10 Sep Isabel II dice que nunca aspiró a batir un récord en el trono
La reina Isabel celebró su status de ser la soberana más longeva de la historia británica como ella quería: sin la menor celebración oficial. Su única concesión fue interrumpir sus vacaciones de verano en el palacio de Balmoral para cumplir ,al mediodía del miércoles, un trayecto en un tren a vapor e inaugurar una estación de tren en Tweedbank, en la Escocia que tanto amaba su tatarabuela, la reina Victoria, a quien ha superado con sus mas de 63 años de reinado. Allí inauguró el nuevo ferrocarril del Scotish Borders Railway, un proyecto ferroviario de 294 millones de libras esterlinas, que interconecta el norte del reino. Una ceremonia como las centenares que ha cumplido a lo largo y ancho de Gran Bretaña desde que es soberana, esta vez acompañada por la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, y su esposo, el príncipe Felipe.
En un brevísimo discurso, para una monarca que sólo habla para saludar en Navidad a sus súbditos, Isabel II rompió su propia austeridad de palabras para agradecer en un sólo párrafo.
“Muchos, incluida la primera ministra, han notado amablemente otra significancia agregada a hoy, aunque no es una a la que yo he aspirado. Inevitablemente una larga vida puede pasar por muchos hitos. La mia no es una excepción. Pero yo agradezco a muchos en el país y en el extranjero por sus bondadosos mensajes. Ahora seguimos con lo que hay que hacer. Es mi muy feliz deber declarar abierto el Borders Railway hoy”, concluyó la reina, con la más frugal de las ceremonias.
Con más de 63 años en el trono, la soberana británica sabe que los detalles y el misterio son su forma de comunicarse con sus súbditos. Decidió usar un broche que perteneció a la reina Victoria, pasó a su bisabuela, la reina Mary, que finalmente se lo transfirió a ella. El broche, con forma de moño, es uno de los tres ordenados por la reina Victoria al joyero real Garrard, que está hecho por 506 diamantes que ella le entregó. La reina usó un tapado de Karl Ludwig y el sombrero de Angela Kelly, su diseñadora personal y confidente. La acompañaba el príncipe Felipe, fascinado por el inminente paseo en el tren a vapor.
En un día histórico como este, la reina Isabel llegó una hora tarde. Algo que jamás sucede en un cronograma organizado como un reloj suizo y que la irrita. Pero el helicóptero que la debía trasladar desde el palacio de Balmoral a la estación ferroviaria de Edimburgo no podía despegar a causa de la niebla. Lo primero que hizo fue presentar sus excusas a la primera ministra Nicola Sturgeon por la espera.
CLARIN