17 Jun Falleció ayer, a los 83 años, Jack Kevorkian, el “Dr. Muerte”
El doctor Jack Kevorkian, médico patólogo que ayudó a docenas de enfermos terminales a morir, por lo que se convirtió en la figura central de un drama nacional en torno al suicidio asistido, murió ayer en un hospital cercano a Detroit. Tenía 83 años.
El motivo del deceso no fue conocido de inmediato, pero algunos medios locales informaron que sufría problemas renales y respiratorios, y que esas condiciones habían empeorado en los últimos días. Su muerte, en el hospital William Beaumont, de Royal Oak, fue confirmada por Geoffrey Feiger, el abogado que defendió a Kevorkian en muchos juicios durante la década del noventa.
El doctor Kevorkian desafió los tabúes sociales sobre la enfermedad y el morir, y desafió intencionadamente a los fiscales y las cortes a medida que activamente buscaba convertirse en una celebridad nacional. Pasó 8 años en prisión luego de haber sido condenado por asesinato en segundo grado por la muerte del último de los más de 100 pacientes terminales a los que ayudó a acabar con su vida.
Desde junio de 1990, cuando por primera vez asistió un suicidio, hasta marzo de 1999, cuando fue sentenciado a pasar entre 10 y 25 años en una prisión de máxima seguridad, el doctor Kevorkian fue una figura controvertida. Pero sus críticos y sus partidarios estaban de acuerdo en algo: como resultado de su obstinada y habitualmente poco moderada lucha por el derecho de los enfermos terminales a elegir cómo quieren morir, los cuidados paliativos han explotado en los Estados Unidos, y los médicos se han vuelto más receptivos ante el dolor y son más proclives a prescribir medicamentos para aliviarlo.
En 1997, Oregón se convirtió en el primer estado en promulgar un estatuto que hacer que sea legal para los médicos el prescribir drogas letales para ayudar a pacientes terminales a morir. En 2006, la Corte Suprema de los Estados Unidos avaló el dictamen una corte menor que halló que el ley de muerte con dignidad de Oregón protege una práctica médica legitima.
Durante los nueve años que transcurrieron desde la aprobación de la ley y su aceptación por parte de la corte, la estrategia confrontacional del doctor Kevorkian consumió cientos de centímetros en los periódicos nacionales, ocupó las portadas de las revistas y atrajo la atención de programas de televisión como 60 Minutes.
Su apodo, “Dr. Muerte”, y la máquina que creó para posibilitar el suicidio, llamada Mercitron o Thanatron, alimentaron los programas nocturnos de televisión.
Su historia se convirtió en 2010 en el argumento de la película You Don’t Know Jack, en la que Al Pacino ganó un Emmy y un Golden Globe por interpretar a Kevorkian.
El comienzo
Ya en 1952, como estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, Kevorkian propuso dar a los condenados a muerte la opción de ser ejecutados con anestesia para que se pudieran extraer los órganos para trasplante. Esa idea resurgiría en 1983, cuando, ante el crecimiento en el número de ejecuciones en las prisiones norteamericanas, Kevorkian fue invitado a participar de un debate en la legislatura de California, donde se discutió su idea como reemplazo de las ejecuciones con gas venenoso o en la silla eléctrica.
Así fue como Kevorkian se vio involucrado en un debate nacional sobre el derecho a morir con dignidad. En 1987, viajó a Holanda, donde estudió las técnicas que permitían a los médicos holandeses asistir los suicidios de los pacientes terminales, sin interferencia de las autoridades legales.
Al año siguiente volvió a Michigan, donde comenzó a ofrecer a través de los periódicos un servicio de consejería de muerte. Fue entonces cuando explicó a los periodistas que no cobraría sus servicios y que cubriría él mismo los gastos de la eutanasia, al mismo tiempo que mostró el simple dispositivo de metal que sostenía dos viales -uno, para un sedante, y el otro, para una droga que paraliza el corazón-, con los que permitiría que los pacientes acabaran con su vida.
El 4 de junio de 1990, Janet Atkins, una maestra de Oregón con mal de Alzheimer, se convirtió en la primera paciente en requerir la asistencia de Kevorkian.
LA NACION