14 Jun Cuando la obsesión por el cuidado de la salud enferma
Por Sebastián Rios
Preocuparse -o, mejor aún, ocuparse- por el cuidado de la salud personal no está mal. Siempre y cuando uno no lo haga en forma exagerada y desmedida. Es que a veces el perseguir una idea distorsionada de la salud puede incluso enfermar.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con aquellos que pasan horas y horas en el gimnasio buscando una imagen corporal que jamás les será devuelta por el espejo, porque lo que buscan es un blanco móvil. Hacer actividad física es sano, pero pasarse la vida acumulando músculo y sintiendo que siempre falta más no lo es.
Comer muchas frutas y verduras también es sano, pero limitarse a comer las que proceden de una huerta orgánica y negarse a abrir la boca ante la presencia de un tomate sin certificado de origen, optando por el ayuno como norma en las reuniones sociales deja también de ser saludable.
“Cuando alimentarme en forma saludable pasa a ser el eje de mi vida, y dejo a un lado placeres, pareja, amigos, salidas, descanso y restaurantes para seguir con esta metarreligión, ése es un síntoma de que comer saludable se ha convertido en una obsesión, lo que también puede ser considerado un trastorno de la conducta alimentaria”, dijo a LA NACION la doctora Mónica Katz, directora de la carrera de médico especialista en nutrición con orientación en obesidad de la Universidad Favaloro.
Según la doctora Katz, este tipo de obsesiones por la alimentación sana está hoy muy presente en la consulta del médico nutricionista.
“Vemos diferentes rostros: la obsesión por suplementos dietarios, hormonas, modas nutricionales, dietas pintorescas que todavía no poseen la posibilidad de un aval científico, como la nutrigenómica, el veganismo o la macrobiótica fundamentalista. Es interesante preguntarle a un vegano por qué no ingiere lácteos o cómo reemplazarlos, y no lo sabe…”
(Los veganos evitan los alimentos de origen animal por una cuestión filosófica, que se basa en respetar a los animales y evitar todo tipo de crueldad hacia ellos.)
“No es que comer natural u orgánico sea malo, sino que hoy el mercado no posee una plena disponibilidad de estos productos”, dijo Katz. Eso hace que las personas con estas obsesiones “se queden fuera de la red social habitual”.
Hipocondría y más
“La preservación de la salud forma parte de los hábitos de autocuidado dentro de cierta razonabilidad”, afirmó el doctor Roberto Sivak, docente del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Se espera que se le dedique cierto tiempo y se cumpla con ciertas rutinas habituales, tras lo cual se debería poder afrontar otras actividades como el trabajo, las relaciones afectivas, el ocio o el descanso.”
Pero cuando se va al gimnasio de noche para escapar de la mirada de los otros porque a pesar los músculos ganados uno sigue considerándose un alfeñique, como ocurre con quienes padecen vigorexia, esto no se cumple. “Las ideas obsesivas respecto a la imagen corporal y los hábitos alimentarios se encuentran más en la adolescencia y en las mujeres, pero está aumentando en hombres y aparece incluso a edades más tempranas”, comentó Sivak.
“La hipocondría es la preocupación excesiva por la salud, pero sin embargo hoy existen otras categorías que tienen que ver con las alteraciones de la percepción corporal, que adquieren la característica de idea sobrevalorada y, por momentos, obsesiva -afirma el doctor Enrique De Rosa, especialista en trastornos de ansiedad y profesor de la UBA-. Algunos de estos cuadros son el cuidado corporal obsesivo, el cuidado por el aspecto y las cirugías plásticas consecuentes.”
Según De Rosa, “en los trastornos de este tipo se utilizan los abordajes cognitivo-comportamentales, que trabajan sobre las ideas o creencias que sustenta estas obsesiones, y buscan modificar los comportamientos automatizados en función de esas obsesiones”.
LA NACION