La filosofía, la historia y la neurociencia revelan a un Mozart desconocido

La filosofía, la historia y la neurociencia revelan a un Mozart desconocido

Por Martín de Ambrosio
¿Qué hacen un neurocientífico, un historiador y un filósofo argentinos? No es el comienzo de un chiste malo, pero parece igual de improbable que ese singular trío se una para hablar de un hombre nacido en Austria en 1756. Sin embargo, así es: Facundo Manes, Felipe Pigna y Darío Sztajnszrajber hablarán de Wolfgang Amadeus Mozart en una serie de charlas que anteceden a algunas de las noches del 2° Festival Konex de Música Clásica, dedicado al austríaco de cuyo nacimiento se cumplen 260 años (ver aparte). Antes de esos encuentros, en los que estarán separados, intercambiaron juntos opiniones en una mesa de café.
Para Manes, presidente de la Fundación Ineco y rector de la Universidad Favaloro, “Mozart es un paradigma de lo que hoy sabemos de la creatividad”; para Pigna, profesor de Historia, autor y conductor, “Mozart es un personaje muy particular, un incorrecto, que vivió una época interesantísima y que sobre el final de su vida se hizo masón”; para Sztajnszrajber, también autor y conductor, “era un clasicista, pero a la vez anticipa el movimiento romántico del siglo XIX”.
Lo interesante más allá de los detalles es que Mozart -un nombre con mayúsculas para la música- sirve también como excusa para hablar sobre el talento, la creatividad, la influencia o la anticipación del arte a su tiempo. Uno de los temas que disparan la conversación es el hecho de que Mozart se sentó al piano a los cuatro años y revolucionó la música desde entonces. La cuestión, entonces, es si su talento es innato, es construido culturalmente por las épocas o acaso depende de lo que se considere talento. “Mozart era un talentoso, alguien iluminado. Pero quiero remarcar que el talento solo, sin un trabajo apasionado, sin una preparación dura, no florece. Quizás en la historia hubo algunos, o muchos Mozart potenciales que no fueron detectados porque no tuvieron la preparación musical de él, ni la pasión ni las ganas de superarse”, dice Manes. “Lo mismo pasa con Messi: seguramente tiene talento, pero se entrena todos los días, se fue a los 14 años a Barcelona, lo cargaban todos en el vestuario por su estatura y patea miles de tiros libres antes de salir a la cancha.” En esa senda de razonamiento, hay algo que Manes se esfuerza por dejar en claro: “Todos tenemos un cierto potencial creativo, pero si no nos preparamos y si además no tenemos pasión, obsesión y un poco de locura, es difícil que el talento creativo se exprese en toda su magnitud”.
musica-2185403w620
Enfrente, Pigna asiente y suma: “Sí, y las condiciones socioeconómicas que le permiten a la persona plasmarlo. Había en el caso de Mozart una familia dedicada a la música. El padre fue fundamental en su vida. Ese niño se sentó al piano como podría haberse puesto a dibujar. Pero el padre era un músico meticuloso que lo pone al chico al piano”.
Sztajnszrajber tercia: “Agregaría algo sobre la teoría de la genialidad. Hay dos posiciones. Una que te marca que cuando hay grandes talentos necesariamente esos talentos van a explotar, expresarse y socializarse. Pero hay otra teoría que marca todo lo contrario. Que en realidad no importa si era Mozart o González, alguien iba a aparecer en ese contexto e iba a ocupar ese lugar. Porque son más las épocas las que van construyendo subjetividades. En este caso musical, y no más bien al revés, es decir, por una estructura innata de él que lo hace superior al resto en términos de sensibilidad musical”. Y citó un poema de Fernando Pessoa, “Tabaquería” (aquel de “tengo en mí todos los sueños del mundo”), en el que imagina a miles de grandes poetas que escriben en secretas buhardillas y que nadie nunca leerá. “La pregunta es cuántos genios Mozart hubo que nunca llegaron por el condicionamiento socioeconómico que hace que tenga que haber un solo Messi, un solo Mozart, y no más porque el sistema no se banca muchos genios”, remata el autor de ¿Para qué sirve la filosofía?(Pequeño tratado sobre la demolición).
Ahí es donde aparece la historia que marca, pero que tampoco deja hacer experimentos (los contrafácticos son incomprobables). Pigna resume que “esa segunda mitad del siglo XVIII es un momento de ruptura”, con las revoluciones de las ideas que preceden a la Revolución Francesa. “Su nacimiento coincide con la publicación de la Enciclopedia, que es un cambio notable, que hace que la ciencia se empiece a separar de la religión. Ya el orden jerárquico no está más, aparece el orden alfabético. Ya tenés a tipos pensando como Voltaire, Montesquieu, Rousseau. Mozart es una persona que tiene algo con el poder y se pelea con arzobispos, jefes, superiores de cada lugar donde está; resulta incómoda por decir lo que piensa muchas veces.”
“El contexto es vital -se mete Manes-. El contexto histórico, social, económico es importante porque el proceso creativo tiene varias etapas. No sabemos cómo el cerebro genera los procesos creativos. Pero sí sabemos en qué condiciones es más posible que aparezca la creatividad. Primero, estudiar. Segundo, la obsesión. Luego, relajarse. Ahí aparece un momento ajá o eureka en el que aparece la invención.”
¿Y Salieri? ¿A los genios los mejora la competencia? Para Pigna, cada genio tiene su Salieri, aunque históricamente Salieri no fue tan malo como se lo muestra en la película (Amadeus). “Una personalidad disruptiva como Mozart genera tormentas en su contra, desde ya, les pasó a todos. Es una suerte de desafío, que lo puede mejorar o complicar. En el caso de Mozart, su vida no estaba destinada a responderle a Salieri, por suerte.”
Sztajnszrajber cuenta que los griegos tenían dos dioses diferentes para la envidia. “Había una envidia sana y una enferma, que obturaba y destruía. La envidia sana motivaba al crecimiento. En Salieri, terminó ganando la envidia mala, pero todos vamos progresando en la medida en que envidiamos a alguien que termina siendo un referente, alguien a quien emular como modelo.”
LA NACION