29 Feb Spotlight no es una gran película sobre el periodismo
Por Juan Marcos Bouthemy
Se equivocan algunos comentaristas que valoran a “En primera plana” (Spotlight) como una película sobre el periodismo. Sus personajes principales sí son periodistas que investigan a los sacerdotes pedófilos y sus víctimas, pero Spotlight es un film sobre el sistema democrático y sus instituciones.
“Sistema” e “instituciones” son dos palabras que pronuncian con énfasis en el guión las dos fuerzas narrativas del relato: la primera, la dice el editor forastero que llega a agitar al Boston Globe y a Boston; la otra, la usa el cardenal local que se ha encargado durante décadas de mantener las cosas como están. El resto de los personajes son caballos y sotas que recorren ese sistema y ayudan a entender el entramado y las tramas de sus instituciones.
Los periodistas de la película destapan las redes de encubrimiento tejidas en el interior de la iglesia católica para lidiar con una verdadera epidemia de pedofilia y también los tentáculos elongados hacia el exterior de la Iglesia para ocultar los abusos. Así, Spotlight enciende luces sobre la forma en que una religión puede atravesar a una sociedad democrática a todo nivel, desde los poderes políticos (en el film, sin rostro) hasta las amistades de los ciudadanos y también sus conciencias.
Igual de interesante es cómo el recorrido del film abarca a otras instituciones, apunta contra la burocracia judicial, denuncia hipocresías del negocio jurídico, y desde el inicio deja constancia de la corrupción policial.
Pero así como los dos extremos del relato son el cardenal y el editor, el tema de la película también incluye a la prensa como institución del sistema. Y aquí entra la distinción: Spotlight no es una película sobre el periodismo sino sobre su rol democrático.
El equívoco surge de que casi todo el argumento se despliega en torno a las “aventuras” de los periodistas. El film insiste en una visión romántica de la profesión, no muy distinta a la de Todos los hombres del presidente (estrenada en 1976, hace cuarenta años), en la que los reporteros, a fuerza de pasión, talento y esfuerzo individuales y compromiso emocional, se enfrentan al poder y desenmascaran a los malditos.
Esta nueva película es minuciosa al relatar las actividades de reporterismo(consulta a fuentes, entrevistas, documentos) que realizan los carismáticos periodistas (encarnados en celebridades como Michael Keaton, Mark Ruffalo y Rachel McAdams), pero lo hace con ese enfoque monopólico del periodismo en tanto Cuarto Poder o último garante de la transparencia del sistema democrático.
Spotlight es muy efectiva al andar ese vector: cuestiona a los medios como instituciones y apunta a su recurrente ineficacia para cumplir su función social y democrática.
En esa excelencia, Spotlight no es una película sobre el periodismo. El escándalo de los curas pedófilos fue publicado por el Boston Globe en enero del 2002, época agitada en la historia del periodismo, pero en el guión sólo hay guiños sobre el contexto económico y tecnológico en el que estaban incrustados los medios desde el cambio de siglo.
Se menciona la existencia de Internet como medio, se implica el estallido de las puntocom, las fusiones empresariales y las reestructuraciones internas. Sin embargo, las actividades y logros de los periodistas aparecen desprendidos de los marcos organizacionales que modifican sustancialmente a la profesión, en el día a día y en el largo plazo.
No está mal seguir valorando la actividad de la prensa como “perro guardián” del resto de los poderes establecidos, pero hay que insistir con que los periodistas normalmente se identifican y son identificados con otras funciones también valiosas (el servicio público informativo, el entretenimiento de las audiencias según sus intereses) y que su trabajo tiene origen y razones más allá de la política (el beneficio empresarial, la cultura tecnológica, los prestigios individuales) para evitar las comprensiones distorsivas del periodismo que son tan típicas de esta época.
De la investigación en Watergate a la de Wikileaks cambiaron muchas cosas en el periodismo, y hay muchas por cambiar. No es conveniente para el periodismo restringirse a los mismos mitos que levantan héroes que son excepciones en las complejas realidades de los medios.
Nada conocemos bien en la película sobre el pasado y futuro de la compañía y sus empleados. Es notable cómo el guión esquiva la biografía de sus personajes, por ejemplo, Ben Bradlee Jr., hijo del editor del Washington Postque desarrolló el caso Watergate.
Y, más notable aún, cómo oculta y modifica algunos datos clave sobre el Boston Globe. El diario ha sido cuestionado por su tratamiento de las noticias de abusos sexuales e, incluso, algunas de las escenas clave de la película, en las que los periodistas cuestionan su propio trabajo, fueron inventadas por los guionistas. Eso no está mal, ya que es un film sobre sobre las instituciones en el sistema democrático, y no sobre el periodismo.
CLARIN