Viaje a Europa tras la historia del traje masculino

Viaje a Europa tras la historia del traje masculino

Cuando pasea por Londres soñando con un buen traje a medida, El Viajero Ilustrado se detiene en Jermyn Street, cerca de la galería Piccadilly Arcade, donde se luce desde 2002 la estatua de George Bryan Brummell (1778-1840), el dandy inglés que impuso el traje moderno. La estatua no está lejos de la calle Savile Row, en la zona de Mayfair, donde se encuentran algunas de las sastrerías más tradicionales de Inglaterra. Así como París se impuso en el siglo XIX como el centro de la alta costura femenina, Londres lo hizo en cuestiones de moda masculina, aunque desde 1946 Milán es un duro competidor.
Brummell no era un hombre rico pero se había educado en Eton –donde estudiaban los hijos de la aristocracia inglesa– y llegó a ser el consejero de príncipes en temas de moda. Con él se terminaron los trajes cortesanos de estilo francés y los pantalones cortos, típicos de las cortes europeas anteriores a 1789. Fue Brummell quien impuso el pantalón largo, las botas altas, camisas de lino, corbatas y guantes, sacos y levitas.
Como sabe El Viajero, aquellas innovaciones se sumaron al formato del típico traje de lana que usaban los aristócratas ingleses en el campo. Todo eso confluyó en el diseño del traje moderno, de pantalón largo y saco corto abotonado, que puede ser derecho o cruzado según la disposición de los botones. Inglaterra impuso este traje al mundo y por eso Brummell es el santo patrono de Savile Row. La fama de Savile Row es extendida: en japonés, “sabiro” es la palabra que designa a un traje de hombre.
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En esa calle hay sastrerías con mucha historia: Gieves & Hawkes nació en 1771, Henry Poole es de 1806, Norton & Sons es de 1821, Dege & Skinner es de 1865, Huntsman nació en 1849, Anderson & Sheppard en 1906. Winston Churchill, Fred Astaire y Elton John, entre otros, fueron parte de la clientela. Las sastrerías más modernas datan de la década de 1990 con maestros como Alexander McQueen, Richard James y Richard Anderson. Un traje a medida puede costar 5.000 libras esterlinas.
Sin embargo, El Viajero sabe que los sastres de Londres tienen fuertes rivales en Milán, el centro de la moda italiana. Giorgio Armani impuso desde la década de 1970 la sprezzatura , la actitud casual para lucir la ropa con elegancia, en trajes que aparentemente renunciaban a la estructura fuerte que caracterizó a los clásicos ingleses. Desde entonces, en el Quadrilatero d´Oro –el barrio de la moda en Milán– trabajan varias dinastías de sastres. En el Corso Magenta y Via Montenapoleone, entre otras calles célebres, están las sastrerías de Augusto Caraceni, Gianco Boniello, Federico Ceschi y Gianni Campagna. Pero tal vez el más conocido sea Luca Rubinacci, tercera generación de una dinastía napolitana creada por Mariano Rubinacci, quien ha dicho: “Un traje bien cortado debe ser grande y cómodo por dentro, ajustado al cuerpo por fuera”.
Italia se impuso como reacción al conformismo de la década de 1950 en Estados Unidos, bien retratada en la conocida novela de Sloan Wilson, “El hombre del traje gris”. Pero en esos mismos años, un sastre estadounidense poco convencional, Nudie Cohn, combinó el chaleco cowboy con los adornos de cuero para vestir a estrellas como Elvis Presley. Cohn se inspiró también en la moda de los Zoot Suits , esos trajes llamativos de los cantantes negros y los inmigrantes mexicanos en California, con sacos de hombreras altas y pantalones de botamangas anchas. Estos diseños llegarían a Buenos Aires con los “trajes Divito” que presentaba la revista “Rico Tipo”. Es que los trajes dan para todo, lo comprueba El Viajero cuando visita en Nueva York el museo del Fashion Institute of Technology , donde, entre otros, se diplomó Calvin Klein.
CLARIN