de ocho puntos. En esos ¡dieciséis! años Prince mezcló rock and roll, soul, funk, psicodelia, R&B y hip hop como nadie. Entre sus hitos de ese período figuran Purple Rain (por el que ganó un Oscar como banda de sonido de la película homónima), Around the World in a Day (con el hit Raspberry Beret), Parade (otro combo de álbum y filme, con Kiss como caballito de batalla), Sign o’ The Times (disco doble que incluye The Ballad of Dorothy Parker, una de sus composiciones más grandiosas) y Diamonds and Pearls. En el medio, un éxito como Nothing Compares 2 U, que hizo de Sinead O’Connor una estrella mundial. Y un culto en la Argentina que alimentaban nada menos que Charly García, Fito Páez (“Uno de los compositores de excepción de la música pop rock afroamericana”) y Luis Alberto Spinetta (“Prince es un músico avanzado”): discos como Parte de la religión y Ciudad de pobres corazones son inimaginables sin la influencia de este artista.
A partir de allí la relación con el sello Warner entró en un aparente callejón sin salida. Prince (que ya exigía que se lo llamara con ese símbolo impronunciable) no dudaba en aparecer con la palabra “Esclavo” escrita en su rostro, se presentaba como un pionero en el negocio de vender su música de manera independiente a través de esa entonces incipiente Internet de la cual luego renegaría, regresaba a los primeros planos con un éxito como Musicology y hasta vendía CDs con la edición dominical del matutino inglés The Independent antes de volver a amigarse con Warner.
Pero si bien Prince seguía editando álbumes más que correctos que pocos escuchaban, sus días de genialidad absoluta estaban un poco lejos. Y de forma directamente proporcional, varios de los nuevos músicos que surgían dentro del hip hop y el R&B publicaban discos en donde su influencia era más que notoria. In Search Of… de N. E. R. D., álbum del grupo por el que Pharrell Williams salió a la fama; Skantonia y el doble Speakerboxxx / The Love Below de Outkast, famosos por los singles Ms. Jackson y Hey Ya! respectivamente; St. Elsewhere de Gnarls Barkley (el CD que incluía la archiconocida Crazy); Channel Orange de Frank Ocean; The ArchAndroid y The Electric Lady de Janelle Monáe (este último con el propio Prince de invitado); el último trabajo de Beyoncé y Voodoo y Black Messiah de D’Angelo son todas placas que bien podrían haber sido registradas por el Prince de sus años dorados y que muestran hasta dónde llega su legado.
Elvis Presley, Michael Jackson y ahora Prince: la escena de un miembro de la realeza del rock y/o el pop de los Estados Unidos muerto en circunstancias dudosas puertas adentro de sus mansiones se vuelve a repetir como una maldición y como un estigma. Y mientras hasta Barack Obama lo despide a través de Facebook, la mejor manera de comprender su importancia es recordar lo que Miles Davis, quien antes de fallecer grabó con Prince unas sesiones que hasta el momento no vieron la luz de manera oficial, escribió en su Autobiografía: “Prince viene de la escuela de James Brown, pero tiene cosas de Marvin Gaye, Jimi Hendrix y Sly Stone, incluso de Little Richard. Es una mezcla de todos esos tipos y Duke Ellington. Me recuerda, de alguna forma y junto a Michael Jackson, a Charlie Chaplin. Creo que la música de Prince está apuntando hacia el futuro”.
Que en paz descanses, Príncipe de Minneapolis.
Como una estrella, hizo del misterio sobre su persona un culto: sus romances, manías, reclusiones…
CLARIN