16 Oct Cuáles son las pequeñas (y grandes) cosas que desgastan a las parejas
Por Sergio Di Nucci
“Fue por el aire acondicionado”, responde Susana S. cada vez que le preguntan, y son muchas esas veces, qué causa alegó para reclamar su divorcio. Llevaba 15 años de casada y con su marido eran padres de dos hijos varones. Esta profesora universitaria jura que habla en serio, aunque la sospechen de sorna o ironía. “Él era un fanático del aire acondicionado, y yo soy una mujer de sangre caliente”, añade siempre. Cuando alguien se separa, el entorno suele ponerse inquisitivos. Los científicos también. Quieren respuestas, y la ciencia explica los efectos por las causas. El Sydney Morning Herald difundió esta semana una extensa investigación de la universidad australiana de Melbourne que busca ofrecer el panorama y la clasificación más completos posibles de por qué se rompen en el siglo XXI occidental las parejas de sexos opuestos.
Luego de entrevistar a unos 30.800 australianos y unas 30.900 australianas, los investigadores concluyeron que las razones mayores radican en causas estructurales, exteriores, pero que estas se degradan en cuestiones menores, fastidiosa e irritantemente cotidianas. Que uno fume y otro no, que uno –sobre todo una- sea mayor que el otro, que se marquen las diferencias de educación oficial, institucional, diplomada –si ella es universitaria y él “apenas” si terminó el bachillerato nocturno-, etcétera. Estadísticamente, el estudio indica que la mayoría de los hombres que buscan separarse lo hace cuando la relación alcanza los 15 años, mientras que la mujer comienza a mostrar su hartazgo antes, a los diez. Pero en el rango de edades, las diferencias se invierten: cuando él está entre los 40 y 49 años, mientras que en ella cuando está entre los 50 y los 59 años. En esas franjas críticas, el peligro de ruptura electriza el aire: es ahí cuando muchos o muchas se van de casa porque ella fuma, o al revés.
Superficialidad corrosiva
No es que el estudio haya prescindido de las razones que en países menos ricos, como comparativamente los de Sudamérica, son más insidiosas y determinantes para el fin de una pareja. Como la violencia física, de género o no, o una salud mental muy frágil de uno de los cónyuges: en este caso, resulta más peligroso para las parejas cuando es el hombre que se quiebra mentalmente, y no la mujer.
Una revelación de este estudio es que causas que a menudo se consideran menores o superficiales son igual de decisivas a la hora de medir la (in)felicidad de una pareja. “Los riesgos de divorcio aumentan luego del nacimiento de un hijo, o cuando la mujer es más grande (en edad desde luego) que el hombre. Otra sorpresa: los hombres están más contentos cuando su mujer no se encuentra en el mercado de trabajo”, dice el estudio en sus conclusiones.
Otras voces
Tiempo consultó sobre este estudio a especialistas argentinos en vínculos de pareja. “Demasiado generalizador todo”, coincidieron en opinar. Sin embargo, se trata de una mirada sobre las relaciones peligrosas entre los sexos que es “válida, en tanto que cumple con lo que se propone: reflejar una estadística y punto”, como dice el médico y psiquiatra Carlos Emilio Antar, que tuvo a su cargo del Departamento de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina. “En todo caso, el estudio tiene en cuenta los aspectos masivamente culturales que inciden en muchas rupturas de pareja, como cuando registra que son más los hombres que dicen dejar el matrimonio porque sus mujeres salen a trabajar todos los días, o son inquietas, y quieren salir, ir de fiesta con amigos, etc”, añade la psicoanalista Adriana Guraieb.
Los que se casaron, siempre según el estudio, tienen más chance de permanecer unidos que los que se juntaron, o los que viven en concubinato. Según la encuesta, un “90% de los que viven juntos se separan después de 4 años, mientras que lo hace un 74% de los que están casados”. Aunque advierte el estudio: el matrimonio no es garantía de felicidad. Los años pesarán justamente en razones que pasan como “poco importantes”, como ver al hombre fumar como un sapo o llegar ebrio luego de la cancha o el bar. Y ese es otro punto: son las mujeres, más que los hombres, quienes dicen, pasados los años, sentir más infelicidad estando con el hombre que antes eligió para pasar su vida. Por lo demás, el hombre las prefiere hogareñas, y sobre todo muy poco aventureras. “Sabemos esto por indagar sobre lo que los hombres dicen, más que en la observación sobre lo que hacen, y sabemos sobre ellas por lo que hacen, más que por lo que dicen”, dice el estudio.
En un estudio de semejante envergadura, son naturalmente múltiples las conclusiones, entre principales y laterales. Otra de ellas dice que la convivencia de los opuestos, en la pareja, es estadísticamente poco exitosa para la supervivencia de la pareja. Lo que desmiente las teorías románticas del amor, la chica que se enamora del bandido, el chico que se quiere casar con la prostituta.
“La extroversión tiene muy poco impacto en el éxito de una relación”, dice el estudio. Lo ideal es que ambos, por ejemplo, mantengan parejos niveles de introversión o extroversión. Y más o menos similares niveles de aventurismo, estabilidad emocional, capacidad para acordar y ponerse de acuerdo ante situaciones que requieren acuerdos, por mínimos que sean.
Educación, trabajo y alcohol
El tamaño importa en la pareja. Y una gruesa diferencia en la educación es un largo motivo de irritación. Los encuestados que no terminaron la secundaria se vuelven infelices si sus parejas tienen un nivel educativo superior a ellos, o ellas. Pero las mujeres no muestran tanto malestar como los hombres, cuando el otro tiene más diplomas. “Existe una muy clara evidencia de que los no fumadores desprecian cada día más al partner fumador. Aunque las mujeres toleran menos cuando son ellos los que fuman. Lo mismo sucede con el alcohol. El hombre parece menos intolerable si la mujer bebe más que él.
TIEMPO ARGENTINO