25 Nov Nueve veces quiero: la insistencia de los chicos para lograr lo que desean
Por Lucila Rolón
Una tarde, camino al médico con sus dos hijos, Mariela Santucho, de 33 años, quiso desaparecer del mapa cuando Marcos, de 7 años, salió corriendo, cruzó la calle con la mirada fija en un enorme ejército de Transformers y se metió directo en la juguetería. Tomás, de 4, fue detrás de él. Cuando Mariela entró en el local, Marcos abrazaba a uno de los muñecos originales y corría por los pasillos en busca del resto. No le cerró la propuesta de elegir otro juguete, uno nuevo, uno que le durara más. Tanto que al final cedió sin llevarse nada: porque Marcos quería ese Transformer, no otro.
La mayoría de los chicos de hoy saben perfectamente lo que quieren. Y lo exigen con vehemencia: un estudio elaborado por el Observatorio de Tendencias de la consultora Trendsity sostiene que los chicos de entre 6 y 12 años insisten, en promedio, nueve veces para obtener lo que desean.
La posibilidad de sorprenderlos queda diluida en el acceso que tienen a Internet, los canales de televisión infantiles y sus kilométricas tandas comerciales.
El mercado los interpela como consumidores desde que son niños, mientras que los adultos diseñan estrategias para darle batalla y preservar la infancia como si fuera un tesoro en disputa.
Pero no solamente se trata del apasionado deseo de los niños por obtener juguetes y tecnología. “Los chicos inciden en las decisiones de sus padres también a la hora de elegir un destino para salir de vacaciones, para elegir los dispositivos tecnológicos que finalmente llegarán al hogar o los alimentos y las bebidas que va a consumir la familia”, señala Ximena Díaz Alarcón, una de las directoras de la consultora.
Esta tendencia en los niños surgió hace ya unos diez años. “La demanda de hacer valer lo que quieren aparece en los chicos antes de tiempo; solía empezar en la adolescencia y ahora se da prácticamente desde que pueden hablar”, explica Díaz Alarcón
Y no es casual. Los anunciantes saben, desde hace tiempo, que lo han logrado: los chicos son activos consumidores de muchas categorías y, alrededor de ellos se genera una gran actividad económica.
Saben que a muchos padres les resulta difícil oponerse a las peticiones de sus hijos. Y en muchos casos, porque tanto chicos como adultos consumen los mismos tipos de productos.
La especialista en educación y profesora en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y en Flacso, Patricia Redondo, sostiene que si los chicos tienen mayor claridad respecto de lo que quieren no es debido a su propia subjetividad.
“El mercado se dirige a ellos para generarles deseos de consumo -manifiesta Redondo-, interviene en todas las experiencias infantiles heterogéneas. Su dinámica se da en las distintas clases sociales desde diferentes formatos de comunicación, según el acceso que las familias tengan, por ejemplo, a Internet.”
En este contexto, las marcas compiten porque les cuesta destacarse entre tanta oferta: “Años atrás llegaban a los chicos a través de la televisión -dice Díaz Alarcón-. Hoy es Internet quien los tiene más cerca. Según estudios que hemos hecho, para los chicos, si una marca no está online, no existe”.
Y agrega: “Ellos mismos averiguan en Internet dónde está lo que quieren a través de canales que les resultan creíbles, y les avisan a sus papás dónde tienen que ir a comprarlo. Los que tienen más de diez años dejan de ir a las jugueterías porque lo que quieren está en otros lados, por ejemplo, la tecnología”.
Ronit Bircz es directora de Marketing de City Kids, la juguetería que sus padres fundaron hace más de veinte años, tiempo después de haber inventado las famosas valijitas rosas de Juliana. “Así como a los diez años dejan de entrar a la juguetería -argumenta ante la consulta de LA NACION-, empezaron a aparecer juegos para bebes que no existían, como los gimnasios de estímulo. Ahora todo empieza y termina antes.”
Bircz también sostiene que en los adultos se percibe la presión del mercado por intermedio de los niños para que compren tal o cual cosa: “Si un chico vio algo en la tele y lo quiere, llega a la juguetería y lo busca directamente. Si los papás no se lo compran es por motivos muy puntuales como que es caro, muy grande e incómodo para guardar, o con miles de piezas para ensamblar”.
Efectivamente, cuando Mariela Santucho termina con sus hijos en alguna juguetería, piensa en esos términos: “Mis chicos, por suerte, tienen un montón de juguetes que les regala toda la familia. Trato de explicarles que no es necesario ir por más. Que a veces es más de lo mismo. Pero parece que nada los satisface y también intento explicarles eso de que no saben disfrutar de lo que tienen”.
Pero es claro que los niños entienden los mensajes de sus mayores porque de nada sirvió que Marcos corriera hasta la caja y pataleara frente a los empleados y frente a la fila de clientes cuando se dio cuenta de que debía dejar los Transformers que quería llevarse. Mariela le pidió que soltara la caja, que volviera a su lado y le recordó en tono airado que era un juguete muy caro y que, además, ya tenía muchos similiares.
Pablo Larré (42) tiene tres hijos, de 11, 8 y 6 años. Para él se trata de una negociación constante, un tira y afloja hasta que una de las partes se cansa. “Te toman el tiempo. Te piden algo, les decís que no y les explicás por qué. Se van, vuelven a la media hora y te lo piden de nuevo, les volvés a decir que no, dos horas después vuelven a insistir con cara de perritos mojados, y así sucesivamente hasta que llegan a tu límite. ¡Aunque los míos son capaces de sostener esta tortura durante semanas!”, dice.
La profesora Redondo hace foco en el papel de los mayores frente a la insistencia de los más chicos en obtener lo que quieren: “La infancia no surge de la nada, se genera -afirma-. Los adultos tenemos que asumir nuestro rol como tales y ofrecer a los chicos distintos repertorios culturales, otros mundos para explorar donde haya vínculo afectivo, naturaleza, pausas, espacios compartidos. Todo aquello que no pase por la oferta y la demanda. Si solo les ofrecemos el consumo produciremos pequeños tiranos que van a querer siempre más y más”.
LA NACION