10 Aug Con él no pasaba: un año sin Julio Grondona, el caos al descubierto
Por Francisco Schiavo
Quienes lo apreciaban y se sintieron desamparados tras su muerte, aquel mediodía del 30 de julio de 2014, coinciden hoy con quienes lo aborrecían y lo maldecían a sus espaldas mientras él recorría las entrañas de la AFA. “Esto, con Grondona, no pasaba”, pensaron más de una vez en estos tumultuosos doce meses para el fútbol argentino y mundial sin Julio Humberto Grondona.Extraña afirmación con aires críticos y, en parte, elogiosos. Nada es lo mismo sin el dirigente que se entronizó durante 35 años al frente de una maquinaria compleja, millonaria y sospechada. Nada fue lo mismo sin él en el año en que temblaron los clubes y se resquebrajaron las federaciones, entre ellas la FIFA, la reina madre. Nada fue lo mismo.
Era ácido, irónico y le gustaba dejar expuestos a aquellos que no compartían sus ideas o que amenazaban sus estructuras en la AFA. En una reunión de presidentes en Ezeiza, en la que Mauricio Macri , por entonces al frente de Boca, propuso una profunda reestructuración, Grondona ya había tejido su telaraña. Dejó que el actual jefe de gobierno porteño hiciera su exposición. Unas dos o tres voces lo cruzaron y lo mejor fue votar. La propuesta de Macri fue rechazada por 39 a 1. Grondona hizo un breve silencio y consoló al derrotado: “¿Viste, Mauricio? Perdimos.. Qué se le va a hacer”. Y todo dicho.
Había algo envolvente en el discurso de Grondona, que solucionaba casi todos los problemas con tres palabras clave. Las utilizaba para los inconvenientes deportivos, familiares, económicos y personales. Se las contaba a todos, colegas, directores técnicos, futbolistas y hasta periodistas en las coberturas más largas, si es que entraba en confianza. Las presentaba como las tres P: “Paz, paciencia y pelotas”. Eran un sello personal. Tenían un efecto parecido al conocido anillo con la frase “Todo pasa”, el mismo que dejó de usar después de la muerte de su esposa, Nélida Pariani, el 16 de junio de 2012, cuando entendió que el dolor más agudo nunca se apacigua. Fue la primera vez que el hombre todopoderoso se animó a mostrarse vulnerable.
Transcurrió un año caótico porque el fútbol argentino todavía no se acostumbró a la falta de Grondona, sin que esto significara que las cosas estaban en orden bajo su ala. Al contrario. En la política de soluciones caseras y de remiendos de dudosa procedencia se entró en una espiral que se enrosca día tras día. Sí, aún hoy es demasiado complejo desactivar un mecanismo precario, pero funcional para un sistema que crujía. El secreto del dirigente que falleció a los 82 años estaba en el manejo informal, en un tono que simulaba cierta ingenuidad, pero que era punzante como una daga, en esa avenida de favores que le valió el mote que bien podría transformarse en una saga con tres partes: Don Julio.
Nadie sabe bien qué habría pasado si Grondona hubiera estado vivo cuando estalló el escándalo en la FIFA. Mejor dicho, alguien sí. Porque casi nada podría haber hecho Grondona con la investigación de la fiscalía norteamericana. Es más: consultada por LA NACION el 27 del mes pasado, Graciela Ocaña afirmó: “Si Grondona estuviera vivo, estaría preso. Él fue quien exportó al mundo un modelo de corrupción: el de la AFA”. La legisladora porteña, que tantas veces embistió contra las estanterías del fútbol como quien hace una auditoría en una ferretería, relacionó de manera directa el FIFAgate y la investigación local.
La investigación en los Estados Unidos terminó con varios dirigentes presos y con parte de la Conmebol, entidad que rige el fútbol en América del Sur, desmembrada entre las sospechas, las acusaciones y el descrédito. El apellido Grondona quedó en el centro de la escena al conocerse que había empresarios argentinos como presuntos implicados en los casos de corrupción. Sobre todo, Alejandro Burzaco , ex CEO de la firma Torneos, que tenía un apego especial con el ex mandamás de la AFA. La pesquisa tiró redes amplias en aguas en las que no se veía el fondo. El uruguayo Eugenio Figueredo, que ocupó la vicepresidencia de la máxima entidad del fútbol mundial tras la muerte del argentino, también quedó en manos de la justicia.
