El Rey León

El Rey León

Por Ezequiel Fernández Moores
Cuentan que un día de 2001, Zinedine Zidane, el silencioso hijo de emigrantes argelinos, abandonó su famosa timidez y entró enojado al despacho del presidente Florentino Pérez. Se quejó porque Luis Figo, que había sido el fichaje bandera de Pérez para ganar las elecciones un año antes, no le pasaba la pelota. Cinco años después, tras una segunda temporada sin títulos y con Pérez dimitido, Zizou anunció su retiro. Tenía 34 años y contrato por uno más. Pero se cansó de las lesiones y quería llegar bien a su último Mundial. Además, parecía algo hastiado de tanto divismo en el Real Madrid de los Galácticos. En 2013, ya como asistente del DT italiano Carlo Ancelotti, opinó que su compatriota Frank Ribery, de Bayern Munich, debía ganar el Balón de Oro. “Traición”, cuentan que clamó Cristiano Ronaldo al presidente Pérez. El Balón de Oro será ganado el lunes próximo por Leo Messi. Real Madrid, acaso enojado por esta temporada algo opaca de CR7, dejó trascender semanas atrás su preocupación por los viajes de Ronaldo a Marruecos para visitar a su amigo campeón de kickboxing. Los divos precipitaron la caída de Rafa Benítez. Ahora llega Zidane-DT. Será una estrella silenciosa al frente de un grupo de estrellas mediáticas.
Alemania 2006, efectivamente, era la gran despedida de Zizou. Francia 98 ya había sido la coronación. En Corea-Japón 2002, con Zidane lesionado, el campeón cayó en primera rueda. En 2006, en el triunfo 1-0 en cuartos de final contra Brasil, Zidane, ya capitán, fue más que Ronaldo, Ronaldinho y Kaká juntos. “Hay un brasileño vestido de blanco”, lo elogió el comentarista de la TV francesa. Francia jugó de blanco y por YouTube se ve a Harry Potter en plenitud. La semifinal fue 1-0 a Portugal con gol de penal de Zizou. Y la final, qué decir, el cabezazo fatal contra el killer Marco Materazzi que echó todo a perder. “Ya contra Portugal, un partido duro, le pedí a Zinedine que mantuviera la calma, porque parecía con mucha presión encima, como obligado a retirarse campeón. Me arrepentí siempre de no haberle dicho lo mismo en la final contra Italia”, contó hace poco Liliam Thuram. “No supo manejar sus emociones -dijo ayer el DT Raymond Doménech- y por eso terminó su carrera con un cabezazo.” Italia ganó en los penales. Y la FIFA distinguió a Fabio “Catenaccio” Cannavaro.
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Su temperamento ya le había impedido obtener el Balón de Oro en 2000, pese a que ganó la Eurocopa con Francia. Lo expulsaron dos veces en Liga de Campeones con Juventus. La segunda, contra Hamburgo, roja directa por dejar con conmoción cerebral a un jugador alemán. Once de las catorce expulsiones de su carrera fueron por roja directa. Imposible de olvidar la imagen del documental de la Francia campeona del 98, que lo muestra golpeando el armario del vestuario, furioso por su expulsión infantil en la goleada 4-0 contra Arabia Saudita en primera rueda. Otra expulsión, contra el Villarreal de Juan Román Riquelme, arruinó en parte un gran documental homenaje que fue premiado en Cannes. Mejor quedarse con sus goles en cámara lenta, goles de crack, como la volea del 2-1 contra Bayer Leverkusen en la final de Liga de Campeones de 2002. Alguna vez escribimos en este espacio que Zidane y Riquelme, organizadores de tranco largo, altos y diestros, “aceleraban lo detenido y detenían lo acelerado”. Hay que leer El aroma del tiempo, hermoso libro del coreano Byung-Chul Han, que apunta contra el tiempo acelerado que carece de un ritmo ordenador, que da tumbos, que se dispersa y no registra duración y hace que todo parezca pasajero. Pide el filósofo “darle un sostén al bello ritmo del tiempo”. Eso hacía Zidane.
