Trastornos mentales: al tope de las causas de discapacidad y mortalidad

Trastornos mentales: al tope de las causas de discapacidad y mortalidad

Por Nora Bär
M. y su hija habían acordado hablar sobre su experiencia con la depresión. Contar en primera persona lo que significa tener miedo de salir a la calle o carecer del impulso que lleva a abandonar la cama. Lo destructivo que esa situación puede resultar para una familia que debe afrontar las urgencias diarias mientras lidia con un padecimiento inasible. Ambas habían aceptado con la condición de que no se revelara su identidad. Pero horas antes de la cita convenida llegó un mensaje para suspenderla. No querían que nadie supiera lo que había pasado.
Esta sugestiva anécdota refleja el estigma que pesa sobre la enfermedad mental, una condición que se cuenta entre los mayores tabúes sociales.
De eso no se habla. Ni siquiera en el sistema sanitario. Un trabajo recientemente publicado en The Lancet y firmado por el psiquiatra argentino Daniel Vigo, de la Escuela de Salud Pública de Harvard, muestra que si la sociedad no sabe cómo manejarla, el sistema sanitario subestima dramáticamente su impacto.
En “Estimando la verdadera carga de la enfermedad mental”, Vigo; Graham Thorncroft, del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres, y Rifat Atun, del Departamento de Salud Global y Población de Harvard, llegan a la conclusión de que los problemas mentales son responsables de un tercio de la discapacidad global e igualan la discapacidad y la mortalidad de cardiopatías y ACV sumados.
“La carga de enfermedad es una medida que permite establecer el costo humano, en términos de discapacidad y mortalidad, de las distintas enfermedades para poder compararlas -explica Vigo, desde Boston, donde está haciendo un doctorado, después de haberse graduado en la UBA como psicólogo, médico y psiquiatra-. La prevalencia (número de casos en un período determinado) a veces no da una idea correcta. Por ejemplo, el resfrío común tiene una prevalencia del 100%; es decir que todos lo padecemos en un momento de nuestras vidas, pero poca trascendencia, mientras que la esquizofrenia tiene una prevalencia del 1%, pero su impacto es enorme.”
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Vigo y colegas identificaron cinco causas principales de subestimación de la carga de enfermedad referida a la salud mental: el suicidio y las autoagresiones se computan como “lesiones”; existe una confusión entre síndromes dolorosos crónicos (que se vinculan con el estado de ánimo, la ansiedad y los trastornos de personalidad) y las enfermedades musculoesqueléticas; se separan arbitrariamente las enfermedades psiquiátricas de las neurológicas (cuando muchas de las últimas derivan en las primeras); no se registran los trastornos de personalidad y tampoco la mortalidad general secundaria a enfermedades mentales.
Si se recalcula la carga de enfermedad corrigiendo estos sesgos, la discapacidad global atribuible a la salud mental pasa de 21% a 32% (ocho veces la de las enfermedades cardiovasculares y ACV combinados), y la discapacidad y mortalidad combinadas ascenderán del 7% al 13%, un nivel similar al de aquéllas, que corrientemente se ubican al tope del ranking.
“Cinco enfermedades mentales aparecen entre las primeras 20 causas de carga de enfermedad y de años vividos con discapacidad -escriben Vigo y colegas-: depresión mayor (2°), desórdenes de ansiedad (7°), esquizofrenia (11°), distimia o trastorno depresivo persistente (16°) y desorden bipolar (17°).”
Pero a pesar de que en 2010 estos y otros trastornos ocasionaron pérdidas por 2,5 billones de dólares, apenas se invirtió en ellos el 0,4% del presupuesto global en salud.
“Llevado a la escala de la economía argentina, los costos directos e indirectos de los problemas mentales equivaldrían a una pérdida de 17.000 millones de dólares anuales -afirma Vigo-. Según otro modelo, sólo por costos indirectos, la Argentina perdería entre 4000 y 10.000 millones de dólares anuales, de los cuales entre el 60 y el 70% serían pérdidas privadas.”
“El trabajo es muy interesante -opina el doctor Marcelo Cetkovich Bakmas, jefe del Departamento de Psiquiatría del Ineco y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. El mal cálculo de los costos de los trastornos mentales se traduce en estigma, que se concreta en actitudes discriminatorias y, fundamentalmente, en presupuestos insuficientes que llevan al abandono de los hospitales monovalentes, producto de décadas de políticas de vaciamiento.”
Las consecuencias de este menosprecio de larga data son múltiples. Un estudio de la World Psychiatric Association confirma que se pasan por alto las comorbilidades médicas de los cuadros psiquiátricos. Las personas con trastornos mentales graves (esquizofrenia, depresión, trastorno bipolar) viven entre 15 y 30 años menos que la población general.
“Cuando alguien muere de un infarto -dice Cetkovich Bakmas-, no se tiene en cuenta que tal vez la causa fue el tabaquismo, la vida sedentaria o el sobrepeso como consecuencia de su trastorno mental.”
Fernando Taragano, de la sección de Investigación y Rehabilitación de Enfermedades Neurocognitivas del Cemic, destaca que muchos pacientes que en la clínica cotidiana presentan depresión asociada con trastornos clínicos son subestimados. Y agrega Vigo: “A partir del diagnóstico, los médicos generales no se ocupan del paciente psiquiátrico y los psiquiatras no se ocupan de su salud física”.
Las enfermedades mentales causan tanto desconcierto y rechazo en la familia, en el trabajo y en los grupos sociales que los propios afectados evitan la consulta.
“A pesar de todo eso, cuando la OMS calcula las causas de discapacidad, cinco de las diez primeras corresponden a trastornos mentales -subraya Julián Bustin, jefe de gerontopsiquiatría del Ineco-. Uno de los grandes problemas es que muchos consideran que son una muestra de debilidad y que se curan con voluntad.”
“Los trastornos mentales no son considerados verdaderas enfermedades -coincide Cetkovich Bakmas-. Hoy, un paciente con esquizofrenia de 25 años de evolución me contó que su vecino le había dicho: «Ojalá que tus hijos no salgan vagos como vos».” Y enseguida agregó: “La frase que con más frecuencia escuchan las personas con depresión es: «Ponete una pila»”.
LA NACION