Tampoco puede adivinarse hasta dónde hubiera llegado su ira ante la mínima posibilidad de que la AFA fuera intervenida. Ésa era su principal preocupación cuando salieron a la superficie los interrogantes sobre los millones de los contratos de Fútbol para Todos. Seguramente, hubiera dado un puñetazo sobre su escritorio al enterarse de sus conversaciones que vieron la luz en un programa televisivo. A él, curtido con las cuestiones de las críticas personales, lo único que lo ponía nervioso era que su libreta quedara expuesta. Ahí estaba otra de las claves de su larga y desgastada gestión.
UN CAOS LOCAL
Grondona tenía un manejo tan individual y un control tan concentrado que su muerte dejó al resto de los dirigentes como a un enjambre sin su reina. Había construido el poder sobre la dependencia que los clubes sentían hacia él. Por eso cada estamento en el que se había hecho fuerte sintió el impacto de su desaparición. Desde la AFA, en la que Luis Segura completará el cargo hasta octubre próximo, cuando serán las elecciones, hasta la propia Conmebol. Él tenía el mando absoluto y conocía cada uno de los detalles, hasta el más insignificante. Alguna que otra vez se hacía el inocente y, en un movimiento de cintura, empujaba a otros al primer plano. Nunca hablaba de decisiones personales, sino de un tema del “comité”. Era astuto, muy astuto. Julio Grondona nunca preparó a un posible sucesor ni dejó que nadie se acercara lo suficiente como para evitar que su poder estuviera en riesgo de apagarse. Aniquiló políticamente a cualquier opositor de un soplido.
Habrá que ver cuáles son las conclusiones de los tres veedores que envió a la AFA María Servini de Cubría , a cargo del Juzgado Federal y Correccional N° 1. Básicamente, Alicia López, Horacio Della Rocca y Alberto Piotti rastrean el dinero de Fútbol para Todos y revisan su destino. La gran pregunta, según trascendió, es por qué a algunos clubes les adelantaban varios años de los derechos televisivos y a otros no les daban nada.
Todos parecen estar bajo sospecha y los movimientos son cuidadosos. También las palabras. Casi nadie quiere hablar al respecto y quien lo hace, grondonista y antigrondonista, balbucea por lo bajo mientras una y otra vez pide el anonimato. El sigilo llama la atención.
La AFIP no se quedó atrás y puso la lupa sobre más árbitros que, presuntamente, no incluyeron en sus declaraciones juradas los viáticos que percibieron en dólares por partidos internacionales. Según se supo, la lista sería de 17 personas. El tema estalló en la AFA, que en un principio pensó en apartar a los referís hasta que se resolvieran las situaciones. Finalmente, por la presión de los gremios, y ante la amenaza de un paro general, la entidad siguió teniéndolos en cuenta, sólo con unas pocas excepciones.
El mandamás tal vez intuía que, entre miles de reclamos económicos, el Gobierno sería cada vez más exigente con la AFA. A principios de ese mes la AFIP estimó en 200 millones de pesos la deuda de los clubes, según la última moratoria fiscal. Puertas adentro, Ricardo Echegaray , a cargo del ente recaudador, que casualmente alguna vez pensó en postularse en Independiente, le pidió a Segura que los dirigentes cambiaran de una vez por todas. Claro que ese vuelco no es tan fácil después de tres décadas y media de un comportamiento idéntico, casi sumiso.
Grondona había dicho públicamente que el período que finalizará en octubre iba a ser el último mandato al frente de la AFA. Algunos no están tan seguros de que ésa hubiera sido su verdadera intención. “Grondona no quería ni tenía pensado irse. El poder le gustaba mucho más que el dinero. Le encantaba tener a los otros dirigentes besándole el anillo. Le brillaban los ojos”, recordó el ex presidente de uno de los clubes más poderosos, que, como muchos, empezó con la bendición de Grondona y que terminó peleado a muerte.
La etapa de transición está haciéndose demasiado larga. El grondonismo sigue como por inercia bajo la figura de Segura, quien dijo que, si tiene el respaldo, le gustaría seguir al frente de la entidad. Otros impulsan un cambio sustancial y una renovación completa de modos y formas. Marcelo Tinelli desea lanzarse como candidato, pero desde la calle Viamonte todavía no le dieron la vía libre reglamentaria por una cuestión de antigüedad dirigencial. En realidad, la lista de candidatos está tan difusa como…bien le hubiera gustado a Grondona, que solía hacerse fuerte entre los clubes del ascenso, incluso el más pequeño.
