Nueva York: la gran manzana

Nueva York: la gran manzana

Por Lucila Rolón
Nueva York está en el podio de los destinos más visitados del mundo desde hace décadas. Por algo cada persona que pasó por allí tiene una lista interminable de imperdibles que parece no llegar a cumplirse nunca. Con la esperanza de honrarla como corresponde y la certeza de lo imposible, en estas líneas intentamos explicar por qué siempre valdrá la pena visitarla.
Empezá por donde quieras, pero agendate los lugares que tenés que recorrer sí o sí. ¡De lo contrario, vas a sentir que todo el tiempo te estás perdiendo de algo! Y, sobre todo, recordá esta cuenta: un barrio lleva alrededor de cuatro horas de caminata, especialmente si te detenés a comer algo en algún bar o foodtruck de moda. El resto, es pura libertad. Incluso en invierno tiene su encanto si es que llevás el abrigo adecuado para soportar momentos de frío escandaloso. La ciudad parece irse acomodando al ritmo del clima. Lo hace con una cadencia vertiginosa y seductora que en¬vuelve todo lo que en ella exista o transite. Apréndete el mapa: la Gran Manzana se divide en Uptown (Norte), Midtown (Centro) y Downtown o Lower (Sur) Manhattan. Así aparecen señalizadas las líneas de metro y las direcciones, por ejemplo. Puede que te sientas apabullado al principio, pero sólo es una ciudad más, aunque tenga más de 400 estaciones de metro que funcionan las 24 horas y puentes que parecen animales gigantes en plena siesta.

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Nueva York se traga todo aquello que circula en el mundo y lo transmuta en aires cosmopolitas y vitales. Siempre hay un museo para visitar. El MoMA, a la cabeza, donde no hace falta revistar programación porque nunca falla. Si la opción es el MET, hay que elegir uno o dos pisos para recorrer con ganas y sin ansiedad. Confirmado: una vuelta no alcanza. El Guggenheim es más pequeño de lo que aparenta en las fotos pero esconde lo más fresco del arte, no porque sólo exhiba obras modernas, sino porque todo late en esa rampa espiralada. Hay piezas de Cézanne, Gauguin, Manet, Monet, Picasso, Renoir, Van Gogh, Chagall, entre otros. Está ubicado a unos pasos del MET, así que vale la pena ir caminando y disfrutar de una de las zonas residenciales de la ciudad. En todos ellos hay posibilidad de pagar entradas con descuento para estudiantes y jubilados, por ejemplo.
A esta altura de su historia, Nueva York tiene sus clásicos. Cualquier guía, blog o app de viajes va a mencionar lugares como la Estatua de la Libertad, Times Square, la Zona 0, Wall Street, la Quinta Avenida, y los cientos de locales de las marcas más conocidas del mundo (no sólo de ropa). El Rockefeller Center, el Central Park (y el edificio Dakota, a unos metros, en cuyas puertas fue asesinado John Lennon), el puente de Brooklyn (se puede cruzar caminando), la estación Grand Central (majestuosa, iluminada por las noches), la Catedral de San Patricio (donde el norteamericano escritor beatnik Jack Kerouac se sentaba a rezar por las tardes, pasado de copas), el Empire State Building, también son marca registrada de la ciudad. Sin embargo, lo que mejor funciona para vibrar a su ritmo es transitar sus calles y detenerse,cada tanto, a observar. Todo parece de película.
Cada barrio tiene su perspectiva y, aunque todos tengan el mismo ADN, la historia particular de cada uno le imprime su toque. Little Italy, para comer pizza y pastas; el Barrio Chino para ser más osado y degustar delicias que, mejor, ni preguntar. 0 para hurgar entre souvenirs de todo tipo y ofertas de masajes. El SoHo y su elegancia bohemia, salpicado de coloridos galpones de arte, locales de diseños de autor y pastelería artesanal de lujo. Entre sus manzanas está McNally Jackson Books, la librería alternativa más importante de la ciudad, con sus ediciones independientes e inconseguibles.
La moda en las calles, la destreza de todos para comunicarse en de¬cenas de idiomas, el WiFi gratis en los bares, los lugares con historia propia, como el Chelsea Hotel, el Meatpacking District, Greenwich y su historia rockera, Lower East Side, donde la juventud es un sueño eterno, Harlem, arte gótico y groove urbano. Mención aparte para Brooklyn, especialmente para su paso hacia Williamsburg, el secreto mejor guardado de la ciudad. Un barrio pequeño que parece dejado cada tanto, a observar. Todo parece de película.
Cada barrio tiene su perspectiva y, aunque todos tengan el mismo ADN, la historia particular de cada uno le imprime su toque. Little Italy, para comer pizza y pastas; el Barrio Chino para ser más osado y degustar delicias que, mejor, ni preguntar. 0 para hurgar entre souvenirs de todo tipo y ofertas de masajes. El SoHo y su elegancia bohemia, salpicado de coloridos galpones de arte, locales de diseños de autor y pastelería artesanal de lujo. Entre sus manzanas está McNally Jackson Books, la librería alternativa más importante de la ciudad, con sus ediciones independientes e inconseguibles.
La moda en las calles, la destreza de todos para comunicarse en de¬cenas de idiomas, el WiFi gratis en los bares, los lugares con historia propia, como el Chelsea Hotel, el Meatpacking District, Greenwich y su historia rockera, Lower East Side, donde la juventud es un sueño eterno, Harlem, arte gótico y groove urbano. Mención aparte para Brooklyn, especialmente para su paso hacia Williamsburg, el secreto mejor guardado de la ciudad. Un barrio pequeño que parece dejado de lado, sin gracia hasta que aparecen cuatro o cinco cuadras llenas de objetos vintage en puestos callejeros. Desde libros hasta marcos de anteojos hipster. La misma onda llega hasta los pequeños locales donde comer, todos con menúes orgánicos. ¿Todavía hay más? Claro que sí, pero lo dijimos al comienzo, y el que avisa no traiciona.
REVISTA ALTA