“¿En qué gastaste tanto?” Nadie está a salvo de la infidelidad financiera

“¿En qué gastaste tanto?” Nadie está a salvo de la infidelidad financiera

Por Laura Reina
“Mi amor, estamos en el horno”, dice el marido, que acaba de llegar del trabajo, mientras revisa el resumen de la tarjeta. Ella se sabe culpable: acaba de cometer un crimen en varias cuotas sin interés y escondió parte de la evidencia en una bolsa de residuos. Pero la prueba incriminatoria principal luce en sus pies. “¿Esos zapatos son nuevos?”, interroga el marido. “¿Qué zapatos? Me los regaló tu vieja hace mil, qué decís”, responde la mujer, ofendida por la pregunta y por el manto de sospecha que recae sobre ella.
No hay pareja que no se sienta identificada con la situación. De hecho, no bien vio esta publicidad, Analía Ravalli, que trabaja en una pyme que fabrica ropa deportiva, se ríe cada vez que la pasan. Y claro, se ve reflejada en esa escena porque reconoce que alguna vez le ocultó algún gasto personal a su marido, Gabriel Violanti, aunque él asegura que “hizo la vista gorda”.
“Las mujeres somos de hacer esas cosas. Hay momentos en que no tendrías que hacer ese gasto, pero te tentaste y lo hacés igual, lo vas manejando. Si es un matrimonio de mucho años, el otro se da cuenta, pero se hace el distraído -dice Analía, de 40 años-. Lo normal es que cuando es un gasto chico, para uno, no lo consultás; si es más grande, como cambiar el auto, sí”, dice ella, que como la mujer de la publicidad, tiene debilidad por los zapatos.
2045999
Aunque hay una aparente apertura, el dinero sigue siendo un tema tabú y de conflicto en la pareja. Lo aseguran los expertos, que coinciden en que el manejo de la plata en común no siempre es transparente. Y para resumir esos comportamientos acuñan un término que se ha puesto de moda: infidelidad financiera. El concepto abarca desde los actos más inocentes, como mentir y ocultar gastos personales, hasta cuestiones más serias, como tergiversar el sueldo real, separar dinero sin que el otro lo advierta, tener una cuenta bancaria no blanqueada, hacer inversiones a espaldas del compañero o contraer deudas. “¿Quién puede levantar la mano y decir que nunca pasó por la situación de comprarse algo para gratificarse o guardar un dinero sin que la pareja lo sepa? -se pregunta Cecilia Boufflet en su libro Las billeteras son de Marte, las carteras son de Venus (Planeta), que escribió junto con Marcelo Elbaum-. Es cierto que la dimensión de estos hechos es absolutamente diferente, pero tienen como denominador común el carácter de secretos y mentiras respecto del manejo del dinero en común”, escribe la periodista especializada en temas económicos en uno de los capítulos más jugosos del libro, el dedicado, precisamente, a la infidelidad financiera.
Allí queda claro que el engaño amoroso no es el único que se instala en las parejas. “Existe otro tipo de infidelidad: la conducta o acto secreto relacionado con el dinero que involucra a uno de los miembros de la pareja, que lo hace menos confiable en la relación”, define Boufflet, y da datos precisos acerca del alcance de estas conductas: el 31% de las parejas admitió haber cometido algún tipo de infidelidad financiera; el 58% de ellas señaló que oculta u ocultó dinero a su cónyuge; el 53% admitió haber tergiversado el verdadero valor de una compra; el 48% de las parejas jóvenes aseguró que esconde compras; el 34% que oculta ciertas deudas, y el 15% que tiene una cuenta paralela.
En sintonía con estas cifras, el economista Nicolás Litvinoff, director de la empresa de educación financiera Estudinero.net, cuenta que el sitio Money Habitudes (www.moneyhabitudes.com ) muestra que por lo menos un tercio de las parejas ha cometido algún tipo de infidelidad económica. “Este tipo de mentiras u omisiones se relacionan directamente con el miedo al conflicto: al suponer que nuestra pareja se va a enojar cuando se entere de nuestros gastos o deudas, preferimos esconderlos y ahorrarnos un momento incómodo”, dice.
Mentir acerca del verdadero monto gastado es una estrategia que suele sacar de las casillas a Marcelo Flores. “Mi mujer tiene la costumbre de llegar con algo nuevo y decirme: «Era una oferta, estaba a 1500 y lo compré a 800 pesos». Y yo pienso para mis adentros: ¿Era necesario gastar $ 800 solamente porque estaba de oferta?”, se pregunta Marcelo, que además, duda de la veracidad del descuento. “Lo de la oferta es bastante incomprobable, dudo que sea así. Me parece bien que se compre algo, pero muchas veces si el gasto es mío puede terminar en pelea. Yo no me compro muchas cosas, lo que sí hago es separar algo de dinero para mí. Me parece un derecho más que una infidelidad.”
Históricamente, la raíz de estos engaños estaba directamente relacionada con una desigualdad que existía en las parejas, donde el hombre era el absoluto proveedor del hogar y la mujer estaba a merced de lo que el marido “le iba dando” para los gastos de la casa. Pero estas actitudes persisten hoy aun cuando hombres y mujeres alcanzan niveles salariales bastante similares y, por lo tanto, se constituyen en pares respecto del aporte que uno y otro hacen a la economía del hogar. Entonces, ¿por qué se incurre en ciertos engaños financieros?
Según la psicóloga y antropóloga de la UBA Fabiana Porracín, esto sucede porque hay parejas que todavía se encuentran atravesadas por el manejo de la economía que tenían sus padres (varón que trabajaba y mujer ama de casa) y reproducen esa cultura, en la que quien decidía sobre el dinero era la figura masculina y la mujer no tenía la misma libertad de decisión. “Habiendo crecido en hogares con una mamá ama de casa -dice Porracín- lo que se internalizó es que quien maneja la economía es la figura masculina y esto hace repetir diversas conductas de ese modelo. En el caso de las mujeres, es hacer, pero ocultar por culpa y por miedo. Y en el caso de los hombres, hacer y asumir que no tiene nada que dialogar con su pareja. El hombre oculta porque siente que puede hacerlo. La mujer, porque desconoce que tiene derecho a disponer del dinero con libertad, siempre de modo responsable.”
Ligia Baleeiro, una brasileña de 31 años, cuenta que en la casa donde creció la situación era inversa: la madre era la proveedora. Y por eso, dice, le costó tanto adaptarse a la situación actual, en la que su marido, el argentino Ramiro Pena, es el principal aportante y el que sostiene su emprendimiento La Vestuarista, una empresa de asesoramiento de imagen personal. “Estando en Brasil tenía mi independencia financiera y manejaba como quería mi plata. Acá no gano tanto y me costó adaptarme a tener una economía conjunta. Pero me parece lindo, es una buena experiencia”, dice Ligia, que asegura que al tener un fondo común, se consultan todo y tienen un lema: absoluta transparencia. Aunque los aportes de uno y otro hoy no son equiparables, Ligia asegura que no se siente limitada para gratificarse. “Si quiero comprarme algo lo hago sin culpa, pero hoy prefiero invertirlo en mi empresa. No es un problema que yo gane menos que él, lo bueno es que Ramiro me apoya en todo. Y los gustos nos los damos de a dos, viajando o yendo a comer a buenos restaurantes.”
Una pregunta frecuente, dice Litvinoff, es si hay que blanquear el dinero ahorrado antes de irse a vivir con alguien. “Antes la gente se casaba a los veinte y tenía todo por hacer. Hoy la gente se junta pasados los 30, probablemente con bienes y ahorros personales que complejizan la dinámica de pareja. Pero el ocultamiento nunca es la solución. Lo ideal es llegar a acuerdos del tipo lo que tenemos antes de casarnos es patrimonio personal y no tengo que darte explicaciones. Los acuerdos, igual, se deben ir actualizando porque la situación de la pareja puede ir cambiando.”

