El poder de las lolas. Sin siliconas, se muestran más y hasta se usan para protestar

El poder de las lolas. Sin siliconas, se muestran más y hasta se usan para protestar

Por Mariana Iglesias
El cuerpo, para la mujer, no es cualquier cosa, ni es una cosa. Mostrar sus tetas, enormes, pequeñas, caídas, estriadas, es una expresión de libertad. No es exhibicionismo, es gritarle al mundo que el cuerpo le pertenece, que hace lo que quiere con él, que decide sobre él. Las tetas siempre se han visto y usado como objeto de deseo, como anzuelo para vender desde zapatillas hasta perfumes, pero a su vez, deben esconderse para alimentar al bebé, o son censuradas por Facebook si se vislumbra el pezón. Que una mujer se quede en tetas se considera una provocación: siempre fue así, mucho antes de las redes sociales.
“Como fenómeno social es tributario de un proceso que comenzó en los 60, con el Mayo francés, con el hippismo. En la Argentina ese proceso se vio truncado porque había que luchar contra la dictadura, la liberación nacional se comió todo. Tuvimos un feminismo tardío”, explica a Clarín Virgnia Franganillo –socióloga, al frente del Parlamento de las Mujeres y creadora del Consejo Nacional de las Mujeres en los ’90–. “Ya entonces yo decía ‘vayamos todas en tetas al Obelisco’…. Y hoy me veo reflejada en estas jóvenes, en esta nueva ola del feminismo. Ahora los reclamos son contra la violencia, por la diversidad sexual, por el aborto”.
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En Europa ya son bien conocidas las mujeres de Femen, que usan su cuerpo desnudo como instrumento político para combatir a la sociedad machista. “Nuestras tetas son nuestras armas”, repiten las militantes de este movimiento “sextremista” fundado en 2008 por la ucraniana Inna Shevchenko, que se hizo famosa cuando, con su torso desnudo lleno de eslóganes, taló un crucifijo con una motosierra. Protestaba contra la detención y el juicio a las integrantes del grupo de punk-rock feminista ruso Pussy Riots, que habían dado un concierto en ropa interior en la catedral de Moscú contra Vladímir Putin. “Defendemos el nudismo agresivo. Nuestros pechos desnudos son nuestro instrumento de protesta política, la forma de difundir el mensaje feminista”, dicen.
Dos semanas atrás, en el cierre del Encuentro Nacional de Mujeres que se hizo en Mar del Plata, un grupo de mujeres se desnudó frente a la Catedral. Hubo incidentes con el Foro Nacional Patriótico, un movimiento ultranacionalista que apoya a los militares procesados por delitos de lesa humanidad y que es conocido por sus posiciones racistas y antisemitas. Con respecto a este hecho puntual, algunas feministas estuvieron en contra: “Siempre hay que tener en cuenta el contexto, y si es adecuado como símbolo de lucha”, argumentan.
“Los pechos al descubierto, como acto político, comprenden una ruptura con la pasividad impuesta por la ideología patriarcal en calidad de objetos sexuales para ser consumidos. De todo talle y forma, marchando con consignas escritas, o a teta lavada, interpelan el velo sociocultural que por siglos y milenios encorseta la libertad y la autonomía de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y su vida”, dice Valeria Fornes, de la Colectiva de Antropólogas Feministas.
Para Raquel Vivanco, coordinadora nacional del Movimiento de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), es importante resignificar la desnudez de las mujeres como decisión soberana: “Nuestra sociedad está acostumbrada a ver cuerpos de mujeres desnudas. En los medios de comunicación se nos exhibe como objetos de decoración o de deseo sexual de otros. Tan naturalizada está la imagen de las mujeres desnudas que nadie ve algo malo siempre y cuando esa desnudez sea parte de una estrategia de venta de un producto determinado. Asistimos como invitadas a una escena que no busca más que cosificarnos. Pero cuando somos las mujeres las que tomamos la decisión de disponer y exhibir nuestros cuerpos e intervenirlos para exigir derechos, muchos se horrorizan y nos denigran. En definitiva, lo que a veces no se tolera es que seamos nosotras quienes decidamos libremente sobre nuestros cuerpos”.
“Estar en tetas es un aullido, un grito de guerra. una gesta libertaria, una expresión emancipatoria, una provocación, sí, instalar el cuerpo en un espacio público es una desobedicencia”, dice Mabel Bellucci, activista feminista y queer.
“La gente debería entender que el feminismo hoy busca que hombres y mujeres sean tratados en igualdad de condiciones”, dice Lina Esco, autora del documental “Free the nipple” (“Liberen al pezón”).
“Visibilizamos las problemáticas de género a través de una producción artivista. Es decir que unimos arte y activismo como valiosas herramientas en pos de un objetivo: la transformación personal y social”, dicen Claudia Quiroga y Sandra Posadino, de la Asociación Civil Mujeres de Artes Tomar. Este año hicieron una hermosa campaña para el Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer que se llamó HABEMUS MAMA, que “reclama el respeto y la valoración del cuerpo de cada mujer en las distintas etapas y situaciones de la vida, su derecho a la salud en el sentido más amplio, con responsabilidad y autonomía, celebrando nuestros ciclos vitales y vinculándolos al juego, la alegría y la celebración de la vida”.
“Tapar o destapar: las distintas culturas, léase sus hombres, que son quienes establecen las reglas, exigen que las mujeres tapemos nuestras cabelleras, nuestros rostros, nuestros tobillos, nuestras tetas, una palabra innoble. Y que ocultemos lo que no les gusta (las arrugas, las canas), y que aumentemos lo que los provoca, con siliconas en tetas, culos -opina Monique Altschtul, de la Fundación Mujeres en Igualdad-. Hoy la protesta máxima es mostrar las tetas. Es un efecto efímero. Si todas lo hiciéramos todo el tiempo, a cualquier edad, a nadie le llamaría la atención. Siempre es más fuerte lo simbólico: un hermoso poema sobre las tetas es seguramente más intenso, más duradero que mostrarlas”.
CLARIN