12 Aug ¿Dónde quedaron los abuelos de antes?
Por Laura Reina
Hacía un mes que Gastón Repetto y su mujer, Analía, estaban planeando la salida. La primera después de que naciera Ramiro, su primer hijo. Ellos acababan de debutar como padres y la expectativa por esa cena donde celebrarían su quinto aniversario de casados se mezclaba con algo de ansiedad por dejar al bebe de cuatro meses al cuidado de sus abuelos paternos. Pero un imprevisto cambió todo. “Unos días antes me llamó mi mamá y me dijo que se habían acordado de que tenían un compromiso, que lo sentían, pero que no podían cuidar al bebe. Me quería morir”, reconoce. Ese, en verdad, fue el primero de otros desplantes que obligaron a una conversación familiar. “Cada vez que les pedía si podían cuidar a Rami me ponían alguna excusa -recuerda Gastón-. Y cuando se los comenté me dijeron que ellos ya habían criado hijos y se habían ocupado de los nietos de sus otros hijos (soy el menor de cuatro hermanos), y que ya no estaban con la energía para encargarse de otro. Que amaban a Ramiro, pero que me buscara una niñera de confianza, que me la pagaban. ¡Pensar que cuando yo era chico me pasaba el fin de semana entero en la casa de mis abuelos!”, recuerda Gastón.
Y es que los abuelos del siglo XXI no son los de antes. A la par de su abuelidad desarrollan actividades sociales, laborales y de esparcimiento que los alejan de ese destino casi ineludible que era el de cuidar a los nietos hasta que el cuerpo respondiera. Y esto, que sin duda es visto como una conquista por parte de los adultos mayores, genera conflictos con sus hijos devenidos padres, que trabajan jornadas completas y buscan apoyo y ayuda para lidiar con agendas apretadas de colegios, reuniones y actividades extraprogramáticas. El problema surge cuando los abuelos tienen agendas casi tan cargadas como las de los demás miembros del clan familiar y el “no puedo” se vuelve una respuesta casi cotidiana.
“Estas situaciones conflictivas entre padres e hijos son comunes -reconoce Graciela Zarebski, directora de la Licenciatura en Gerontología de la Universidad Maimónides-. La realidad habla de un envejecimiento saludable y activo. Los que hoy son abuelos tienen una calidad de vida y despliegue de actividades que antes no tenían porque no había tanta oferta para ellos y sólo les quedaba ser abuelos. Hoy, ejercer ese rol es una de las actividades, entre tantas otras. Esta tendencia a una abuelidad más libre genera tensiones en la familia por las elevadas expectativas de hijos, nueras y yernos que están más relacionadas con las vivencias propias de lo que fue crecer con sus abuelos que con la realidad actual.”
El nuevo lugar de los mayores, más activos e independientes, que ejercen su rol con alegría, pero sin ataduras, que privilegian su tiempo libre por sobre sus obligaciones y cuya vida no gira en torno a sus nietos, sino en paralelo, ha tomado por sorpresa a una generación que se crió en la casa de sus abuelos. Pero aunque cuesta, y aun a riesgo de generar cierto grado de tensión en la relación con sus hijos, cada vez más adultos mayores se animan a decir que no o por lo menos a marcar límites en el cuidado de sus nietos.
Por eso, para los que hoy transitan los 30 o 40 años, hijos de estos abuelos recargados, la menor dedicación que muestran con sus nietos es una de las cuestiones que más preocupan. En algunos casos, son temas de conversación entre amigos y hasta es registrado por programas que hablan de la maternidad como Según Roxy, la serie que explotó en la Web hace algunos años y que hoy saltó a la televisión de la mano del canal Lifetime. Hace unas semanas, de hecho, se emitió el capítulo dedicado a la nueva abuelidad y fue de los que registraron mayor nivel de comentarios en las redes sociales.
“Las consecuencias que trae esta abuelidad más libre es un tema que aparece frecuentemente en la consulta -sostiene Zarebski-. Acá ayudamos a que reconozcan sus propios deseos, a plantarse frente a reclamos que no corresponden y a lidiar con la culpabilización por no cumplir el rol que se supone deben cumplir para su familia y la sociedad”, dice la especialista.
