25 Jan Guillermo, un debut especial: sin gritos, pero a la medida de sus gustos
Por Christian Leblebidjian
No pudo dar indicaciones en forma directa, pero se hizo escuchar por intermedio de Giovanni Bosi, DT de los juveniles de Palermo. Guillermo, vestido elegantemente con saco y corbata, siguió el partido desde el banco de los suplentes y con una libreta en la mano para anotar todo lo que sucedía en el encuentro. Estuvo en el banco, pero con bajo perfil porque todavía resta definir detalles de la habilitación de la Federación Italiana de Fútbol. Eso no impidió que en su debut oficial como director técnico de Palermo se sintiera protagonista en el 4-1 sobre Udinese, justo un rival directo por evitar el descenso. El Mellizo ya había estado viendo desde la platea la goleada sufrida ante Genoa por 4-0 en la fecha pasada, por lo que se puede decir que comenzó con el pie derecho en el calcio.
Está claro que recién lleva una semana de trabajo al frente de Palermo, pero aun así se pudo ver algunos conceptos de Guillermo Barros Schelotto en la victoria contra Udinese. Al Mellizo siempre le gustaron los sistemas tácticos 4-3-3 (sobre todo) y 4-4-2. Son los que más usó en Lanús, donde se inició en la carrera de entrenador. Pero ayer utilizó el 4-2-3-1, con la siguiente formación: Sorrentino; Struna, Goldaniga, Giancarlo González y Lazaar; Jajalo y Chochev; Hiljemark, Franco Vázquez y Quaison; Gilardino.
La primera diferencia respecto al Palermo que venía jugando fue que Barros Schelotto eliminó la línea de tres y dispuso cuatro hombres en el fondo, pero con laterales que se proyectaron, mucho más Lazaar (por la izquierda) que Struna (por la derecha). La línea de cuatro es algo que muy pocas veces el Mellizo toca. Ni siquiera cuando va perdiendo. En su debut, los principales sellos fueron un mayor orden defensivo (en el primer tiempo) y las salidas rápidas de contraataque, con un mediocampo de buen pie que trató de resolver a un toque en los metros finales. También la inclusión del veloz sueco Quaison, autor del primer tanto (golazo) y quien generó la asistencia del 2-0.
En el segundo tiempo, a partir de la diferencia, Palermo pasó a jugar 4-4-1-1, con tendencia al 5-4-1 y con Jajalo metiéndose entre los centrales y el argentino Vázquez más retrasado para lanzar pases largos y más centrales y directos para las corridas de Gilardino y Quaison. Allí, cuando intentó pararse más atrás, entre la línea del área grande y los 20 metros posteriores, fue cuando peor la pasó. Fue clave el arquero Sorrento, con atajadas muy buenas para frenar las once situaciones de gol que en la segunda parte tuvo Udinese.
Al estilo de cuando ganó la Copa Sudamericana en 2013 dirigiendo a Lanús con los puntas Lautaro Acosta, Santiago Silva y Lucas Melano, Guillermo buscó salidas rápidas y ataques con triangulaciones por las bandas, usando el ancho del campo. No por casualidad marcó de contraataque tres de los cuatro goles. También generó varios avances con laterales/centro al área, como provocaba con Maxi Velázquez/Pasquini y Araujo/Ayala.
Defensivamente, pensó un equipo “corto”, pero sufrió con los centros, aunque los laterales Struna y Lazaar (la figura de la cancha) respondieron muy bien con cierres y coberturas. Otra variable que impuso Guillermo: no hubo presión alta, sino que el equipo esperó en su campo y presionó en el círculo central. Pero cuando atacaba y perdía la pelota, sus jugadores cometían infracciones para cortar y evitar que al equipo lo sorprendieran de contragolpe. Como en Lanús, tampoco se interesó por ganar la posesión del balón (fue de 41%), pero sí generar peligro. En el ping pong de situaciones, fue… pero también sufrió. Palermo perdió en el rubro por 14 a 12.
En las pelotas paradas en contra mantuvo la marca hombre a hombre, más un libre (Gilardino) y otro tomando el primer palo (Chochev). También hubo dos rebotes (Hiljemark y Vázquez) y dejó uno solo para el contraataque (Quaison). Cuando reemplazó a Gilardino por Djurdevic y corrió a jugar de libre a Vázquez, llegaron un córner y el descuento de Thereau. ¿Casualidad?
