12 Mar Otro intento para que las matemáticas se apliquen a las cuestiones mundanas
¿De qué va todo esto?
Mi interés por las matemáticas se vio reforzado por lo que, en retrospectiva, parece ser una pedagogía nefanda muy próxima al maltrato infantil. Menciono el incidente aquí, y lo contaré en términos menos sensacionalistas dentro de poco, porque da pistas sobre una de las motivaciones que alentaron tanto mi carrera matemática como mi actitud escéptica ante las biografías y autobiografías. Miro atrás y me pregunto: ¿es cierto lo que cuento? ¿Es equilibrado? ¿Es representativo? La respuesta es: «Sí, más o menos», pero, aunque yo sea el protagonista, sigo teniendo mis reservas sobre su exactitud. Y estoy seguro de que tendría aún más si fuera usted la persona retratada.
Ya sea por mi temperamento natural, por mi formación como matemático o por el sentido de ponderación que confiere la mediana edad tardía, toda iniciativa biográfica, incluida la mía, se me antoja sospechosa. Seguramente hasta la res-puesta que dio George Washington en relación con la anécdota de la tala de un cerezo sea una tontería: «No puedo mentir».
Es más probable que dijera: «Sin comentarios», «No recuerdo el incidente» o, tal vez, «El árbol ya estaba maltrecho de todos modos». Tiendo a reírme cuando leo que una biografía ha revelado que el gran Tal y Tal siempre hacía X porque en el fondo creía Y. No soy especialmente cascarrabias, pero suelo reaccionar ante afirmaciones de ese tipo sobre actuaciones o creencias atribuidas a gente muy conocida diciéndome para mis adentros «Vaya memez». Si alguien me lo cuenta directamente es más probable que responda con un cortés, aunque mordaz, «Y, ¿cómo lo sabes?», o incluso con «Eso, ¿cómo se sabe?» o, en el caso de las autobiografías, «¿Cómo puede alguien acordarse?».
Los recuerdos son a menudo inexactos o fabricados, los puntos de vista están sesgados, las «leyes» y los supuestos son infundados, las contingencias son impredecibles; hasta la noción misma de un yo es dudosa. (Pero, igual que el nutricionista que disfruta a escondidas con los dulces y la bollería industrial, siempre me ha encantado leer (auto)biografías, desde La vida de Samuel Johnsonde James Boswell hasta The Liars’ Club: A Memoir [El club de mentirosos. Memorias] de Mary Karr.)
Dado este escepticismo mío ante la labor biográfica, quizá parezca que he dado un paso valiente y/o arriesgado al escribir unas casi memorias de mí mismo, sólo que «casi» significa aquí «no del todo». Fiel a mis recelos, lo que he hecho es escribir unas meta-memorias, o incluso unas antimemorias. Recurriendo a ideas procedentes de las matemáticas (interpretadas de un modo muy general y no técnico), así como de la filosofía analítica y otros campos relacionados, pero sin exigir conocimientos matemáticos especiales, he intentado exponer algunas de las inquietudes y preguntas que la mayoría de nosotros ni se plantea, aunque seguramente debería, al leer biografías y memorias, o incluso al reflexionar sin más sobre nuestra propia vida. Ese «seguramente» es el lastre de este libro, cuyo supuesto objetivo consiste en aportar un mínimo de entendimiento matemático y de alfabetismo numérico biográfico.
(Y lo llamo supuesto debido a la vaguedad del concepto de biografía y a la inmensa variedad de biografías distintas que hay. En un sentido más concreto está el foco que este libro pone, en especial, sobre las biografías convencionales, como la mía y probablemente también la de usted.)
Una de las primeras preguntas que acuden a la mente al considerar una vida es, en abstracto, «¿cuál es su duración media?», o quizá, como variante más visceral, «¿cuánto me queda?». Considero muy pertinente el artículo del biólogo evolutivo Stephen Jay Gould titulado «The Median Is Not the Message» [La mediana no es el mensaje], donde describe su diagnóstico de cáncer y la mediana asociada de ocho meses de supervivencia. Pero la mediana, por supuesto, no es el promedio (o media aritmética simple) de la vida de los pacientes, sino un intervalo temporal más corto que el que sobrevive una mitad de los pacientes y más largo que el que sobrevive la otra mitad. Es más, la distribución estadística de la duración de la vida está sesgada hacia la derecha, lo que significa que mucha gente vive bastante más, tal como le ocurrió a Gould (veinte años). El conocimiento de las estadísticas y las distribuciones sirvieron a Gould para apaciguar sus temores y, en términos más generales, tal como intentaré evidenciar aquí, los conocimientos matemáticos pueden arrojar gran cantidad de luz necesaria en muchas otras situaciones y acontecimientos vitales.
