Los robots pueden matar, pero no entendernos

Los robots pueden matar, pero no entendernos

Por John Gapper
Yo he visto cosas que “personas como ustedes no creerían”, recuerda el villano interpretado por Rutger Hauer al final de la película Blade Runner después de transportar el personaje de Harrison Ford a una azotea y perdonarle la vida. La referencia a “personas” es el punto clave ya que Roy Batty no es una persona sino un androide que se escapa a la Tierra desde una colonia espacial para vengarse de Tyrell Corporation, la empresa que lo creó.
Eso es lo que yo llamo un robot asesino —un ser que puede sostener una conversación inteligente con vos antes de eliminarte. Era ciencia ficción en 1982, cuando Blade Runner , basada en la novela de fantasía distópica de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se estrenó en las salas de cine. En la actualidad es ligeramente verosímil —lo suficiente como para que esta semana los investigadores de inteligencia artificial salieran a advertir sobre los peligros de una carrera armamentista autónoma.

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Las máquinas asesinas temidas por algunos como Elon Musk, fundador de Tesla Motors, y Stephen Hawking, el físico teórico, son terminadores primitivos en comparación con los replicantes Nexus de Blade Runner. Nadie podría enamorarse de un cuadricóptero armado que hace explotar a los soldados enemigos, como sucede con el héroe de Blade Runner al enamorarse de Rachael, la androide femenina que no se da cuenta de que es una replicante.
Los robots nos pueden matar, pero no pueden entendernos. Las máquinas autónomas asesinas se están convirtiendo en una realidad —Israel ya tiene el dron anti-radar Harpy, que deambula por el aire antes de seleccionar y destruir sus objetivos. Sigue siendo una posibilidad lejana dar con una máquina sensible y sofisticada con sentido común y capacidad de captar los estados anímicos de las personas y predecir el comportamiento.
En teoría, se va a crear esa máquina. Los investigadores de inteligencia artificial no ven impedimentos en materia de principios en crear robots que desarrollen habilidades de razonamiento más elevadas, o el tipo de destreza física que los seres humanos poseen. Los últimos trabajadores que quedan en las líneas de montaje de vehículos son personas que pueden colocar tornillos con agilidad y agarrar los cables eléctricos en el interior de las carrocerías de una manera que, hasta la fecha, les ha sido imposible a los robots.
Pero a pesar de los rápidos avances en el aprendizaje de las máquinas, en el reconocimiento visual y de voz, y en el procesamiento de red neural —todos los elementos que ahora están transformando el potencial de la inteligencia artificial – los androides no están entre nosotros. Las computadoras pueden vencer a los humanos fácilmente en un juego de ajedrez, pero el póquer al más alto nivel está más allá de sus capacidades —tendrían que poder interpretar las mentiras de los otros jugadores.
Yo también he experimentado algo que “personas como ustedes” no creerían: el vehículo sin conductor de Google. Lo que más me llamó la atención, mientras hace poco recorría Mountain View en California, fue que se “sentía” humano. El auto aceleró en las intersecciones de las calles con confianza, incluso con firmeza, cerrando los espacios entre él y los vehículos delanteros para que otros no pudieran ubicarse en el medio. Creo que estaríamos más seguros si todos los conductores fueran tan tranquilos y racionales.
Dentro del auto, se puede ver lo que percibe con sus sensores y con el radar en el techo. Los contornos de los objetos a su alrededor incluyendo peatones, autobuses y otros vehículos se muestran como formas huecas en movimiento en la pantalla de una computadora portátil que lleva en sus manos un ingeniero de Google. Los objetos se clasifican con diferentes colores, lo cual le permite la unidad saber cómo reaccionar ante ellos y qué tan lejos mantenerse de ellos.
Un vehículo autónomo sería, en otras palabras, un robot asesino perfectamente apto si se le agregara un lanzamisiles a su techo, y ametralladoras a sus lados (no significa que Google hiciera tal cosa, por supuesto). Podría pasar a través de las ciudades, buscando objetos tibios, de movimiento lento y de color piel para destruirlos.
Así es que no se trata de alarmismo cuando los científicos alertan contra la investigación de la inteligencia artificial “contaminada” por la asociación con las armas autónomas. La Internet en sí surgió de la investigación financiada por el Departamento de Defensa de EE.UU. en la década de 1960, y los programas militares y espaciales tienen la mayor cantidad de fondos y son los más interesados en desarrollar tecnología de vanguardia. Lo que sería insensato es pensar que el advenimiento de los robots asesinos significa que las máquinas están listas para dominar al mundo.
Destruir cosas es más fácil que comprenderlas o crearlas. La inteligencia artificial —la capacidad de escanear, procesar y analizar grandes conjuntos de datos— no es lo mismo que la capacidad de llevar a cabo la mayoría de las tareas humanas (conocida como inteligencia general artificial).
Incluso aquellos que nos alertan contra el hecho de que las máquinas eliminarán trabajos que en la actualidad se llevan a cabo por seres humanos aceptan que los empleos gerenciales, profesionales y artísticos que exigen un alto nivel de razonamiento, empatía y creatividad todavía están “seguros”. Un robot que escanea un conjunto de características para identificar a una mujer, pero no puede comprender su estado de ánimo, o usar el sentido común para resolver un rompecabezas inesperado, sigue siendo muy limitado.
“Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad?. Eso es lo que se siente al ser esclavo”, le comenta Roy Batty al cazador de recompensas humano que ha derrotado en combate antes de rescatarlo de una caída mortal. No nos esclavicemos todavía.
EL CRONISTA