EL DÍA AL DÍA
Respecto de los gastos cotidianos, los especialistas coinciden en que lo ideal es fijar montos y consensuar, de lo contrario, “siempre va a haber infidelidad porque nadie le dice a la pareja todos los consumos que hizo en el día”, dice Litvinoff y propone fijar un importe: hasta cuánto tengo que blanquear mis gastos. “Eliminar la infidelidad económica no tiene que ver con consultar o comentar cada gasto que hicimos o estamos por hacer -aclara-. La pareja debe establecer a partir de qué monto es necesario notificar al otro.”
Boufflet opina que para que esto tenga éxito, lo ideal es que ese dinero para gastar en uno, sin rendir cuentas al otro, sea igual para los dos. “No es recomendable que sea un porcentaje del salario de cada uno porque, si alguno de los dos gana mucho más que el otro, las desigualdades se acentúan y el que menos gana puede sentir que es injusto. En la pareja, el dinero es una fuente de poder, y cuando esa relación está desbalanceada, la infidelidad financiera suele aparecer.”
Por eso, Porracín, por su parte, defiende la importancia de que trabajen ambos integrantes de la pareja: “Hoy quien no genera ingresos para autoabastecerse queda a merced del otro -advierte-. Y en las parejas en las que ambos trabajan, es importante que puedan consensuar cómo manejan el dinero destinado a la economía en común y que cada uno pueda autorizarse a administrar con libertad el dinero que gana con esfuerzo en las áreas que le plazca, siempre que no vaya en detrimento de la economía familiar”.
Para anticiparse a posibles conflictos de pareja, Vanesa Albarenque y su pareja, Iván Comínguez, establecieron que, ante un gasto más o menos importante, deben consultarse sí o sí. Blanquear todo. “Iván tiene gustos caros, practica triatlón, y siempre está en busca de lo último, lo mejor, para rendir al máximo. A veces chocamos porque yo tengo una mentalidad ahorrativa, en mi casa aprendí la importancia de no derrochar el dinero”, cuenta Vanesa, empleada de 33 años. Iván detalla que todos los meses hacen un fondo común y que una vez cubiertos los gastos se establece el monto para gustos personales. Pero aunque acepta que es más gastador que su novia, asegura que es medido. “Sé cuáles son nuestros límites. Ella tiene más capacidad y actitud hacia el ahorro que yo, pero no hago locuras. Estando en pareja jamás compré algo que sabía que no podía afrontar porque no quise problemas, pero sí lo pensé. Y si estuviera solo, lo haría”, reconoce en un rapto de honestidad. Por eso, quien esté libre de pecado financiero que tire la primera piedra. O que blanquee cuánto gastó el último mes en la tarjeta.
LA NACION