Los diarios sin censura de una escritora libre de prejuicios sexuales

Los diarios sin censura de una escritora libre de prejuicios sexuales

Por Natalia Páez
“June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor. No puedo ir a Clichy y enfrentarme con los dos. Le digo a June que es porque temo que no sepamos ocultar nuestros sentimientos delante de Henry, y le digo a Henry que es porque temo no fingir bien delante de June. La verdad es que miro a Henry con ojos ardientes y a June con exaltación”, escribió Anaïs Nin en su diario el 23 de octubre de 1932. El fragmento pertenece a Incesto, una compilación de los cuadernos en los que la escritora llevó sus diarios entre 1932 y 1934. En ellos continúa el relato iniciado en Henry y June, que fue publicado en los 80.
Pero antes, en 1966, se había editado El diario de Anaïs Nin en el que -por razones legales y personales- la escritora francoamericana (de ascendencia cubano española) excluyó buena parte de su vida amorosa. “Ahora que prácticamente todas las personas aludidas en Incesto han muerto, no hay razones que impidan la publicación del diario de forma íntegra, tal como ella lo deseaba”, explica la introducción del libro Diarios Amorosos en el que la editorial Siruela publica Incesto y Fuego (1934-1937). La obra, un grueso volumen de 764 páginas cuidadosamente editado, tiene la introducción de Rupert Pole, el segundo marido de Anaïs Nin, que fue también su albacea.
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Para esta escritora, una de las más destacadas de la avant-garde de la literatura francesa, el diario fue su confidente último y lo escribió ininterrumpidamente entre 1914 y 1977. En 1932 conoce a Henry Miller con quien vive una pasión desenfrenada en la que también entra su mujer June, con quien Anaïs se involucra sentimentalmente.
Por un lado, en Incesto (1932-1934) aparecen por primera vez fragmentos omitidos antes, como la relación incestuosa con su padre y cómo influye esto en su espíritu libre en apariencia de ataduras para vincularse no solo con hombres y mujeres sino en relaciones poliamorosas. En Fuego, cuenta sus aventuras entre París y Nueva York y contando detalles de sus relaciones con Henry Miller y con el psicoanalista Otto Rank. También reflexiona sobre la Guerra Civil Española y escribe sobre Rafael Alberti, Alejo Carpentier y Constantin Brancusi.
Nin nació de padre cubano-español y madre cubano-danesa y fue bautizada como Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell. Su padre, pianista y compositor, la abandonó a ella y a su madre, cantante de ópera, cuando Anaïs tenía 11 años. La escritora comienza los diarios como una carta dirigida a su padre a quien no vio por los siguientes 20 años. Siendo una modelo y bailaora flamenca en Cuba conoce y se casa con el banquero Hugh Guiler con el que se radicó en París. La relación más impactante de estos diarios es la que describe con su padre, un famoso pianista donjuán que deja a su madre para irse con una rica heredera.
“Anaïs se negó a juzgar a su padre, a verlo solamente en blanco y negro, sino que resuelve desvelar su juego. La relación es de algún modo tragicómica: el padre cree que culmina su carrera de donjuán intentando seducir a su hija, pero Anaïs sabe que ella actúa por consejo de su psiquiatra (y amante), el doctor Otto Rank, para seducir a su padre y luego rechazarlo como castigo por haberla abandonado siendo niña”, escribe Pole en la introducción.
Cuando Anaïs se reencuentra con su padre en Louveciennes, 20 años después de su abandono, comienzan una relación de explícito amor incestuoso. Ella se refiere siempre a él como “Padre”, con mayúsculas, y le describe con absoluta adoración en el que no ahorra pasajes de intimidad consumada. “En el momento de amar, la cara se exalta, se transforma completamente, femenina, jubilosa (aunque nunca se distorsiona) por el erotismo, una alegría luminosa, de éxtasis, la boca abierta”. También define su personalidad en juegos de tensión sexual no resuelta: “En el coche me acarició ligeramente (…). Cuando vuelvo a mi cuarto para mirar una foto, Padre me sigue y permanecemos pegados el uno al otro, sin atrevernos a besarnos, sólo cuerpo con cuerpo.”
Anaïs Nin se dejó seducir también por el psicoanálisis. Emigró a Nueva York en 1939 donde se convierte en la primera mujer que publica relatos eróticos, Delta de Venus, donde reconoce una influencia del Kamasutra. Nin y Henry Miller comenzaron en la década de 1940 a escribir narrativas eróticas y pornográficas para un “coleccionista anónimo” a un dólar por página. Nin consideraba los personajes de sus escritos eróticos como caricaturas extremas y no pretendía publicarlos, pero cambió de opinión a principios de los 70 y permitió que se publicaran a modo de compilaciones en Delta de Venus y Pajaritos.
TIEMPO ARGENTINO