“Sé del Trinche Carlovich más que él de su propia vida”

“Sé del Trinche Carlovich más que él de su propia vida”

Por Roberto Parrottino
Daniel Console -periodista, 60 años, una especie de antropólogo del fútbol de ascenso- se dijo que no podía contar con Tomás Felipe Carlovich el segundo día que volvió a marcar el número de celular del que lo había llamado y lo atendió un vecino del barrio 7 de Septiembre.
-Naaa, ¿el Trinche? Iba por la vereda, me pidió prestado el teléfono para hacer un llamado y me lo devolvió enseguida.
En Villa Lynch, en la cancha de UAI Urquiza, su segunda casa, Console dice ahora que podría escribir otro libro con las peripecias de Carlovich y su estela en los siete meses de investigación que le demandó El Trinche Carlovich, el séptimo era duende, un trabajo artesanal de 300 páginas que, sin proponérselo, desmitifica, en parte, la figura de la leyenda rosarina. “Con él -cuenta Console mientras se sienta en la tribuna de madera- habré hablado este año 25 minutos en tres llamados que me hizo. Es medio linyera.”
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-¿Qué te impulsó a escribirlo?
-Los mitos. Eso es lo que me manijeó en el último tiempo, porque de fútbol ya había escrito tres libros. Tanto escuchar cosas que no eran ciertas, y que el tipo por el perfil bajísimo no abrió la boca, no se quejó, nada… Un día, en reunión de periodistas, salió la comparación. Que Messi, que Maradona, que Carlovich, que Di Stéfano, que el Charro Moreno. Y los que hablaban de Carlovich ni lo habían visto jugar. Y como para terminar dije: “Voy a escribir el libro de Carlovich.” Quedé preso de mis palabras.
–¿Vos cuánto lo viste?
-Lo vi jugar 11 años, y algunas veces viajé a Rosario. La última vez fue en Central Córdoba, cuando se retiró; tenía 40 años, en el 86. Además le había hecho una entrevista en el programa de radio, en Memorias del fútbol, y había hablado como dos horas. Tenía eso. Y después traté de armarle la trayectoria año por año, porque mucho no se sabe. El tipo jugó desde los 15 hasta los 54. No es Central Córdoba, Rosario Central y Mendoza. Pero como jugó sólo tres partidos en Primera para Central y dos para Colón, no se sabe nada. Era un tiempo en el que no se filmaban los partidos: no hay un gol grabado de él. Vos te metés en Google y están las mismas siete fotos; yo conseguí como 100. Es el laburo de ir a los lugares donde jugó, a Córdoba, Cañada de Gómez, Bigand, Monte Maíz. Ir a los diarios, preguntar.
-¿Hasta los 54 jugó?
-En Provincial de Rosario; y eso desmitifica todo lo que se dice. Que el tipo era borracho: lo único que toma es Coca Cola, es fanático, se muere. Que fumaba: en su puta vida fumó, y no fue mujeriego. Si no, no te da el físico. Dicen que le gustaba ir a pescar. Hace seis años agarró la primera caña con el hermano y la largó. Desmitifico lo que decía Menotti y Valdano en ese Informe Robinson, que decían que no iba a entrenar ni a los partidos de visitante. Está la anécdota de Walter Bragagnini, que era el presidente de Independiente Rivadavia de Mendoza. El tipo quiso quedar bien cuando lo contrata, cuando se lo compra a Central Córdoba. El Trinche no sabía que allá lo conocían. Y este tipo le regala un equipo de pesca y una lancha. Carlovich le dice: “Presidente, jamás en mi vida fui a pescar.”
-¿Qué fue lo que más te sorprendió?
-Al partido de la Selección con el combinado rosarino en la cancha de Newell’s, previo al Mundial de Alemania 74, habrán ido 30 mil personas. Si hoy ponés una consultora en Rosario, te dicen 120 mil que lo vieron. Eso es un poco lo que me impulsó a escribir el libro. El sentir del periodista. De no decir cualquier pavada. Creí que sabía de Carlovich, pero cuando empecé a tirar de la madeja, me dije que no sabía nada. Ahora sé de Carlovich más que él de su propia vida. Entré a bucear y a bucear. Hasta la fecha de nacimiento. En la mayoría figura el 20 de abril del 49, porque todos copian de copias. Y es otra: 19 de abril del 46. Ahí me cerraron las fechas. No es una biografía típica. Es su trayectoria futbolística documentada con algunas anécdotas.
-Parece que donde no hay mito es en la cancha.
-Era un jugador extraordinario, distinto. Las maravillas que se cuentan, el caño de ida y vuelta, todo verdad. ¿Por qué jugó tres partidos en Primera? Porque el tipo no quería jugar en Primera, le gustaba jugar a la pelota, nada más. Siempre le preguntan: “¿Por qué no llegó usted?” Y dice: “Sí, llegué”. Lo que no dice es que lo que quería era jugar a la pelota y lo hizo hasta los 54. De hecho, lo vinieron a buscar de River y no fue; de Francia y no fue; el Cosmos de Pelé… Se quedaba en Central Córdoba, en la liga de Santa Fe, en la de Córdoba, los provinciales. El tipo no es un renegado. Fue una decisión, y dice que volvería a hacer lo mismo. Un tipo que lo buscaba todo el mundo y que por propia decisión se cambiaba con el utilero tomando mate no es normal. Mejor dicho: es distinto. De no quedarse a los asados después de los entrenamientos. Eso te marca que es un tipo solitario. Hoy lo encuentran su ex compañeros y lo invitan a la noche a comer y dice que sí, que dale, y no va.
-¿Qué hace en la actualidad?
-Vive casi en la miseria. Anda caminando a la noche por la calle y uno lo saluda, porque lo conoce todo el mundo, y lo invita a comer. La del celular es una anécdota. Está mal económicamente. Viven ayudándolo sus ex compañeros de Central Córdoba hace más de 20 años, con una pensión graciable, más las rifas y colectas. Otra cosa que se dice es que no le gustaba la plata. Mentira: le gustaba la guita. Lo que pasa es que la tenía y la gastaba o la compartía. No era un bohemio. Se piantaba a jugar a los potreros por guita porque le gustaba la guita.
-¿Por qué “el séptimo era duende”?
-Es el séptimo hijo, no varón, porque si no sería lobizón. Y era un duende jugando al fútbol, aparecía por acá y por allá y lo perdían de vista… Es un juego de palabras. Fue el más chico de todos. El padre, Mario, vino de Yugoslavia y era hincha de Estrella Roja. Tenía dos hermanos mayores. Uno era Pichón, diez años mayor que él. Jugaron en Sporting de Bigand y salieron campeones. Y de la Chancha, que falleció, Carlovich decía que era mejor que él…
EL GRAFICO