04 Sep “La medicina casera no siempre es inocua”
Por Daniel Enzetti
Digámoslo en forma directa, aunque duela: no es cierto que el largo de una cintita determine la gravedad de una culebrilla, o que un plato sobre la cabeza con agua, aceite, una tijera y una llave alivie el dolor de cabeza. Tampoco que la pomadita verde mentolada frotada en el pecho cure una congestión. Y menos que la leche de hojas de higo desaparezca verrugas. Es duro reconocerlo: las abuelas mienten. Con humor, pero también con una rigurosidad científica que pone el ojo en las consecuencias peligrosas de la automedicación en la salud, Valeria Edelsztein investiga estos temas desde hace años, y los desarrolla en su último libro, Los remedios de la abuela. Mitos y verdades de la medicina casera, editado por Siglo XXI. Edelsztein dicta Química Orgánica en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, es becaria del Conicet y escribió distintos trabajos de divulgación científica. “Muchas veces asociamos lo natural con lo inocuo -explica-, y no siempre una planta trae la solución. Por el contrario, agrava el problema.”
–Lo interesante es que no hizo sólo un relevamiento de esas costumbres, sino que además buscó fundamentos científicos. ¿Qué encontró?
–Me pregunté por qué muchos remedios caseros sobreviven tanto en el tiempo, y traté de encontrar, si es que tenían, información con evidencia de sus supuestos beneficios. Hay ejemplos variados: prácticas que no está de más experimentarlas, pero también remedios que encima de no curar, resultan peligrosos para el cuerpo. Hay costumbres que tienen su fundamento, y otras decididamente perjudiciales.
–¿Quiere resaltar algunas?
–¿Por qué apoyar un anillo de oro caliente en el orzuelo lo reduce, según las abuelas? Se trata de una deformación de las propiedades antiinflamatorias que tienen las sales de oro. También nos decían que tomar sopa de pollo cortaba el resfrío, algo que podríamos llegar a aceptar, si se tiene en cuenta que en esa infusión, según los neumonólogos, hay componentes que combaten la congestión. La cura del mal de ojo es directamente un mito, una cuestión de fe. Pero con otras cosas se debe tener cuidado.
–¿Con cuáles?
–Una creencia dicta que la leche de higo elimina las verrugas, y eso no es verdad. La verruga es producto de un virus que se va solo, y hay que tener cuidado con algunas, como las genitales o las del ojo. La leche quema la piel, y puede originar úlceras.
–Hábleme de cuando nos tiraban el cuerito para curar el empacho.
–¡Otro mito de las abuelas! (se ríe). Lo que hacemos cuando separamos la piel de la columna, algo sumamente doloroso, es estimular algunos nervios que hacen trabajar al estómago, provocándole reacciones que supuestamente aceleran la digestión. La culebrilla aparece por el mismo virus que la varicela, y también se va naturalmente. Alguien alguna vez usó tinta china, como podría haber usado cualquier cosa, y notó que el virus se iba, como era de esperar. ¡Claro, a partir de ahí se creyó que el remedio era la tinta!
–No me diga que la pomadita mentolada en el pecho también es un engaño…
–Te lo digo (se ríe). “Creemos” que eso nos abre la respiración, porque el mentol actúa sobre los receptores de temperatura de la piel, dándonos sensación de frío. Lo que es peligroso es el alcanfor, sumamente tóxico, y sobre todo en los niños.
TIEMPO ARGENTINO