Lomu, el gigante que nadie olvidará

Lomu, el gigante que nadie olvidará

Por Jorge Búsico
Hay un episodio que inmortalizó a Jonah Tali Lomu : Nelson Mandela sólo se detuvo en él a la hora de saludar a los neozelandeses en la épica final de la Copa del Mundo de 1995. El líder sudafricano sabía que la victoria de los Springboks no iba a ser posible si no se neutralizaba de alguna manera al gigante que venia de pisar ingleses en la semifinal. Mandela lo miró fijo a los ojos, le sonrió, le dijo un par de palabras y siguió con el All Black de al lado. Lomu quedó paralizado. “Tuve la imagen de Mandela dándome vueltas por la cabeza durante todo el partido”, contó años después. La trama está contada en “El factor humano”, el libro escrito por John Carlin, y la escena aparece la película Invictus, en la cual Lomu es el único jugador mencionado de los All Blacks.
La estrella del hombre que hizo brillar al rugby cuando tenía apenas 20 años, se apagó ayer, 20 años después. El síndrome nefrótico, una grave afección a los riñones que justamente se la diagnosticaron en 1995, terminó con su vida, que en los últimos tiempos la transitó de internación en internación.
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Lomu cambió el biotipo del wing y popularizó el N° 11 y el jopo minúsculo en lo alto de su calvicie. Todo en muy poco tiempo y sin haber ganado un Mundial. Por eso ha sido tan grande. Debutó en el seleccionado de su país en 1994, en la serie con Francia, con 19 años y 45 días, y concluyó su trayectoria con los All Blacks en 2002, tras jugar 63 tests y anotar 37 tries.
En un deporte que en ese entonces no tenía el alcance universal que florece en estos días, Lomu trascendió al rugby. Fue, quizás, el primero que lo hizo. Lomu era rugby. Era, especialmente para los más chicos, el imán para acercarse al rugby. No existen estadísticas, pero deben ser de a miles los que empezaron a pasar la pelota ovalada gracias a él. Esto se pudo comprobar en todas las ocasiones en las que visitó la Argentina, como jugador o por cuestiones comerciales. Por ejemplo, en enero de 2001, en el Mundial de Seven de Mar del Plata, en el cual se consagró campeón en el momento cumbre de su carrera. Él fue la gran atracción y, claro, el hombre imposible de detener.
Nacido el 12 de mayo de 1975 en un humilde suburbio de Auckland, su infancia y adolescencia no fueron sencillas. Pasaba más tiempo en las comisarías que en su casa. Hasta que encontró al rugby. Allí fue donde pudo descargar la energía y la rabia que habitaban una masa de músculos de 1,96m y 120 kilos. Primero pasó por el Rugby League, el de 13 jugadores, donde supo afinar la velocidad y la habilidad.
Ese diamante en bruto luego pasó al Rugby Union. En 1993 descolló en el Mundial M19 y al año siguiente lo hizo en el M20. Desde allí saltó a los All Blacks y desde allí a la Copa del Mundo en Sudáfrica. No hay registro aún de una aparición tan extraordinaria. Big Jonah fue una aplanadora. Era darle la pelota a él y saber que si no era try suyo, le tocaba a un compañero.
El fenómeno se consagró en la semifinal de aquel torneo. En Newlands, Ciudad del Cabo, ante Inglaterra, ante 51 mil personas. Fueron dos tries de otro mundo en ese momento. Sobre todo el segundo. Pum, y un inglés al suelo. Pum, y otro más. Hasta que quedó el fullback, Mike Catt, como último hombre. Lomu lo pasó por encima. ¡Sí. Lo pasó por encima! Es un try para verlo una y otra vez y preguntarse si eso es verdad. Es un try de leyenda. Los ingleses lo colocaron entre los 20 momentos más espectaculares de la historia del deporte.
Mandela vio en su casa las imágenes de ese partido y, especialmente, de ese try. Y se dijo a si mismo: algo hay que hacer con ese hombre. Con ese hombre que podía arruinar el plan. Con el único que era capaz de ponerle fin al sueño de la unidad sudafricana. ¡Tan grande fue Lomu!
Los All Blacks y su jugador estrella fueron por la revancha en la Copa del Mundo de 1999. Y allí otra vez fue imparable. Uno de sus tries en la semifinal con Francia, en Twickenham, es de cuento. Frenaba y arrancaba bajando rivales, topeteándolos, llevándoselos puestos. Él no mereció perder ese partido. Hizo todo para ganarlo, pero los neozelandeses se quedaron de nuevo sin el título.
Esa fue su última gran aparición. Hizo 15 tries en dos Mundiales. Récord que igualó el sudafricano Bryan Habana en Inglaterra 2015, pero tras jugar tres torneos. El destino quiso que esa marca no fuese quebrada.
A partir de 2000, su problema en los riñones lo alejó de las canchas. En 2002 debió iniciar un tratamiento de diálisis y unos meses más tarde los médicos le indicaron que si no recibía un trasplante, iba a pasar el resto de sus días en una silla de ruedas. En 2004 recibió un riñón donado por Grant Kereama, un presentador de una radio de Wellington. Luego de ser trasplantado, Lomu intentó volver a las canchas, después de haber brillado antes en los Blues, los Chiefs y en Hurricanes. Probó en Cardiff Blues y en Marsella, pero apenas pudo jugar 13 partidos.
En 2011 fue el emblema de la Copa del Mundo en su país. Participó de la ceremonia inaugural, pero a los pocos días volvió a ser internado. Su cuerpo había rechazado el trasplante. Se temió que se muriera durante el torneo. Pese a que dijo que iba a estar en la final “aunque tengamos que pedir una ambulancia que me lleve por el túnel”, no pudo asistir.
Cara de bueno, siempre de buen humor, sencillo, sin aires de divo, Lomu tuvo una agitada vida sentimental -tres matrimonios, uno con la que era la mujer de un compañero suyo- y un imán para las empresas. Fue, precisamente, el protagonista para una compañía de cerveza de una de las publicidades más mediáticas en la última Copa del Mundo. Y estuvo dando vuelta por los estadios ingleses.
En el año en que terminaron de dominar al mundo, los All Blacks sufrieron dos golpes durísimos. Primero, la muerte de Jerry Collins, atropellado en una autopista de Francia. Ahora, la partida de Jonah Lomu, el wing que marcó un antes y un después en el rugby.
LA NACION