Arruinada la imagen de “Le Roi” Michel Platini, algunos temen en Francia que Zidane esté precipitando su debut como DT en Real Madrid. Siempre fue un intocable en Francia. Lo sufrió Besma Lahouri para su libro Zidane, une vie secrete, tras ver que el propio Zizou ordenaba silencio a familiares y amigos. “Escribir un libro sobre él -cuenta Lahouri en el prólogo- es casi una blasfemia. ¿Por qué tantos secretos?” Platini quedó manchado por Qatar 2022. No Zidane, que cobró al menos tres millones de dólares por apoyar la candidatura polémica del emirato. Me cuentan desde Francia una anécdota de fuente indiscutible y jamás publicada: cuando en 1994 se casó con Veronique, Zizou, ya una estrella del Girondins de Burdeos, pidió al club que le cediera su hermoso Castillo de Haillan, donde tiene su centro de entrenamiento, incluidos nueve campos de fútbol. Cuando la fiesta estaba por terminar, uno de los mozos más veteranos le pidió si podía dejar una propina para el personal. Zidane, algo apurado, le dio un billete de cien francos. Nada. El mozo se lo devolvió. El crack también fue siempre reservado en política. Cuando una invasión de cancha frustró en 2001 el primer Francia-Argelia, treinta y nueve años después de la independencia argelina, Thuram criticó a los hinchas porque así le daban oportunidad al discurso xenófobo de Jean Marie Le Pen. Pidió a Zizou que hablara. No tuvo éxito.
El temor ahora al fracaso se debe ante todo a que los números de Zidane con el Castilla (filial de Real Madrid) no han sido buenos. Un 46,4 por ciento de triunfos y un 24,5 de derrotas en 57 partidos y año y medio en la Segunda B (tercera división) de España, sin lograr ascenso. Sufrió cinco derrotas en los seis partidos iniciales, hasta que Guy Lacombe, el asesor que le envió la Federación Francesa, le aconsejó menos posesión y más verticalidad. Lo suspendieron luego por falta de carné habilitante y envió al banco a la única estrella del equipo, el juvenil fichaje noruego Martin Odegaard. Su paso por Juventus y su trabajo con Ancelotti le dieron aire italiano a su idea inicial de fútbol de toque y ofensivo. Combate colectivo en la recuperación y sin un único esquema. Tras un año de resistencia -es un fóbico a las conferencias-, finalmente aceptó hablar con la prensa después de cada partido. Y a gritarles también a sus jugadores. Inolvidable la imagen -que reproduce aquí el ilustrador Sebastián Domenech- en la que Zidane grita desencajado a un jugador, con Ancelotti a su lado, casi resignado a la derrota, en la milagrosa final de Champions que Real Madrid ganó en 2014 al Atlético del Cholo Simeone en tiempo extra. “Zinedine Zidane tiene bonito hasta el nombre”, dijo una vez su admirado Pep Guardiola. ¿Le saldrá al Real Madrid de Florentino Pérez la apuesta al ex jugador mítico pero inexperto que hizo Barcelona con Guardiola? Barcelona sabe hace tiempo a qué juega. El Real Madrid de Pérez, quien echó a once técnicos en doce años, va a los tumbos. Vale más ganar que jugar.
Curioso, Pérez, constructor millonario, pareció apostar esta vez más al sentimiento que al pragmatismo. La apuesta es más que riesgosa, pero Zidane, me aseguran, siempre fue su debilidad. El fútbol cuestiona hoy su fama de empresario exitoso y Pérez sabe que si fracasa Zizou también él debería irse. La solución, si el problema es la derrota, no fue José Mourinho, CR7 y acaso no lo sea Zidane. El asunto es que a Pérez le tocó competir contra el Barcelona de Messi. El presidente usó el lunes veintidós segundos para despedir a Benítez. Luego presentó a Zidane. Para él, dijo Florentino, “la palabra imposible no existe”. Como el comercial de Adidas. Así es el club donde también manda José Ángel Sánchez, el gerente que alguna vez habló de Real Madrid como Disney y de Zidane como el Rey León. “Sin Zidane -contó Ancelotti su paso por Juventus en su libro autobiográfico Mi árbol de Navidad-, el autobús no salía, ni siquiera si tenía una hora de retraso. Él era nuestro punto de partida.” Zizou lo sabía. Como lo refleja la anécdota aquí contada tiempo atrás del oficial FIFA que fue a apurarlo porque no tenía siquiera puestos los botines y debía comenzar el segundo tiempo de la semifinal ante Portugal del Mundial 2006. “Ya voy -lo frenó Zidane-, total, el partido no puede empezar sin mí.” A los 43 años, Zidane ya mira a los ojos cuando responde, suave como un monje budista. Y, como le dijo este año en una entrevista inusualmente abierta a France Football, quiere un fútbol asociado y de ataque. Ojalá sus equipos se le parezcan. Pero el nuevo Rey León de la Disney lleva ahora sigla comercial de CR7. Parece cansado de hacer tantos goles y, según nos avisaría la revista Forbes, gana diez veces más que Zidane.
LA NACION
ILUSTRACION:DOMENECHS