No es ficción, es historia

No es ficción, es historia

Por Belén Fernández
Juegan a ser detectives, investigan, se cuestionan y hasta hacen trabajos de periodistas. Ellos llevan la realidad a la ficción, son escritores del género policial y a través de sus libros manejan el suspenso y hasta encuentran culpables en donde la Justicia no los halló. “Cuando leo las noticias y hay algo que me conmueve y al mismo tiempo me intriga, es cuando decido comenzar a investigar la historia detrás del crimen o del hecho en sí”, contó Luis Beldi, periodista y escritor, quien se inspira en los acontecimientos policiales para encontrar su historia oculta, como en su último libro “El robo del siglo”, basado justamente en el espectacular golpe al Banco Río de San Isidro.
La investigación y las entrevistas son la esencia en este género. Un sinfín de relatos arma una historia, una historia que estuvo en la primera plana de los diarios y que dos, tres o cinco años después el escritor decide contar, pero con agregados que nadie reveló antes. La clave de las novelas de no ficción es que lo que se Acciona es lo que los personajes sienten o piensan, ése es el valor agregado que deberá darle el escritor a la historia.
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“Trato de investigar mucho, para luego olvidarme de toda esa información. Así, los datos se articulan con naturalidad en la realidad de la trama”, explicó Ernesto Mallo, periodista y escritor, y fundador de la Semana Negra de Buenos Aires, el festival internacional de novela policial de la Ciudad, donde el crimen real se mezcla con el crimen de ficción. “Al entrevistar a los protagonistas o testigos de nuestra historia es necesario que estemos muy atentos, porque lo que te están contando en una hora son sucesos que duraron días o hasta meses y que con el paso del tiempo van adornando en su narración. Es difícil llegar a hechos puramente reales”, sostuvo Beldi en un diálogo con Ámbito Premium.
Otra de las herramientas que utilizan los escritores y que se convierten en indispensables a la hora de armar sus historias son los diarios y las revistas. “Lo interesante es ver cómo se fue desarrollando la investigación; nosotros escribimos la historia cuando, en general, ya está resuelta, pero los periodistas van armando las crónicas en el día a día, sin saber cómo va a seguir el caso”, afirmó Beldi. Los artículos periodísticos sirven como una línea del tiempo para ordenar los hechos y hacer que el relato sea coherente con la realidad.
“Ya con las fechas claras, aporramos los diálogos, que se basan en la historia que nos cuentan los protagonistas”, agregó Beldi. Ante esto, Mallo explicó: “Uno se forma una teoría de cómo sucedieron las cosas en base a lo que se sabe. En ese caso, el autor funciona como un detective que reconstruye el crimen que investiga”. No hay duda de que en estas novelas el morbo suma, pero los escritores son cuidadosos. “Nunca hay que inventar detalles morbosos, pero si existieron y lo sabemos, hay que ponerlos en el relato, porque lo enriquecen y suman”, dijo Beldi.
¿Pero qué es lo que no puede faltar en una narración policial? Sin lugar a dudas, un crimen, que es la base de la historia; un personaje clave, que muchas veces es quien aclara el hecho; un paisaje donde desarrollarlo y un lenguaje apropiado para la narración. “En la cárcel se maneja otro lenguaje, que sólo se va decodificando al hablar con los presos”, detalló Beldi. Históricamente, en la penitenciaría manejan un código diferente; como en el lenguaje de los sordos, se hacen entender a través de los gestos, una forma de evadir a los policías. ‘“Tocar la guitarra’ o ‘saltar los techos’ son terminologías que fui aprendiendo dentro de los penales. Esto último significa que habrá un desafío de pabellón a pabellón”, recordó Beldi. Hacerse entender y ganarse la confianza de sus entrevistados es básico para que éstos se sientan cómodos y se dispongan a contar detalles que nunca habían revelado y que harán rica la historia.
Entrar al mundo carcelario no es una tarea sencilla, pero tampoco imposible. “Nunca tuve que dejar un libro a medio hacer por no conseguir testimonios o entrevistas; es difícil, pero siempre se logra”, dijo Beldi, quien consiguió entrevistar hasta a un prófugo de la Justicia. El escritor ejemplificó: “En el caso Schoklender tuve serias dificultades, pero realmente valió la pena, ya que logré una historia atrapante. Gracias a los diferentes testimonios pude descifrar la personalidad de Pablo, que en realidad era el más temible de los dos, porque hacía un juego muy perverso poniéndose en un papel constante de víctima”.
Todos los escritores de este género tienen claro que la primera obligación de una novela policial es entretener. “Me interesa provocar la complicidad del lector. Que me ayude a construir la trama, a terminar los personajes, porque yo escribo novelas incompletas y es el lector quien debe terminarlas cuando las lee”, sostuvo Mallo. “Antes, el lector buscaba que se hiciera justicia, pero ahora busca que el delincuente se salga con la suya”, concluyó.
Aquellos que dedican sus días a escribir género policial lo colocan como el más atrapante y el más completo, que sitúa al escritor en otro plano. “Cada género tiene su atractivo para el público que lo sigue. Lo que puede ser muy atractivo para un lector de novelas fantásticas puede no serlo para otro de románticas y así sucesivamente. Sólo hay tres géneros de literatura: buena, mala y mediocre”, aseguró Mallo.
Los escritores no sólo se ponen en el lugar de la víctima, sino de quienes cometieron los crímenes o delitos. Eso se consigue tras un trabajo intenso y una relación estrecha con las fuentes de información, que, en la mayoría de los casos, están pagando su condena en prisión. “Al principio me sorprendía descubrir la mirada perdida de los presos, de aquellos que están encerrados por delitos realmente graves. Es como si no existiera una conexión entre la mirada y el alma”, cerró Beldi.
Y es ésta la tarea más compleja para los escritores: encontrar la parte más humana en quienes han cometido actos inhumanos.
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