La clave del éxito en la política

La clave del éxito en la política

Por Jaime Durán Barba
Ante todo hay que decir que en Santa Fe ganó Del Sel. Sólo el candidato gana o pierde los comicios y Miguel fue un gran candidato. Desde la primera investigación, se supo que la gente lo consideraba inteligente, honesto, trabajador, leal a su tierra, una excelente persona, un santafesino exitoso que ha hecho fortuna por su dedicación y buen juicio. Algunos no entienden que un humorista tenga el respaldo de tanta gente y lo llamaron el “cómico” Del Sel. Sería interesante saber si cuando se postule un actor de tragedias lo llamarán el “trágico” fulano. En el viejo paradigma, el buen dirigente debe ser solemne, amargado, insultar, trabajar en cosas “serias”, tener una funeraria. Personalmente, me gusta más un candidato que con su trabajo comunica alegría a la gente que la mayoría de militares, abogados, y seres sofisticados que se prepararon para el atropello, la intolerancia y lo hicieron llorar. Por lo demás, los críticos tienen conceptos flexibles. Cuando algunos otros artistas respaldan sus tesis, los mismos intelectuales que atacan a Del Sel los aplauden por su “compromiso”. Históricamente, Eva Perón vino del mundo del espectáculo, no fue una “mujer ilustrada”, y sufrió ataques más descalificadores y rudos por parte de los intelectuales de esa época, pero actualmente nadie diría que su presencia “vació” de contenidos a la política. Todos la respetamos como una de las figuras más importantes de la historia de América latina. La campaña de Del Sel se inscribió dentro de un conjunto de campañas exitosas con un mismo patrón y mensaje político. Durante los últimos años, se aplicó este modelo en siete ocasiones, consiguiendo triunfos espectaculares. Mauricio Macri lo explicó en una aplaudida conferencia pronunciada en la George Washington University en el mes de diciembre pasado. En 2005, Mauricio se postuló para diputado enfrentando a Elisa Carrió y Rafael Bielsa desde un modesto tercer lugar. Después de una campaña criticada por ser “superficial”, obtuvo un triunfo arrollador. En 2007, rompiendo todos los ritos de la vieja política, obtuvo el 61% de los votos en la Ciudad de Buenos Aires. En este año, Mauricio obtuvo más del 47% en la primera vuelta y en la segunda obtendrá un triunfo contundente. El modelo se repitió fuera de la Ciudad, con dos candidatos apoyados por Mauricio. En 2009, Francisco de Narváez derrotó en la provincia de Buenos Aires a una lista de diputados encabezada por el presidente Néstor Kirchner, en la que figuraban, además, dirigentes de la calidad de Daniel Scioli y Sergio Massa. La exitosa campaña de Miguel Del Sel tuvo el mismo formato. En ambos casos se dijo que se habían obtenido éxitos inesperados. La explicación de que Mauricio y los candidatos que respalda son malos o de que los electores de la Ciudad, la Provincia y Santa Fe se vuelven superficiales cuando él respalda una campaña es débil.
¿Qué tuvieron en común todas estas campañas? Fueron livianas, alegres, sin malicia, sin “contenido político. Sus críticos se quedaron en las formas, se fijaron en los globos, los bailes y no leyeron el mensaje que estaba detrás de esa comunicación. El PRO enfrentó un estilo crispado de hacer política y de descalificación de los adversarios, con otro de respeto a los demás. Empezó en 2005, cuando Mauricio alabó a sus opositores diciendo que eran “únicos” y culminó este mes de julio, cuando agradeció incluso a quienes habían votado en su contra porque fortalecían la democracia. En ninguna de esas campañas, Mauricio, Francisco o Miguel insultaron a los adversarios y mucho menos a los votantes. Tuvieron siempre sentido del humor y llamaron al diálogo. Del Sel llegó a ofrecer que varios ministros socialistas conservaran sus funciones. Sus adversarios, en cambio, hicieron campaña sucia pintando bigotes de Hitler, difundiendo por muchas vías mentiras, difamaciones, ofensas a la familia de los candidatos, a sus apellidos. La mirada de los candidatos del PRO estuvo puesta en el futuro; sus candidatos nunca discutieron sobre el peronismo, el radicalismo, el pasado. El mensaje fue de novedad, de convocatoria a un amplio diálogo nacional.
La mayoría de los argentinos quiere un país democrático, moderno, tolerante, que respete la ecología, inclusivo, respetuoso de los derechos humanos de todos, con menos piquetes y más bicisendas. Creen que la política no debe ser un concurso de ofensas y ven con sospecha a las dictaduras tropicales del “socialismo del siglo XXI”. Votaron por el PRO porque su comunicación, usando elementos aparentemente banales, daba un mensaje profundo acerca de la democracia, el respeto a los otros, la inclusión, la tolerancia, el orgullo de ser argentinos. La clave del éxito fue la coherencia entre el contenido del mensaje y la forma novedosa de la campaña. Esos votantes que prefieren una democracia respetuosa de los demás no son los argentinos más vacíos, como creen sus críticos. Defienden una democracia sin fanatismos, como es usual en los países más desarrollados del mundo.
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