Pero a pesar de que alienta la autonomía, Zarebski, aclara: “Lo ideal es encontrar el equilibrio: no caer en la abuelidad esclava y en el sometimiento a los pedidos desmedidos de los hijos, ni tampoco en el desentendimiento total de la función de abuelidad y convertirse en adultos mayores narcisistas que sólo quieren su propio bienestar -advierte-. Creemos que el intercambio con los nietos enriquece y mantener un buen vínculo con ellos es uno de los factores protectores del envejecimiento. Es importante que prime la solidaridad familiar: no vivir egoístamente, contribuir y ayudar, pero sin descuidar sus propios deseos de realización personal”.
Ese equilibrio tan necesario es el que logró la familia Voltán: Patricia y Alejandro son un matrimonio que tiene cinco hijos y siete nietos. “Después de criar dedicadamente cinco hijos tenemos claro que nuestra misión como abuelos es disfrutar. Nos encanta estar con nuestros nietos, ver sus logros, pero cuando se van, volvemos a nuestra vida que es una vida rica, plena, con amigos y actividades -dice Patricia-. Ellos saben que cada vez que nos necesiten vamos a estar, y les pedimos que si van a traer a alguno de los nietos nos avisen con tiempo, así nos organizamos. Ser abuelo no tiene que ser una esclavitud, sino un disfrute.”
Patricia llegó a esa conclusión después de ser por unos meses una abuela full time. Cuando nació el primer nieto de la familia y su hija volvió a trabajar luego de extender la licencia por maternidad, Patricia se ofreció a cuidarlo mientras su madre trabajaba y encontraba a alguien de confianza que pudiera quedarse con el bebe. “Pensé que no podía ser tan difícil después de haber criado a cinco hijos -cuenta-. Me despertaba al alba para llegar antes de que ella se fuera y volvía tarde a casa. Después de varios meses, me di cuenta de que no tenía vida. Era una carga demasiado pesada para mí, me sentí ahogada, pero me sirvió para entender cómo iban a ser los roles.”
En ese momento, Patricia recordó lo que le había dicho una amiga cuando se enteró de que iba a ser abuela: “Me dijo que no se iba a transformar en una esclava; que ella lo había hecho con su madre y no quería eso para ella -detalla-. Yo tuve cinco hijos y no se los dejaba a mi mamá para que se ocupara de ellos y me parece que nadie lo tiene que hacer”, reflexiona Patricia, que practica yoga cinco veces por semana en el club Belgrano Atlhetic.
Paola Pistorio, empleada de seguros y mamá de Dalo, de tres años, supo adaptarse a los tiempos de abuelidad libre. Sus suegros trabajan todo el día y sus padres tienen una vida social intensa, que incluye viajes y salidas. Paola cuenta que sus padres, cuando supieron que estaba embarazada, la felicitaron y enseguida le aclararon: “Yo ya tuve hijos y voy a ser la abuela, no la madre de mi nieto”. Lejos de ofenderse, Paola sintió alivio. “Lo comparto plenamente y lo fomento, quiero que el abuelo sea abuelo y no padre -asegura-. Por una cuestión generacional, ellos tienen una visión distinta, más rígida, y yo estoy a favor de una crianza más libre y creativa. Y si vos les pedís a tus padres que cuiden a tu hijo todos los días, de 8 a 18, es difícil decirles que no estás de acuerdo con ciertas cosas que le enseñan.”
Para Paola es fundamental, entonces, que cada uno mantenga su independencia y no se superpongan los roles: “Yo quiero tener la responsabilidad de criar a mi hijo y decidir qué hacer y qué no, tener la libertad de poner límites como mamá y elegir el tipo de crianza que quiero darle. Es lo más sano en una relación y la mejor manera de preservar el vínculo; a menudo veo a conocidos que hacen la «cómoda» de dejar a sus hijos al cuidado de sus padres y no saben cómo salir de esa situación. Yo quiero que mi hijo, cuando los vea, los disfrute y esté contento, y ellos también. Es decir, que sea un momento de alegría para todos y no una obligación”.