Los desatinos organizativos tampoco se acabaron. Si hasta parecen haber aumentado. El carácter de Segura no despierta demasiado respeto y cada uno de los demás dirigentes se pelea por la mejor tajada: días, horarios, árbitros y descansos. No bien murió Grondona algunos trataron de cambiar el formato del campeonato de los 30 equipos, su última idea, pero la desprolijidad ya habría sido insostenible. Fueron los mismos dirigentes que no dudaron y que afirmaron que el modo de disputa fue una red para que Arsenal, club fundado por la familia Grondona, tuviera una contención por el riesgo del descenso. De una u otra manera, increíble.
EL ESCÁNDALO MUNDIAL
Cuentan los dirigentes sudamericanos que Grondona fue quien le despejó el camino a Joseph Blatter en la FIFA. Le consiguió buena parte de los votos continentales y, sin hablar inglés (se jactaba de eso), manejó las finanzas casi a su antojo. Por eso también apareció la inquietud cuando la justicia de los Estados Unidos se enfrascó en las cuestiones del fútbol.
De los documentos que trascendieron del Departamento de Justicia de Nueva York podría inferirse que Grondona habría estado involucrado en maniobras extrañas en la cesión de los derechos televisivos de la Copa América. La principal preocupación de los herederos y allegados al presidente de la AFA son las declaraciones de los dirigentes sudamericanos y, sobre todo, la de los empresarios de la TV. Alejandro Burzaco, que tenía una gran relación con Grondona, y las de los Jinkis, Hugo y Mariano, titulares de la compañía Full Play, que tenía los derechos de transmisión de la mayoría de los seleccionados de América del Sur y algunos de la América Central y del Caribe. La inquietud, por supuesto, incluye a algunos funcionarios públicos dada la sociedad entre el Gobierno y la AFA en la emisión de los partidos, por más que se traten de temas diferentes.
El escándalo por corrupción fue tan grande que el suizo Joseph Blatter renunció a la presidencia de la FIFA apenas cuatro días después de haber sido reelegido. Por estas latitudes, en la Copa América de Chile, casi ni se vieron dirigentes de la Conmebol por temor a los rebotes y a eventuales nuevas detenciones. Sólo apareció en la final entre los locales y la Argentina el presidente de la institución, el paraguayo Juan Ángel Napout.
ESCUCHAS Y MÁS ÁRBITROS
Otro cimbronazo fueron las conversaciones que divulgó el programa La cornisa, en las que se escuchaba a Grondona con el presidente de Lanús, Alejandro Marón, primero, y con el representante argentino en el Comité de Árbitros de la Conmebol, Abel Gnecco, después, en la más comprometida. A Marón le comentaba a quién recurrir para conocer el resultado de un control antidoping para un futbolista del club del Sur. Mientras que con Gnecco comenta la actuación del árbitro paraguayo Carlos Amarilla en el partido que Boca le ganó a Corinthians por 1 a 0, en Brasil, por los octavos de final de la Copa Libertadores de 2013. De más está aclarar hasta qué punto crecieron las sospechas, aunque desde la Asociación Argentina de Árbitros (AAA) se minimizó el tema. Por cierto, días después Gnecco fue apartado del cargo.
Sólo uno de sus hijos, Humberto, entrenador del seleccionado argentino Sub 20, rompió el silencio durante este año y defendió a su padre de las acusaciones. Habló de honestidad y de traición en el trato post-mórtem. Sus otros hermanos no aparecieron en la escena: Julio (h.) , presidente de Arsenal, y Liliana. Algo le molestaba mucho a Grondona en los últimos tiempos, cuando las críticas hacia su gestión se replicaban por todos lados: la casi nula defensa pública de los demás dirigentes. Los trataba de “desagradecidos” entre las cuatro paredes de la casa de la calle Viamonte. Estaba amargado como nunca y por eso les decía que ahora los que deberían rendir cuentas eran ellos.
Pasó un año, el primero sin Julio Humberto Grondona, gran parte de cuya cosecha fue la siembra de los 35 anteriores. Porque ahora el caos quedó al descubierto.
LA NACION