Déjenme ilustrarlo con un detalle estadístico un tanto encubierto. Aunque una biografía pueda ser cualquier otra cosa, suele considerarse una historia, la historia de la vida de una persona. Y probablemente la respuesta más habitual de la gente ante una historia es una tendencia a desterrar la incredulidad para no arruinar el disfrute que pueda depararnos.
«Supongamos que fue así. Será divertido.» Esta actitud se opone bastante a la que impera en las matemáticas y la ciencia, donde la gente suele desterrar la credulidad para no ex-traer conclusiones precipitadas hasta disponer de pruebas fehacientes. «Un momento. ¿Por qué íbamos a creer eso?» Estas dos estrategias diferentes no están desligadas de distintos grados de tolerancia ante falsas conclusiones, ya sean positivas o negativas, en lo cual ahondaré más adelante. Segura-mente no es de extrañar que sea este último enfoque, la actitud prudente que exige una comprobación, el que adoptaré yo aquí. Va en consonancia con esa pegatina para coches que aconseja: No te creas todo lo que piensas.
¿Qué me condujo a escribir un libro sobre temas tan dispares como las matemáticas y las biografías? Al fin y al cabo, los peces no necesitan bicicletas, las linternas no usan energía solar y las biografías no parecen necesitar ni usar las matemáticas, de ahí esta extensa justificación. Un elemento de mi biografía (o psicología) que me decidió a escribir este libro es que siempre me ha gustado la idea de mezclar temas incompatibles, lo que considero una condición casi indispensable para generar ideas creativas. En ocasiones esta costumbre de mezclar me ha valido gran cantidad de ojos en blanco, a veces incluso alguna que otra crítica. A la gente no siempre le gusta que los conceptos o relaciones que más aprecia se aborden desde disciplinas que, como las matemáticas, consideran reduccionistas y en cierto modo inapropiadas.
Esto es muy negativo si tenemos en cuenta que las matemáticas son una vía de lo más productiva para observar el mundo.
(…)
Aquí espero mostrar que los puntos de unión entre las matemáticas y las biografías son bastante profundos, a pesar de las apariencias superficiales. Carl Sagan, astrónomo, escéptico y autor de numerosas obras científicas, escribió que somos (nuestro ADN, nuestros dientes, nuestra sangre) materia estelar, y que estamos hechos del mismo material que las estrellas. Como entidades surgidas de manera natural en el universo también somos, en cierto sentido, «materia matemática»: cambiamos y nos desarrollamos de acuerdo con relaciones que se pueden expresar en términos matemáticos, ejemplificamos conceptos matemáticos de todo tipo e ilustramos los principios matemáticos de campos diversos. Sostengo que la expresión «materia matemática» es un neologismo defendible, puesto que los patrones son, al menos para los matemáticos, materia inmaterial. De ahí que sea muy razonable intentar alcanzar un entendimiento a partir de esta materia matemática de la que, podemos seguir defendiendo, estamos hechos nosotros y todo lo demás. En concreto, ¿cómo se manifiestan esos patrones matemáticos en la historia de nuestra vida?
Otro motivo menos elevado que me decidió a escribir este libro tal vez fuera cierto exceso de autorreflexión (un ras-go que comparto con todos mis colegas solipsistas a tiempo parcial). Hace algún tiempo escribí unos cuantos apuntes autobiográficos breves que me gustaron. Dadas mis inclinaciones, me pregunté si algunas de esas viñetas personales podrían servirme como punto de partida, de forma que cada una de ellas ilustrara de un modo concreto razonamientos genera-les con aroma matemático sobre las biografías (observaciones, percepciones y experiencias de amplia resonancia).
