Absenta: la moda del “licor maldito”

Absenta: la moda del “licor maldito”

Por Franco Varise
El “hada verde” está de vuelta. Más de cien años de proscripción fueron quizá la mejor promoción para que la artemisa absinthium reapareciera en bares y clubes porteños. También en fiestas exclusivas y en reuniones donde suele experimentarse con este elixir enigmático.
En Internet son furor las consultas acerca de cómo conseguir una botella importada o sobre la manera de elaborarlo de manera artesanal. Un halo místico rodea la historia de este “licor maldito” color esmeralda que tiene “sociedades” de seguidores y que se vende en secreto.
El absinthe, absynthe o absenta fue la ambrosía más popular entre los bohemios europeos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Vincent van Gogh, Edouard Manet, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Henri Tolouse-Lautrec, Charles Baudelaire, Ernest Hemingway, entre muchos otros, sucumbieron a los encantos y los excesos del “hada verde” ( fée verte). “La reina de los bulevares” le decían por entonces para agregar misterio a este brebaje creado en Suiza en 1792 por el doctor Pierre Ordinaire.
En realidad, se trata de un licor elaborado sobre la base de ajenjo, una de las hierbas más amargas que se conocen y con un gran poder antiséptico, que se utilizaba como conservante. Para contrarrestar su áspero sabor se mezcla con hierbas como angélica, coriandro, anís y mucho azúcar. Su porcentaje de alcohol varía entre los 55° y los casi 90° para mantener las propiedades del thujone (tuyona), compuesto psicoactivo al que se le atribuyó causar cuadros epilépticos y alucinaciones crónicas entre ajenjistas poco moderados.
En la Argentina el licor de ajenjo, muy distinto de la absenta importada que se bebe hoy, fue prohibido en 1907. El primer diputado socialista argentino, Alfredo Palacios, presentó un proyecto de ley para restringirlo, al entender que representaba una amenaza para las masas trabajadoras. El alto consumo en las tanguerías, cabarets y tugurios porteños había producido un fenómeno bastante extendido de personas con síntomas psicóticos.
“Sirva otra copa de ajenjo, si a nadie le importa si quiero tomar, porque esta noche la espero y sé que no ha de llegar” decía el popular tango “Copa de Ajenjo” de Juan Canaro y Carlos Pesce. Un hit de la época.
La prohibición en el país, de todos modos, apareció como un reflejo de una tendencia mundial ante los excesos bohemios. En casi todos lados el ajenjo quedó finalmente en el olvido.
The Greens Saints es un grupo de personas en Buenos Aires que se dedica a beber absenta. Combinan discusiones literarias y de cine acompañadas por este licor de alta graduación alcohólica. Leandro, uno de los miembros de The Greens Saints, comentó a LA NACION que la absenta más común en la Argentina es la Hapsburg, de origen inglés, que cuesta 250 pesos la botella. En los bares porteños la copa (chupito) cotiza entre 50 y 70 pesos aunque hay que solicitarla con claves secretas como “tanqueta”.
Como en un rito pagano, el líquido de un color verde casi fosforescente disuelve el terrón de azúcar colocado sobre una cuchara plana perforada. La absenta se cuela en la copa antigua con un tono verde lechoso. La deidad o el demonio, según prometen quienes lo beben, puede aparecer en cualquier momento. Pues, bien, al consultarle sobre las apariciones místicas, Leandro aseguró que nunca tuvo indicios ni de una cosa (Dios), ni de la otra (Diablo).
“Esta absenta está fabricada según regulaciones de la Unión Europea que aseguran su inocuidad en cantidades moderadas, pero hay que advertir que en lugares como Mendoza y Rosario empezó a fabricarse en forma casera y eso puede ser muy peligroso”, expresó Leandro.
Quien les vende la absenta a los Greens Saints le comentó a Leandro que hoy está saturado de pedidos. “Es como comprar historia, misterio, pero si sólo querés emborracharte hay opciones más baratas”, expresó.
En la misteriosa ruta de la absenta, LA NACION, dio con el vendedor. “¿Quiénes compran? Nosotros llevamos siete meses en el mercado y hemos vendido botellas a abogados, medicos, deportistas, gente grande y bohemios. Compran los curiosos. Venderse se vende como pan caliente”, dice.
En 1988, la Unión Europea levantó la restricción sobre la producción de absenta, aunque en algunos países no puede comercializarse de manera interna. En Francia, donde este licor tuvo la mayor cantidad de adeptos, comenzó a discutirse en abril pasado el levantamiento de la prohibición. Hay varias marcas que la elaboran sólo para la exportación.
Consecuencia de un crimen
En un conocido ensayo, Phil Baker sostiene que la restricción apareció a raíz de un crimen. Un campesino suizo mató a su esposa embarazada y a sus dos hijas bajo los efectos de esta bebida. Al tiempo se descubrió que el hombre bebía cinco litros de vino por día además de algunas pocas copas de ajenjo. En República Checa y en España nunca dejó de beberse ni de producirse. En Praga existen bares exclusivos con distintos tipos de absinthe. Hay que aclarar que en la Argentina la prohibición está incluida en el artículo 1123 del Código Alimentario Nacional (CAA), donde se especifica cuáles son las limitaciones de venta. O sea que el consumo o la tenencia no está penada por la ley.
Ante la consulta de LA NACION, María Luz Martínez, jefa de gestión técnica del Instituto Nacional de Alimentos (INAL), recordó que ninguna bebida con extractos de ajenjo está autorizada en el país, aunque reconoció, de todos modos, que en la última reunión del Mercosur se presentó una nueva lista de “aromatizantes” donde aparecía el ajenjo. “Eso no quiere decir que se apruebe en el país porque debería autorizarse en la Comisión Nacional de Alimentos; estamos hablando sólo de aromatizantes”, dijo la funcionaria, aunque no sería extraño que las regulaciones se flexibilicen dentro de un marco legal explícito. La tendencia de hace 100 años es, esta vez, a la inversa.
LA NACION