La sofisticación de lo hecho a medida

La sofisticación de lo hecho a medida

Por Evangelina Himitian
Usar una fragancia tan exclusiva que fue diseñada por uno mismo con la asistencia de un perfumista. Viajar a Mendoza para ser parte de la cosecha de olivas y de la elaboración del aceite con el que se va a condimentar las ensaladas. Convidar a los invitados con un vino de cosecha propia. O construir una moto Harley Davidson al gusto de uno, desde el motor.
Son alternativas que están disponibles en el mercado local, en donde el súmmum son los productos personalizados, en los que el valor agregado es uno mismo.
Fueguia es un laboratorio de perfumes que se instaló en Palermo hace pocos meses. El lugar es una cava de aromas. Más de 10.000 esencias se conservan en distintas pares bajo rótulos diversos. Yerba mate, albahaca, ámbar, ciprés… hasta el infinito. El responsable de este rincón excéntrico es Julián Bedel, un ex yeti de Internet en la década de 2000, manager de marcas como el Faena y el Teatro Colón, entre otros. Hace poco más de un año se asoció con Amalia Amoedo, nieta de Fortabat, para lanzar en Buenos Aires un laboratorio de perfumes como los que existen en París.
Allí se elaboran fragancias, esencias y velas. Los clientes pueden desarrollar un perfume a medida. Este servicio cuesta desde 1800 dólares y depende de los componentes. Un perfumista entrevista al cliente acerca de sus gustos. El experto aportará un diagnóstico de qué elementos sirven para definir el carácter de esa persona. Después, juntos, empiezan a combinar los componentes.
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Un perfume puede incluir entre 40 y 160 notas. Además de elegirlos y reunirlos, hay que dejarlos evolucionar para determinar cuál ensamble se ajusta más a lo que la persona está buscando. Así, el proceso puede llevar varias semanas de entrevistas y trabajo en laboratorio. Una vez encontrada “la fragancia”, se le pone un nombre y se patenta la fórmula dentro del laboratorio. El servicio incluye tres perfumes de distintas concentraciones y un perfume sólido. Volver a comprar su perfume exclusivo a partir de la fórmula maestra costará sólo el 10 por ciento.
Hace unos meses, una millonaria neoyorquina los contrató con un requerimiento muy particular: quiere un perfume con olor a caballo. “Es todo un desafío. No sólo busca el olor al animal, sino la experiencia que vive cuando monta. Tiene que tener notas saladas por el sudor, agrestes, por el olor al pasto, ahumado, por el campo, entre otras cosas. Un perfume transporta la mente a un determinado lugar en forma subliminal”, asegura Bedel.
El gastrosexual es ese hombre con perfil de metrosexual que suele agasajar a sus invitados con platos de su autoría. Por estos días tiene una nueva vuelta de sofisticación. Cuando los tiene sentados a la mesa, va hasta su cava y sorprende con una botella que no sólo lleva su sello sino que es el pie para contar que es dueño de una pequeña parcela de un viñedo en Mendoza y que unas cuantas veces al año hace un lugar en su agenda para elegir cepas, plantar vides, evaluar la evolución del vino que se añeja en barricas y que, sin duda, marzo o abril lo tiene reservado para ser parte de la vendimia.
Esta es una posibilidad que brinda Vines of Mendoza, un barrio cerrado que está a 100 km de la capital provincial y a 5 km de la Cordillera y que ofrece a sus habitantes ser dueños de un viñedo de entre 1 y 4 hectáreas. “El 80% de los propietarios son hobbistas. Personas que realizan su producción personalizada de vino de alta gama para consumir con su entorno, con una producción anual de 300 botellas”, explica Pablo Giménez Riili, gerente del proyecto que comenzó en 2007.
Vines of Mendoza ya tiene unos 100 propietarios, a quienes les ofrece un servicio de asesoramiento en todo el proceso: desde la plantación hasta el envasado. “Tenemos el laboratorio diseñado para ser usado por pequeños productores. Las primeros dueños, tuvieron su primera producción en 2010, con un balance muy positivo”, explica Giménez Giili. Una casa con viñedo en la Cordillera cuesta desde US$ 200.000 dólares.
La sofisticación de los productos personalizados alcanza incluso a la posibilidad de construir una Harley Davidson desde cero. “O sea, desde el motor”, explica Leandro Torrentegui, responsable de RGM Custom Bikes, la empresa número uno en customización y construcción de motos de alta gama del país, que tiene su local en Vicente López, un multiespacio inspirado en la década del 60 con distintos amenities.
Allí, con una inversión de unos 30.000 dólares se puede construir una moto al gusto propio. “En el país hay unas 6000 Harley. Pero hoy, todos quieren personalizarla, porque así es le historia de estas motos. Después de Vietnam, los soldados volvían a casa con motos, que venían con faltantes de partes. Por eso, empiezan a hacerle modificaciones. Hoy, la personalización pasa por el color negro mate. Pero después, cada uno la construye a su gusto”, explica.
EL ACEITE, DESDE EL OLIVO HASTA LA MESA También en Mendoza, bodegas Zuccardi tiene un programa para aquellos que aman ser artífices de los productos que consumen: el programa “Vení a cosechar tu propio aceite”, que se realiza en la Casa del Visitante, en la Finca Maipú, a 40 km al sudeste de la capital provincial. “El visitante participa de un programa que consiste en ser parte de la recolección de olivas, así como en el proceso de molino, por el que se convierte en aceite”, explica Miguel Zuccardi. Al finalizar, la persona se lleva una botella de aceite elaborado con las aceitunas que él mismo cosechó. Cuesta 320 pesos e incluye el almuerzo.
LA NACION