Una actriz que patea el tablero de la corrección

Una actriz que patea el tablero de la corrección

Por Juan Manuel Strassburger
Un ajustadísimo catsuit negro, el pelo recogido en una trenza, dos armas recién desenfundas y esa mirada asesina. Lista para atacar o defenderse contra los malos (y males) de este mundo. Y con la fuerza propia de una mujer. Seguro: el personaje de Lara Croft, de todos los que interpretó Angelina Jolie (que el 4 de junio cumplió 40 años), no debe ser el más ponderado de la crítica. En su momento, los especialistas destrozaron esta adaptación del popular video juego y se burlaron de la artificialidad de su guión. Sin embargo, la recordada Lara (¿como olvidarla?) supo representar e interperlar cierto poder femenino que no estaba tan claro para círculos feministas demasiado autoconscientes pero sí para cientos de miles de chicas en todo el mundo que inmediatamente se identificaron con esa femme fatale del futuro que parecía no tener problemas en subyugar a quien tuviese en frente, ya sea hombre o robot. Y que sabía hacerse de aquellas condiciones a priori “masculinas” (fuerza, vigor, frialdad mental, largo etcétera) sin perder nada de su sensualidad.
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“La gente me decía: ‘¿En serio vas a hacer de Lara Croft?’. Y me miraba incrédula. No entendía cómo no estaba haciendo cosas más oscuras o profundas. Pero yo estaba feliz de volver a casa toda rota después de los duros entrenamiento y los ensayos sin pausa”, aseguraba en ese entonces Angelina, que venía de ganar un Oscar con Inocencia interrumpida (la gran apuesta personal de Winona Ryder que se vio opacada por ella) y que incluso antes habia deslumbrado con Gia, su irrupción en la pantalla grande en la piel de una irresistible modelo bisexual y adicta. En comparación, la transparente Lara Croft sabía a retroceso. Pero Angelina no lo veía así: “Lara es completamente sensual, libre y primitiva. Y más que todo lo demás es absolutamente atlética. Amo todo lo que ella es y significa.”
Sin saberlo, Angelina Jolie, con Lara Croft (que se convirtió en un inesperado blockbuster y significó su definitiva entrada grande al mundo de las super estrellas de Hollywood), estaba sentando las bases de un imaginario personal que luego confundiría ficción con realidad. Porque: ¿Cuánto de esas peleas implacables contra monstruos, robots o machos alfa luego se corporizaron en peleas reales contra prejuicios, moralinas varias, machismos trasnochados y cierta mirada progre que siempre desconfió de una mujer demasiado transgresora y hasta tildada de frívola por empeñarse a armar una familia de todos los colores entre otras acciones fuera de la norma? “Soy simplemente honesta. Me gusta que no tengo que ni preocuparme por las cosas que digo”, avisó muy al principio, en 2001, en la revista Interview. Y también: “No creo en la culpa. Creo en vivir siguiendo tus impulsos sin molestar o herir a terceros. Por eso tampoco juzgo a los demás. Sean libres y ya.”
Eran los tiempos de sus primeras apariciones en Hollywood, cuando el mote de ser hija del gran actor John Voight de a poco fue perdiendo terreno frente a su look desprejuiciado (agresivo y dark; con abundandancia de tatuajes en años en que todavía no estaban tan aceptados en la farándula), su boca come-hombres al natural y sus declaraciones irreverentes. “Cuando todas las chicas querían ser bailarinas yo quería ser vampiro”, decía, no por nada, cuando le preguntaban por su infancia y contaba, de paso, su noviazgo cama adentro a los 14 años (“Era eso o que mi mamá aceptara que nos escapáramos y viviésemos en la calle”), sus primeras experiencias lesbianas (“Si me enamorara de una mujer en un mañana, ¿creés que no la tocaría ni la besaría? ¡Por supuesto, sí!”, en referencia a su pasada relación con la modelo Jenny Shimizu) o se declaraba enamorada de su hermano James Haven y lo besaba en público (“Es hermoso, cómo no lo voy a besar”, provocaba).
Hija de la también actriz Marcheline Bertrand, Angelina nunca le perdonó a su papá la manera en que dejó a su madre (básicamente, por otra); hecho que siguió resonando en su cabeza, aún cuando conoció a Brad Pitt y se enamoraron. “Intimar con un hombre casado, como era Brad en ese momento y como había sido mi padre cuando engañó a mi mamá, no era algo que pudiera perdonarme facilmente. No podía ni mirarme en el espejo. No cabía en mi cabeza sentirme atraída por un hombre que podía llegar a engañar a su esposa”, contó al Daily News tiempo después, cuando la relación con Pitt ya estaba consolidada y su escandalosa separación de Jennifer Aniston (la abandonada) todavía seguía -sigue- dando que hablar.
“Luego de mi último divorcio (NdeR: su primer marido fue el actor John Miller, y su segundo, el también actor, gran cara de malo, Billy Bob Thorton) me dije que mi próxima pareja sería sí o sí alguien de otro ambiente, fuera de la actuación, un médico del mundo, o algo así. Pero entonces me encontré con Brad y sencillamente era todo lo que estaba buscando sin saberlo. El mejor hombre, el mejor padre; alguien que no era solamente un actor sino alguien que también le interesaba formar una familia distinta a la convencional. Una persona que ama viajar y la arquitectura incluso más que estar en una película”, señalaba a Vanity Fair en 2008.
Y si bien su carrera no dejó de tener sus momentos potentes (la madre que lucha contra un sistema estatal que la diagnostica de loca para recuperar a su hijo en El Sustituto de Clint Eastwood en 2008; o la bosnia musulmana que se enamora de un serbio en plena guerra de Sarajevo en Tierra de sangre y miel, su debut como directora en 2011) no hay duda que esa descripción enamorada de Brad Pitt habla también de sus propios objetivos como celebrity global. Una figura incómoda para el star-system, nunca conforme con el papel preasignado a los famosos de Hollywood y mucho más amiga de patear el tablero con declaraciones y acciones que desatan polémicas, como por ejemplo su famosa doble mastectomía y la extirpación preventiva de sus ovarios; métodos no convencionales en la lucha contra el cáncer, o actitudes que irritan cualquier corrección política.
“Estuve estudiando algo de Derecho Internacional para entender por qué no encontramos soluciones para los dictadores o terroristas que reclutan niños, los violan y los usan de soldados. ¿Por qué no podemos conformar una comunidad internacional que pueda manejar estos temas de una manera eficiente?”, declaraba en 2007, mucho más cerca del intervencionismo internacional de lo que la conciencia liberal de sus pares de Hollywood estaba dispuesta a tolerar.
Por otro lado, sus preocupaciones de larga data por la situación de Camboya (país devastado que conoció luego de filmar Tomb Rider), la violencia sexual en zonas de conflicto militar (y el correspondiente reclamo al Reino Unido) y la urgencia de los distintos refugiados del mundo no sólo le ganaron el título de filántropa y de “embajadora de buena voluntad de la ONU” en cualquier biografía de la Web sino también la constatación de que además de preocuparse por estos temas, puso manos a la obra.
“Estoy ansiosa por envejecer”, volvió a sorprender hace poco, consultada por su inminente cumpleaños cuarenta. “No veo la hora de convertirme en una exhausta mujer mayor con una intensa vida detrás y todavía otra por delante.” Por el momento, va en camino de lograrlo.
TIEMPO ARGENTINO