08 Aug El impacto emocional de la infertilidad
Por Sebastián A. Ríos
Natalia recuerda que cuando llegó a su casa encontró a su marido llorando. Javier había abierto el sobre con los resultados del estudio que explicaba por qué, a pesar de haber estado buscando ser padres por más de un año, el embarazo no llegaba. El diagnóstico era terminante: el espermograma no había hallado rastros de las células que producen los espermatozoides.
“Fue una revolución a nivel pareja. Yo quería gestar un hijo y él quería tener un hijo conmigo; la única solución que encontramos era recurrir a la donación de esperma. Yo siempre había querido que mis hijos tengan los ojos azules, hermosos, de mi marido”, cuenta Natalia, que asegura que el acompañamiento psicoterapéutico que recibieron antes de someterse a técnicas de fertilización asistida fue crucial para aceptar una realidad tan difícil de manejar como es un diagnóstico de infertilidad.
“El no poder lograr un embarazo es una de las experiencias emocionales más difíciles que hay; duele tanto como la muerte de un padre -asegura el licenciado Darío Fernández, psicólogo especialista en medicina reproductiva del Cegyr-. Esto se debe a que es un problema médico que interrumpe un proyecto vital sumamente importante para la mayoría de las personas.”
Hoy, Natalia y Javier tienen dos hijos –Luna, de 2 años, y Lautaro, de casi 3 meses–, posibles gracias a la donación de semen para los respectivos tratamientos de fertilización asistida. Todos los pasos del tratamiento que permitió concebir al más pequeño de la familia Fasson fueron registrados en un reality show realizado por el programa Utilísima, que registra el sube y baja emocional que atraviesan las parejas que recurrer a la medicina para acceder a la paternidad.
Sin cobertura
Al diagnóstico se suman otros factores de no menor impacto emocional. Uno es que los tratamientos son caros y no son cubiertos por obras sociales ni prepagas –a excepción de unas pocas jurisdicciones (ver Por una ley nacional)–, lo que aleja aún más la posibilidad de gestar un hijo.
“El tratamiento que necesitábamos costaba 25.000 pesos, y era un sólo intento, con el 50% de probabilidades de embarazo”, cuenta Sandra Riera. Desde que tenía 16 años, en que recibió un diagnóstico de amenorrea primaria (ausencia de óvulos), Sandra sabe que no podrá quedar embarazada si no es a través de un tratamiento de fertilización con óvulos donados.
“Empezamos hace más de un año con un recurso de amparo ante mi prepaga y la obra social de mi marido, y todavía estamos esperando respuesta…”, dice Sandra, hoy embarazada de mellizos. Al participar del reality sobre fertilidad asistida realizado por Utilísima accedió al tratamiento en forma gratuita.”
Sandra recuerda lo difícil que era “ver el paso de los años, ver que todas las otras familias tenían hijos, y que nosotros para poder tener un hijo teníamos que pagar, y no teníamos la plata ni para un intento sólo. Entonces, todo era signo pesos para nosotros.”
Para cuando las parejas llegan al consultorio del especialista, decididas a iniciar un tratamiento de fertilización asistida, ya se han sucedido muchas instancias de alto impacto emocional. “Las parejas habitualmente llevan varios años de consultas y de fracasos con otros tratamientos. Eso hace que las parejas lleguen con una carga sentimental y psicológica importante, y suelen ver el tratamiento como la última posibilidad que les queda para lograr el embarazo”, dice el doctor Claudio Chillik, director científico del Cegyr.
“Hay que aprovechar el intento, pensábamos con Marcos, mi marido, porque quizás es el único y último”, recuerda Sandra. “Se pone en juego una expectativa inmensa: la esperanza se acompaña de ansiedad y de temor a que el tratamiento no funcione”, dice Fernández, y agrega. “Son parejas que enfrentan este desafío sin tener asegurado el resultado.”
El tratamiento en sí mismo introduce otro factor de inestabilidad emocional. “Utilizamos hormonas en los tratamientos, que hacen que la mujer esté más ansiosa, sensible e irritable, y hormonas y emociones son la misma cosa.”
“Es de suma importancia la atención desde lo médico y lo psicológico, que contemple todas las emociones en las distintas instancias de los tratamientos: el dolor del diagnóstico, la ansiedad de los resultados y la presión social del “¿y ustedes para cuándo?”, dice Isabel de Rolando, presidente de Concebir, ONG que brinda asesoramiento a parejas con problemas de fertilidad (info@concebir.org.ar).
LA NACION