Avignon, un puente hacia la historia europea

Avignon, un puente hacia la historia europea

Por Eduardo Pogoriles
Situada en el corazón de la región de Provence, en el sudeste de Francia, Avignon tiene una imagen típica. Es “la ciudad de los papas y el teatro”, por el Palacio de los Papas –allí se alojó la corte pontificia en el siglo XIV durante los conflictos con Roma– y también por el Festival de Teatro de Avignon creado en 1947 por Jean Vilar, una personalidad clave en la cultura francesa de posguerra.
Consagrada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, Avignon deslumbra primero por su arquitectura. Es que en la Edad Media y aún después –hasta que Francia anexó la región en 1791– la ciudad fue una inmensa obra en construcción. Se levantaron palacios para alojar a los cardenales, embajadores, obispos y altos funcionarios papales. Por eso, “caminar la ciudad” es uno de los grandes placeres. Pero, además, está el “arte de vivir”: dicen que en Avignon maduró la cocina provenzal y eso se nota, por caso, en los puestos y restaurantes del mercado popular de Les Halles, donde viene a la mente aquella frase de Charles De Gaulle “¿cómo gobernar un país con más de 246 clases diferentes de quesos?”.
Y claro, están los museos que atesoran arte medieval, renacentista o moderno. Y las excursiones a la Provence que salen de aquí: cruceros por el río Ródano, pueblos en las alturas de la montaña Luberon y campos de lavanda de la región de Vaucluse. Por todo esto, Avignon es “la escapada de fin de semana” para quienes llegan de París, Barcelona, Marsella o Lyon. En julio, pleno verano, Avignon se transforma en un gran escenario por el Festival de Teatro. En 2015, en este festival se presentaron 40 grandes espectáculos y otros 1.300 en el off Avignon , con 8.000 artistas de 27 países. Claro que el resto del año la ciudad vuelve a su ritmo tranquilo, a las callecitas sombreadas de plátanos, a las tiendas que cierran al mediodía y las islas junto al Ródano que invitan a un descansado picnic bajo el sol.

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Viaje en el tiempo
Las murallas que rodean el casco histórico de Avignon y las puertas que se abren ante la Rue de la Republique –la avenida que lleva hacia el Palacio de los Papas– se imponen apenas el visitante baja del tren en la estación Avignon Centre. Es que esos cuatro kilómetros de murallas eran el primer obstáculo en el camino hacia el mayor palacio gótico de Europa, donde se alojó la corte pontificia entre 1305 y 1403, cuando la iglesia católica fue gobernada por papas franceses en lucha con otros papas nombrados en Roma. En esa corte se refugió por un tiempo el poeta italiano Petrarca –su amada Laura está enterrada en Avignon– y también trabajaron pintores exquisitos formados en Siena, como Simone Martini y su discípulo Matteo Giovanetti, responsables de frescos de la catedral y el palacio papal.
CLARIN