Al equipo tampoco le faltó picardía para fabricar un tiro libre reclamando por una mano ni para generar una falta en beneficio propio. Por idiosincrasia, parece ser un lugar donde Guillermo Barros Schelotto no pasará inadvertido. En el fútbol argentino se propuso hacer de Lanús un equipo protagonista y ofensivo. En la mayoría de su estada lo consiguió. En este caso, antes de subir al avión hacia Italia, remarcó que no veía por qué debía cambiar. El contexto es distinto, ya que lo espera el desafío de salvarse del descenso. Ayer estuvo controlado, medido. Pero la primera protesta no tardará en llegar…
Afirman que Guillermo pidió como refuerzos a Guido Carrillo y Gustavo Gómez, central que conoce de Lanús. En el caso del ex de Estudiantes, sería su Palermo, su Martín Palermo. Da la impresión de que a su equipo le faltan peso y potencia arriba. Pero el de ayer, ante un rival directo por evitar el descenso, fue un buen punto de partida, con cosas positivas y otras para seguir trabajando. La base parece estar, como le gusta a Guillermo: con un equipo más corto y contraataques rápidos.ß
felicidad. Lo irradia al andar por los pasillos de la Bombonera. Es esa misma sensación que se transmitió en esa carrera desenfrenada hacia el banco de los suplentes donde señaló a uno de sus compañeros y después hizo gestos hacia un sector de los palcos simulando estar manejando un vehículo: “Le había dicho a Sara [Guillermo] que iba a hacer un gol y se lo iba a dedicar”, reconoció un exultante Pavón. Y agregó: “Hice una apuesta con el hijo de mi representante [Fernando Hidalgo] antes del clásico. Si yo hacía un gol, él me tenía que prestar el BMW por un mes”.
La felicidad de este pibe que fue descubierto por Humberto Grondona en la Liga cordobesa y que comenzó en el mundo de la pelota en Talleres de Córdoba, tiene una relación directa con lo que le tocó vivir hace un par de meses, en Mar del Plata, justamente ante River. Es que el 25 de enero último, en su primer superclásico, recibió un durísimo golpe de Lionel Vangioni que le provocó la fractura del quinto metatarsiano del pie derecho. Eso lo dejó afuera del equipo por 64 días. El 30 de abril regresó en un duelo ante Huracán.
“Desde que llegué a Boca fue lo mejor que me pasó. Estoy muy contento”, dijo en medio de una Bombonera desbordante. En su frase posterior dejó en claro que conserva su inocencia sin rastros de la histeria colectiva del fútbol. Por eso ante la TV se animó a cerrar su charla con una frase fresca: “Un saludo para mi familia y para todos los que me conocen”. Eso era para papá Walter, mamá Verónica y sus hermanos Rodrigo, Federico, Daniel y Lourdes, pegados a un televisor disfrutando de lo que le estaba pasando a Kichán, como lo conocen a Pavón en su pueblo natal.
El desembarco a Boca se hizo esperar, porque la entidad de la Ribera se lo quedó a cambio de 1,5 millón de dólares, en junio de 2014. Pero emigró rápido, ya que entró en una negociación en la que el club xeneize lo prestó a Colón de Santa Fe, para poder cerrar la contratación de Marcelo Meli, que era una de las figuras del conjunto sabalero. Y allí también fue importante Pavón, no por haber marcado cinco goles en 20 partidos, sino porque fue determinante en el juego del ascenso, ya que en el encuentro ante Boca Unidos, le cometieron el penal que abrió el éxito de Colón.
A los 19 años vivió la tarde perfecta, ingresó en el momento exacto, a los 22 minutos del segundo tiempo, en reemplazo de Carrizo y demostró que sabe muy bien cómo leer lo que pide el juego y qué pretende el entrenador Rodolfo Arruabarrena, que fue claro en su mensaje: “Le pedí a Cristian (Pavón) la misma función que a Pachi (Carrizo). Tenía que estar abierto. Y atento a las subidas de Vangioni. La idea era explotar los espacios que dejaba Vangioni o los cierres de Pezzella. El gol viene por el otro lado, y eso es inteligencia del jugador. Con el ingreso de Mayada lo hicimos tirarse por izquierda para que aproveche ese lugar”.
Ahora sus sueños se multiplican, porque hoy será convocado por Humberto Grondona para integrar el plantel que disputará el Mundial Sub 20 en Nueva Zelanda, entre el 20 del actual al 20 de junio próximo. Todo redondo. Seguro que Pavón nunca imaginó un capítulo así para su carrera. Con un gol a River, en la Bombonera y con un llamado a la selección. El personaje de la jornada, sin más.
LA NACION