Hijocracia: los padres de la generación X, ante un dilema

Hijocracia: los padres de la generación X, ante un dilema

Por Evangelina Himitian
Como parte de la generación X, Marita Martínez, de 40 años, sabe que al criar a Rafael, de 5, y a Lucía, de 3, se enfrenta a la paradoja de los padres que quemaron el manual. La mayoría de los parámetros con los que ella creció cayeron en desuso. Y aunque no tiene reproches para hacerles a sus padres, enfrenta el desafío de educar con criterios que resultan opuestos a los de su propia crianza. “Crecí jugando en la vereda, andando en bicicleta; me pasaba la tarde en casa de amigos. Mis hijos, por el contrario, son mucho más de adentro”, dice.
Los cambios apuntan a esferas como la autoridad de los padres, la fijación de los límites, el respeto, el castigo y la relación con los otros.
En la formación de la generación Z -chicos que hoy tienen entre 3 y 15 años- se ponderan el diálogo, la disciplina positiva, la felicidad y el disfrute. Educarlos implica enfatizar que desarrollen también su faceta artística. En este patrón de crianza, la gran novedad es que la obediencia dejó de ser un valor. Así, los padres se enfrentan al dilema de querer que los chicos tengan un espíritu de rebeldía, pero que, al mismo tiempo, hagan caso.
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“Las madres hoy oscilamos entre la culpa y la autoindulgencia -reconoce Marita-. No sabemos poner límites o conseguir que un no sea realmente no sin ser autoritarios. Ése es el gran tema pendiente de esta generación.” Son tiempos de “hijocracia”.
LA NACION consultó a distintos especialistas para entender las contradicciones con las que se enfrenta esta generación.
“Fuimos educados de una forma en la que ya no confiamos, pero no tenemos mucha idea de lo que queremos hacer o de lo que conviene a nuestros hijos”, dice Maritchu Seitun, autora del libro Latentes:qué hacemos por nuestros hijos durante esa etapa en la que creemos que no nos necesitan, que aborda la crianza entre los 6 y los 11 años y que acaba de publicar el sello Grijalbo, de Penguin Random House. “¡Nuestra confusión es clarísima! Y no es fácil salir de los métodos que usaron con nosotros porque es lo que tenemos grabado. Queremos hacer algo distinto, pero el chip que tenemos en el cerebro y nuestro manual de instrucciones son los viejos”, diagnostica.
Susana Mauer, psicoanalista y docente de la maestría de Familia y Pareja del Instituto de Salud Mental de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APA), completa la idea: “Los cambios de paradigma son tan veloces que entre una generación y la siguiente la distancia es abismal. Al mundo adulto le cuesta entender la conectividad como un modo permanente de las nuevas generaciones”.
Su colega Mónica Cruppi, especialista en vínculos y miembro de la APA, agrega: “Hemos pasado de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control; de los vínculos sólidos a los líquidos; de un contexto mecánico a uno digital; del consumo al hiperconsumo. La cultura actual plantea exigencias y grandes inseguridades para los adultos. A la luz de nuevas teorías, muchos padres educan a sus hijos de manera opuesta a la que ha sido su educación”.

Los puntos que siguen son algunos paradigmas que cambiaron entre una generación y otra.
1 De “la autoridad soy yo” a la “hijocracia”. Los padres abandonan la verticalidad, pero no saben establecer límites sin sentirse autoritarios. En cambio, buscan que lo fije o enseñe un tercero (la escuela, un profesor, un psicólogo). “Se dejan los límites en manos de otro sin darse cuenta de que, al igual que el autoritarismo y el dejar hacer, significa una caída en la función paterna”, explica Cruppi.

2 Un universo de decisiones más amplio. En la infancia de los que pertenecen a la generación X era muy acotado. En cambio, hoy, los hijos deciden desde la ropa que van a vestir hasta, incluso, el destino de las vacaciones familiares. Una de las caras de esta realidad es lo que se conoce como chicos adultizados. Es decir que desde el mundo adulto se emite un mensaje de que está bueno ser grandes y que la infancia es un lugar de tránsito.