Por poner un ejemplo aritmético temprano (y probable-mente nada inusual), recuerdo que aún siendo muy pequeño pensé para mis adentros que la historia de las proezas de Santa Claus tenía que ser falsa por motivos estrictamente cuantitativos (¡demasiadas chimeneas y chocolates calientes en una sola noche!). Y eso que por entonces yo no era muy bueno desterrando la incredulidad. Y ya de adulto me ha parecido la mar de natural plantearme la probabilidad de que de verdad ocurran ciertos hechos que se cuentan (no relacionados con Santa Claus), ya sea debido a mentiras intencionadas o a re-cuerdos claramente poco fiables, o cómo cuantificar de manera aproximada la rareza de un suceso o la singularidad de una personalidad, o qué números y qué lógica pueden casar tanto con los acontecimientos cotidianos como con la larga trayectoria de una vida. De modo que aquí me he impuesto la grata tarea de examinar la estructura de los recuerdos y biografías genéricos desde una perspectiva absolutamente escéptica y en ocasiones tal vez molesta. Someteré a un análisis matemático incluso un fracaso amoroso.
Tal como comenté antes, en algunos de mis libros anteriores, entre ellos “El hombre anumérico”, “Un matemático lee el periódico” y “Un matemático invierte en la Bolsa”, intenté revelar cómo pueden ayudarnos las matemáticas (de nuevo en términos muy generales) a comprender y analizar ciertos aspectos de la vida real. Aquí recurro a algunas de esas mismas ideas matemáticas esenciales con la finalidad de entender mejor nuestras vidas, en particular el relato ensalzado, distorsionado y hasta imaginado que todos creamos de nosotros mismos con absoluta facilidad. Cuando releo alguno de mis breves apuntes biográficos o recuerdo anécdotas de mucho tiempo atrás, me asaltan sin cesar una serie de preguntas recurrentes. ¿Cómo he llegado aquí desde allí? ¿Cuál fue el recorrido tanto psicológico como físico? No era la «vida equivocada» de la que habla la novelista Anne Tyler, pero sí una distinta a la actual. ¿Quién era aquel niño, ese que, aunque ahora me extrañe, disfrutaba tanto con soldados, tanques y buques de guerra de juguete, y que colgaba del techo maquetas de aviones, justo encima de su cama? ¿Cómo se pro-dujo el cambio y cómo me hice mayor? ¿En qué medida he distorsionado o adornado los recuerdos de cada acontecimiento? ¿De dónde sale mi historia de mi vida? Pero hay algo que tiene un interés mucho más universal: las limitaciones de cualquier historia vital (¿la mía, la de usted, la de él, la de ella?). En particular, ¿qué ideas proceden-tes de las matemáticas podrían esclarecer determinados aspectos de cualquier biografía?
¿Cómo cuenta uno la historia de una vida, o más exacta-mente, fragmentos escogidos de ésta?
¿Qué probabilidad hay de que la elección de los sucesos contados adolezca de un sesgo estadístico, psicológico o de cualquier otro tipo?
¿Cómo deberíamos evaluar las decisiones del pasado (o del futuro)?
¿Qué clase de entidad plástica, efímera o nominal es el yo?
¿Qué podemos decir de la configuración o la trayectoria general de la historia de una vida?
¿Y qué peso tienen el caos, la casualidad, la probabilidad, la topología, las redes sociales como Twitter, las limitaciones cuantitativas y los sesgos cognitivos en nuestra vida y en su presentación dentro de una biografía?
Algunas de las cuestiones específicas que abordaremos aquí son:
¿Cómo podría ser apropiada para predecir nuestro futuro la noción (tomada de la lógica matemática) de conjuntos axiomáticos no estándares?
¿De qué manera puede ser nuestra vida, en un sentido profundo, un chiste?
¿Cómo explica la dinámica no lineal el narcisismo de las pequeñas diferencias que a veces se precipitan en cascada sobre hermanos que se convierten en personas muy dispares?
¿Cómo puede la mera aritmética poner en perspectiva costumbres de toda una vida?
¿Cómo puede ayudarnos la geometría de muchas dimensiones a descubrir por qué somos todos literalmente peculiares, raros?
¿Cómo pueden los logaritmos y las funciones exponenciales arrojar luz sobre por qué tendemos a hastiarnos y aburrirnos con la edad?
¿Cómo pueden la probabilidad y el coleccionismo de cromos decirnos algo sobre la lista de lo que queremos hacer antes de morir y la contingencia de los instantes cruciales de la vida?
¿Cómo es que empiezo todas las preguntas con «cómo»?
¿Cómo pueden la complejidad algorítmica y la entropía de Shannon equilibrar logros del pasado con potenciales de futuro?
¿Cómo podemos hallar la curva de ajuste del recorrido que ha seguido nuestra vida?(…)
TIEMPO ARGENTINO