A pesar de fomentar la autonomía, Paola tiene la tranquilidad de que frente una eventualidad, sabe que levanta el teléfono y los cuatro abuelos están totalmente disponibles. “Nos ayudamos entre todos, sé que si los necesito, ahí están”, asegura la mamá de Dalo.
Flora Leisan, por su parte, es madre de dos hijos, abuela de seis nietos y bisabuela de diez. Tiene “más de 80 y menos de 90 años”, y una agenda recargada que incluye natación y tenis dos veces por semana en el club GEBA y su trabajo como coordinadora en el Consejo Argentino de Mujeres Israelitas. A pesar de todas la actividades, “Dedé”, como la llaman en realidad, asegura que se hace tiempo para llevar a su bisnieto de nueve meses a la plaza o a buscar a alguno de los otros al jardín. “Mi vitalidad es grande, camino 200 cuadras por semana, me puedo dar el lujo de cuidar a mis bisnietos, llevarlos a la plaza o a la calesita, cocinarles cosas ricas y buscarlos en el colegio”, dice orgullosa de sus múltiples actividades.
Flora asegura que la suya es “una familia unida, pero no compactada”, y se considera una madre, abuela y bisabuela “presente”, aunque le gusta mantener su independencia y autonomía. “Me organizo, me pongo días y metas. Voy tres veces por semana al trabajo, pero no descuido ni mi casa ni mi familia. Si me necesitan, estoy. Hay que tratar de estar ocupado. Lo más importante es ponerse una meta y tratar de alcanzarla.”
UNA NIÑERA PARA LA ABUELA
El perfil de “abuelas como las de antes” sigue estando en el imaginario social. Y es uno de los más requeridos en las agencias que se dedican a buscar niñeras, cada vez más solicitadas ante la falta de ayuda familiar. Pero lo curioso es que, además de bregar por perfiles similares a “las abuelas de antes”, los padres buscan alguien que “acompañe a la abuela”, es decir, que haga el trabajo pesado. Así lo asegura María Moyal, una de las directoras de Cuídame Mucho. “Vemos que la abuela está presente en la vida de sus nietos, pero con mucha más libertad. Es decir que ya no quiere tener la responsabilidad absoluta sobre el cuidado de los chicos y entonces se ofrece a acompañar a la niñera que es la que tiene la responsabilidad. La abuela hoy sería más bien un referente afectivo que un cuidador”, confirma Moyal.
Pero detrás de estos pedidos, Moyal cree escuchar un enojo solapado. “Muchas mujeres vienen y dicen que su mamá no quiere ceder su vida para criar nietos y entonces buscan a alguien que la acompañe. Algunas dicen que es también una forma de preservar el vínculo, porque se sienten más cómodas dándole indicaciones a una niñera que a su mamá.”
Otro conflicto que suele aparecer es la diferencia en la colaboración que los padres notan de un hijo a otro. “Algunas mamás vienen y se quejan de que con el segundo hijo no hay el mismo grado de compromiso que con el primero -relata Moyal-. Muchas mujeres me comentan que con el primer nieto los abuelos estuvieron mucho más presentes que con los otros y esperaban que esa presencia se repitiera con el segundo, pero eso no suele pasar. Sucede que entre uno y otro a veces pasan varios años y eso se hace sentir en el cuerpo. Y también, con el segundo, ya pasó la novedad y no se dedican tanto.”
Eso mismo les “reprocha” Gastón Repetto a sus padres. Por ser el menor de cuatro hermanos, tuvo a su hijo, el primero, mucho después que los demás. Y agarró a los abuelos con el caballo cansado. Pero después de muchas discusiones y desplantes, Gastón entendió a sus padres, aunque reconoce que le gustaría una mayor presencia y grado de compromiso con su hijo. “Yo tenía una relación divina con mis abuelos, vivía los fines de semana en su casa. Mis mejores recuerdos de la infancia están asociados con ellos y me gustaría que Rami tenga la misma relación que yo tuve. Pero mi creencia es que el vínculo abuelo-nieto es algo que tiene que construir el abuelo, son ellos los que deciden qué tipo de relación, en el sentido de mayor o menor grado de cercanía o presencia quieren tener con sus nietos. Y uno como padre debe aceptarlo, aunque a veces no lo comparta.”
LA NACION