Con hoyos de 51 centímetros, el footgolf suma adeptos y apunta al Mundial

Con hoyos de 51 centímetros, el footgolf suma adeptos y apunta al Mundial

Por Julián Anzoategui
No es exactamente la tranquilidad de las elites que practican golf perturbada por la popularidad futbolera, pero tiene algo de eso. Pie de futbolista y cabeza de golfista, dicen. En realidad, se trata de la peculiar amalgama entre dos deportes que forman uno nuevo, y lo cierto es que desde hace un lustro viene creciendo en los fields suburbanos, convertido en “una adicción”, como lo definen sus impulsores. El footgolf fusiona elementos de ambas disciplinas y, mientras aspira a ser olímpico, suma adeptos allí donde sólo había campos de hierba bien cortada, palos, pelotitas y un cierto glamour, ahora transitados por tipos de pantalón corto y botines.
Es invierno. Hace frío y las nubes auguran lluvia. El muy exclusivo Marinas Golf Club de Tigre, rodeado por imponentes casas con salida al río, es frecuentado cada fin de semana por un centenar de cultores de footgolf, que además lo practican en forma profesional.
“Este deporte nació en 2009 en Holanda. En marzo de 2010 armamos la Asociación Argentina de Footgolf. Hicimos el lanzamiento en el Sofitel La Reserva Cardales, para testear el deporte. Encontramos aceptación, y desde ahí empezamos a hacer torneos abiertos. En 2011 empezamos con un programa en TyC Sports que le dio una llegada más amplia, y ahora todas las semanas hay torneos”, explica Javier de Ancízar, presidente de la asociación.
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No andan en carrito, no llevan palos ni pantalón largo, sino vestimenta futbolera, aunque elegante. A sus pies, una pelota de fútbol normal, y a lo lejos, la típica banderita que marca el hoyo, que no tiene cuatro y pulgadas y un cuarto de diámetro (107,9 milímetros), como en el golf, sino 51 centímetros.
“Naturalmente este deporte es un intermedio. Tiene la ventaja de que el que lo consume viene más del lado del fútbol, con lo cual tiene mucho potencial como para volverse masivo, pero el reglamento es el del golf, bastante complejo, y se juega con el sistema de hándicap”, puntualiza De Ancízar. Pero a la hora jugar, según los organizadores, “no existe ningún requerimiento, sólo divertirse. De hecho, casi no hace falta tener conocimiento de ninguna de las dos disciplinas”.
Hay quienes aseguran que se trata de un deporte para cracks, aquellos que, a pesar de tenerlo cerca, no terminan de comulgar con la sofisticación del golf, pero le escapan a la fricción del fútbol, y apuntan a la precisión. Como sea, tiene sus fans y son cada vez más. El footgolf argentino (escrito así, con doble o) ya tiene una liga profesional que cuenta con alrededor de 300 socios y en enero próximo albergará, en Pilar, el segundo Mundial de la especialidad (el primero fue en Budapest, Hungría, en 2012).
“Ayuda al que tiene conocimiento de golf, por la lectura de la cancha, la concentración y eso de jugar contra uno mismo; pero la técnica es propiamente del fútbol, es decir, se necesita una buena pegada. A partir de ahí, es todo golf”, explica el titular de la Asociación de Footgolf mientras recorre los hoyos con la Nº5 pegada al pie.
Combinar estrategias como la técnica y la potencia del fútbol con la puntería y la concentración del golf no parece, entonces, tan complicado. Sobre todo si hay que embocar la pelota en un agujero en la tierra que tiene la circunferencia aproximada de un balde. Sin embargo, grandes futbolistas lo han probado e hicieron papelones, ajenos al análisis de la dirección del viento o los desniveles del campo.
No es un deporte exclusivo de las zonas más prósperas del Gran Buenos Aires, donde campea el golf. En rigor, se juega en varias provincias, y la ciudad bonaerense de Chivilcoy es la única localidad del interior que cuenta con una cancha especialmente diseñada para el footgolf.
La Argentina domina el deporte, que también se expande en Holanda, Noruega, Hungría, Inglaterra y EE UU. “Estamos trayendo gente que nunca estuvo en un campo de golf”, afirma el argentino Roberto Balestrini, fundador de la American Footgolf League (AFGL) y el hombre detrás de la creciente aceptación de la disciplina desde México hasta Canadá. Su esposa, la estadounidense Laura Balestrini, preside la AFGL y es vicepresidenta de la Federación Internacional de FootGolf (FIFG). “Nuestra meta es que sea un deporte olímpico. Se necesitan al menos 40 países y muchos requisitos para lograrlo, pero queremos trabajar en ello desde el principio porque es un proceso largo. Quizás mis nietos lo vean”, dice ella.
La AFGL es la encargada de generar en los campos de golf un diseño compatible con la disposición de los también 18 hoyos del footgolf, aprovechando las zonas menos utilizadas del césped y respetando siempre el espacio más sagrado para un golfista: el green.
“Este es un deporte individual. Acá el único requerimiento es que la pelota sea aprobada por FIFA, pero como muchos torneos son informales, la gente juega con la que tiene, botines de Fútbol 5 para tener mejor agarre, y sobre todo respeto por el espacio, porque estamos compartiéndolo. Y la verdad, es ahí donde hacemos más agua en la cuestión cultural, en no darnos cuenta de que uno tiene que respetar silencios, cuidar la naturaleza”, explica Sebastian Pelliccioni, dueño de TeamUp, una empresa que organiza torneos en todo el país.
De todos modos, dicen los deportistas, no hay conflicto entre tradición y modernidad, y la convivencia fluye. Mientras bajo un gazebo esponsoreado los “futgolfistas” practican pases con la pelota, latita de bebida energizante en mano, del otro lado, los golfistas tradicionales lustran sus palos y caminan por el fairway pensando estrategias de golpes para un día que se presenta bastante gris.
Ocurre que el nuevo deporte puede ser una tabla de salvación para los campos de golf, utilizados por un grupo reducido y selecto de personas. “Duplican los ingresos. Los jóvenes no tienen paciencia para jugar al golf. La disciplina es cara, también el equipamiento, es difícil, hay que practicar durante años”, señala Balestrini. Y aunque el reglamento, la mecánica, la cancha y hasta los exquisitos modales los toma prestados del golf, y pese a que requiere la misma frialdad y precisión que con los hierros y maderas, al fin lo unico determinante en el footgolf es la calidad del jugador, para acariciar la pelota y ponerla donde quiere.
TIEMPO ARGENTINO