Lo que significa el llanto de un bebe

Lo que significa el llanto de un bebe

Por Maritchu Seitún
El llanto es la forma más sana que tienen los bebes de manifestar su incomodidad; las alternativas serían no llorar, pero ensimismarse, es decir, retirarse hacia adentro y desconectarse para no sufrir y no pedir nada, o rendirse (tras haber llorado hasta el cansancio) y dejar de hacerlo cuando no encuentra respuesta en el entorno. Como sea, las dos son muy complicadas para su futura evolución.
¿Qué cosas molestan a un bebe? El hambre, el frío, el calor, el sueño, la necesidad de mimos, la incomodidad, el aburrimiento, la soledad, el dolor de panza, el exceso o la falta de estímulos, etcétera.
Con su llanto convoca a quien lo cuida para que lo ayude a resolver su molestia.
BEBE-llorando
Una mamá sana conectada con su bebe, en poco tiempo reconoce la diferencia entre los distintos tipos de llanto y puede aliviar su incomodidad y atender sus necesidades, y resultar entonces una mamá “suficientemente buena” para su hijo (maravilloso concepto de Donald Winnicott). Y lo mismo ocurre con el papá que se toma el tiempo para hacerlo.
Pero las cosas pueden complicarse por muchas razones, y sería imposible mencionar todas. Veamos algunas:
A veces la madre no logra sintonizar con facilidad con su bebe y decodificar lo que le pasa, ella se angustia, pierde la calma y la confianza al no poder calmar su llanto, y empieza a actuar por ensayo y error, en lugar de seguir tratando de entender hasta finalmente lograrlo, y por ese camino recuperar la confianza en sí misma.
O alguna dificultad funcional en el bebe que lleva tiempo descubrir, como reflujos, alergias, hipersensibilidades, etcétera, con el paso de los días puede desanimar a la mamá y hacerla sentir que no puede o no sabe.
Otras veces los consejos que recibe la mamá terminan aturdiéndola y deja de escuchar lo que su corazón le dice y atiende en cambio al “no lo alces tanto que se va a malcriar”, “que aprenda a esperar”, “ese bebe te está manejando”, “llora para llamar la atención, no le hagas caso”.
En algunas ocasiones se le cuelan a la madre temas muy antiguos de su historia personal, anteriores incluso al uso de la palabra, de cuando ella era bebe y su propia mamá podía y sabía calmarla, comprenderla, sostenerla, hacerla sentir segura y cobijada, o no podía o no sabía hacerlo. Es parte de aquello que los psicólogos llamamos “no sabido-no pensado”, que de alguna forma define las acciones actuales de las personas por cuestiones remotas que no recuerdan con palabras.
Lo cierto es que hay tiempo para educar y durante los primeros tres meses, los bebes no se malcrían (e incluso podrían ser seis esos meses). En el embarazo estuvieron mecidos y envueltos dentro del cuerpo de su mamá: lleva tiempo y muchas experiencias cortas y placenteras que se acostumbren a pasar ratos en el moisés, la cuna, el huevito o en el piso, y que descubran lo fascinante que es el mundo físico y el entorno humano a los que se incorporan.
Durante ese corto, pero largo, período de adaptación, los bebes necesitan alguien que esté siempre disponible para calmar su llanto y sus miedos, atender sus necesidades, comprender lo que les pasa y ayudarlos a regularse, de modo que ellos vayan descubriéndose también como buenos comunicadores y de a poco vayan aprendiendo a regularse a sí mismos.
Por supuesto, las madres no pueden hacerlo solas. De la mano de su pareja, y pidiendo y aceptando la ayuda de su familia y del entorno cercano, en general, arman un sistema de cuidado para la díada madre-bebe que apoye a la madre en su tarea, de modo que el bebe conozca, confirme y confíe una y otra vez en esa presencia adulta que cuida y sostiene.
LA NACION