3 La felicidad como meta. ¿Qué se espera de los hijos? El objetivo pasó del “que sean personas de bien” a “que sean felices”. El conductor Matías Martin, en una entrevista, indicó que durante su infancia le enseñaron el valor del sacrificio, y ahora, en cambio, el foco está puesto en el placer. Además, reconoció pertenecer a la primera generación que no les tiene miedo a los padres, sino a los hijos.
“Mi papá trabajaba todo el día y gracias a eso podíamos tener cierto bienestar. En la nueva generación perdimos la enseñanza de esa relación. De esa felicidad que se construye con sacrificio. Lo que nosotros queremos para ellos es que sean felices. Punto”, confiesa Marita Martínez.

4 El respeto cambió de significado. En la plaza, un chico llena de arena a un hombre sentado en un banco. Hace 30 años, el padre pedía disculpas. En cambio, hoy, si el adulto afectado por la impertinencia del niño protesta, el padre exigirá respeto hacia su hijo con un “es un chico”. Como padres estamos más enfocados en enseñarles a hacerse respetar que en transmitirles el respeto a los demás, explican los especialistas.

5 Del castigo físico a la disciplina positiva. La X es una generación que creció cuando los “chirlos” y las palizas eran moneda corriente. Ahora, resultan inaceptables . Y hasta están prohibidos por el Código Civil. “La disciplina positiva es aquella que no violenta. Es decir, saber escuchar, comprender, poner límites sin enojos innecesarios. También plantea cuándo dejarlos elegir, evaluar y tomar decisiones desde chiquitos en temas de bajo riesgo”, explica Seitun.

6 Aprender de nuevo qué es la familia. Las nuevas generaciones de padres tienen que replantearse sus propias nociones de familia, más allá de cuáles sean sus creencias. Deben ser capaces de transmitir y entender las nuevas composiciones que pueden ser mamá y mamá; papá y papá; mamá, mamá y papá. Mamá sola, papá solo. Abuela, hija y nietos, etcétera.

7 Hijos únicos seriales. Muchos de los representantes de la generación X tienen hermanos que les llevan apenas un año o dos de diferencia. “Se crían juntos”, decían antes. Eso hizo que compartieran los juguetes, los amigos e incluso que heredaran la ropa. Hoy, esa realidad alcanza a pocos chicos y los padres se proponen criar de a uno a la vez. Esto sin duda moldea la personalidad del chico, que pasa años o no llega nunca a ser desplazado del centro de la escena familiar por un hermano.

8 Padres tercerizados. Se busca ser un padre presente, pero tercerizar -si se puede- la parte más aburrida de la paternidad: el baño, la comida, hacer la tarea, revisar el cuaderno, la limpieza de la casa y el traslado hasta el colegio, entre otras actividades. “Suena bien, pero podemos perdernos momentos fascinantes. Es aburrida porque no le encontramos un sentido, y muchas veces lo tiene. Hay que descubrirlo”, explica Seitun.

9 La televisión omnipresente. Hoy, se convive con el televisor encendido todo el día en los hogares sin que sea visto como algo socialmente negativo. Y a la vez, en distintos momentos, se superpone con la exposición a otras pantallas (tablets y celulares, principalmente).

10 La generación que no duerme. La hora de ir a la cama se volvió un límite difuso. En promedio, dicen los estudios que la hora a la que los chicos de 6 a 12 años se van a dormir se retrasó una hora en los últimos 30 años. Y esto tiene efectos como una mayor propensión a la obesidad y a la baja autoestima.

11 ¿Ensuciarse hace bien? Se instaló como eslogan publicitario y las madres más “progres” no dudaron en adoptarlo. Sin embargo, la generación X convive con el mandato transmitido por años de que había que cuidar la ropa, de la misma manera que dejar comida en el plato era un pecado mortal, si había gente que no tenía nada para comer.

12 La acumulación y el descarte. Montañas de juguetes en desuso alimentan el interrogante de los padres de departamento. ¿Qué hacer con tantos? La reflexión que subyace es que la generación X no tenía tantos juguetes, pero que jugaba más.
LA NACION