Premio Nobel de Literatura para una maestra de la crónica periodística

Premio Nobel de Literatura para una maestra de la crónica periodística

“Fantástico”, dijo la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich cuando entendió que quien la llamaba por teléfono era Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca, y que la llamaba para anunciarle que había sido elegida ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015, dotado con 8 millones de coronas suecas, algo así como 972.000 dólares. Alexievich se enteró hace unas horas, el mundo entero acaba de escuchar la noticia que desde Estocolmo reconoce a la autora que por estos días se ubicaba primera en las apuestas y que, según el jurado que la propia Danius encabeza, se hizo merecedora del galardón literario más importante de todos por su “escritura polifónica, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”.
Voces de Chernóbil : crónica del futuro, el único libro de esta autora de 67 años que se tradujo al castellano y que se publicó originalmente en ruso en 1997, es, según Danius, un ejemplo de esa escritura coral. “Es un libro que incluye entrevistas con chicos, mujeres y hombres; de esta manera, el hecho histórico –la tragedia nuclear de Chernóbil de 1986- sirve de pretexto para ofrecer una historia de los seres humanos, una historia de sus emociones”.
Sin embargo, la primera mujer de la historia que estuvo a cargo de anunciar el Nobel de Literatura, recomendó empezar a explorar la obra de Alexievich por su primer libro, La guerra no tiene rostro de mujer, publicado en ruso en 1985: esa obra, traducida al inglés y al francés, tardó dos años en encontrar editor por los cuestionamientos que hacía al heroísmo soviético. “Pone al lector muy cerca de cada individuo”, dijo Danius al hablar con la prensa apenas después de anunciar a la ganadora. “Hubo un millón de mujeres soviéticas en el frente de la Segunda Guerra Mundial y Alexievich cuenta sus historias, largamente desconocidas. Fue un gran éxito en la Unión Soviética cuando se publicó, vendió dos millones de ejemplares”. Se trata –otra vez, como en el caso de Chernóbil- de “un documento muy conmovedor que deja al lector muy cerca de miles de personas que dentro de pocos años ya no estarán más”.
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Alexievich, la décimocuarta mujer en recibir el Nobel de Literatura, nació en 1948 en Ucrania pero se crió en Bielorrusia, donde había nacido su padre. Entre 1967 y 1972 estudió periodismo, y no sólo esa educación formal sino el ejercicio temprano del oficio se volvieron centrales en su producción literaria, en la que se destacan las largas investigaciones construidas a partir de entrevistas con los protagonistas de los hechos. “En los últimos treinta o cuarenta años, Alexievich se ocupó de trazar un mapa del mundo soviético y post-soviético. La historia de los eventos le sirvió más bien de excusa para explorar la historia de los individuos y de sus emociones”, explicó Danius al describir a la flamante ganadora. Mucho de ese largo trabajo se compila en el conjunto de libros que se ha dado a conocer como Voces de la utopía, en el que la escritora desmenuza la vida en lo que alguna vez fue la Unión Soviética.
“Método extraordinario”, describió la Academia Sueca al referirse al “cuidado collage de voces humanas” con el que suelen construirse los libros de Alexievich. En otro de ellos, El chico de cinc, esta escritora y periodista entrevistó a las madres de los soldados que murieron en la guerra que mantuvo la ex URSS en Afganistán entre 1979 y 1989. Pero no sólo de testimonios polifónicos se nutre el trabajo de Alexievich, que por sus críticas al régimen soviético decidió alejarse y vivir en Italia, Francia, Alemania y Suecia hasta que regresó definitivamente a Bielorrusia en 2011. Entre sus fuentes (e influencias) más importantes, se cuentan las notas de la enfermera Sofia Fedorchenko, que dio cuenta de las experiencias de los soldados de la Primera Guerra Mundial, y los apuntes del autor bielorruso Ales Adamovich, también basados en testimonios colectivos, sobre la Segunda Guerra.
“Inventó un nuevo género literario que trasciende los formatos del periodismo”, destacó Danius sobre esta autora, que también fue maestra durante sus años de juventud. Ya en esa época, no sólo escribió poesía sino también artículos para las publicaciones periodísticas de las escuelas en las que trabajaba. A la vez, publicó cuentos, ensayos e investigaciones periodísticas en la revista literaria Neman, de Minsk, la capital bielorrusa.
Su libro sobre Chernóbil fue galardonado por el Círculo de Críticos de Estados Unidos; en 1996 fue distinguida en Polonia con el premio Ryszard Kapuscinski, y en 1999 ganó el Premio Herder. Pero el de hoy es el premio más importante de la literatura universal. La Academia Sueca eligió este año -todo un hito en la historia de un premio que se entrega desde 1901- reconocer a una autora por narrar los hechos, pero sobre todo las emociones del mundo que la rodea a través del contacto directo con los protagonistas. Por darles voz. Por pintar su aldea con las herramientas del periodismo. Fantástico.
CLARIN