La autonomía de la inteligencia artificial es motivo de preocupación

La autonomía de la inteligencia artificial es motivo de preocupación

Desde los albores de la civilización, la humanidad ha estado obsesionada por la posibilidad de que se extinguirá algún día. El impacto de un asteroide en la Tierra y el espectro de un holocausto nuclear son los miedos milenarios más prevalentes de nuestra época. Pero algunos científicos consideran que debería agregarse una nueva pesadilla a la lista. Su preocupación es que las computadoras inteligentes eventualmente desarrollarán pensamientos propios y destruirán la raza humana.
La última advertencia viene del Profesor Stephen Hawking, el famoso astrofísico afligido con ALS quien dijo a un entrevistador esta semana que la inteligencia artificial podría “ser más astuta que todos nosotros”, y que existe la “casi certeza” de una catástrofe tecnológica. La mayoría de los no expertos descartan sus pronunciamientos como una fantasía arraigada en la ciencia ficción. Pero el ritmo de los avances en materia de inteligencia artificial (IA), significa que los responsables en políticas ya deberían estar sopesando las consecuencias sociales.
4562-robot
La idea de que las máquinas podrían algún día ser capaces de pensar como la gente se ha discutido abiertamente desde los inicios de la computación en la década de 1950. La enorme cantidad de dinero que se vierte en computación por las empresas tecnológicas de EEUU, junto con el crecimiento exponencial de la potencia de los ordenadores, significa que ahora se están haciendo predicciones sorprendentes.
Según una encuesta reciente, la mitad de los expertos de LA en el mundo creen que la inteligencia artificial de nivel humano se logrará para 2040 y el 90 por ciento dicen que se logrará para 2075. Varios expertos de IA hablan de la posibilidad de que el cerebro humano con el tiempo será “diseñado con retroingeniería”. Algunos líderes prominentes en tecnología, por su parte, ad¬vierten que las consecuencias son impredecibles. Elon Musk, el pionero de los automóviles eléctricos y de los vuelos espaciales privados en Tesla Motors y SpaceX, ha argumentado que la tecnología informática avanzada es “potencialmente más peligrosa que las ar¬mas nucleares”.
Los gobiernos occidentales deben tomar en serio las implicaciones éticas de la evolución de la LA. Una preocupación es que casi toda la investigación que se lleva a cabo en este campo se lle¬va a cabo en privado por las empresas de tecnología en EEUU.
Google ha realizado algunas de las inversiones más ambiciosas, que van desde su trabajo en informática cuántica hasta la compra este año de la empresa “start-up” británica de LA, Deep Mind. Pero aunque Google creó un panel de ética tras la adquisición de Deep Mind, los de afuera no tienen ninguna idea de lo que está haciendo la empresa – ni cuántos recursos se destinan al control de la tecnología en lugar de desarrollarla lo más rápido posible. Con el desarrollo de estas tecnologías, la falta de supervisión pública puede llegar a ser preocupante.
Dicho esto, el riesgo de que las computadoras algún día podrían representar un desafío para la humanidad debe ser puesto en perspectiva. Los científicos pueden no ser capaces de decir con certeza cuándo, o si, las máquinas igualarán o superarán a la humanidad.
Pero antes de que el mundo llegue a ese punto, la unión de la inteligencia humana y de la computación ayudará indudablemente a hacer frente a los problemas urgentes que no pueden ser resueltos de otra manera. La creciente capacidad de los ordenadores para procesar enormes cantidades de datos, por ejemplo, jugará un papel muy importante ayudando a la humanidad a combatir el cambio climático y las enfermedades en las próximas décadas. Sería una locura detener el desarrollo de la tecnología informática ahora – y renunciar a los beneficios – debido a riesgos que se encuentran mucho más lejos en el futuro.
Hay muchas razones para ser optimistas acerca de los desarrollos en IA. No hay evidencia de que los científicos tendrán dificultades para controlar los ordenadores, incluso en sus etapas más avanzadas. Pero éste es un sector en el que los pioneros deben pisar con cuidado – y con los ojos abiertos ante la capacidad permanente de la ciencia para sorprendernos.
EL CRONISTA