La mejor y la peor inversión de mi vida

La mejor y la peor inversión de mi vida

El fin del año es un momento apropiado para reflexionar. The Wall Street Journal preguntó a personas exitosas en el mundo de las finanzas y otros campos sobre la mejor y la peor inversión que han hecho en su vida.
Las respuestas vinieron de un ex presidente de la Reserva Federal, dos premios Nobel de economía, varios inversionistas, líderes empresariales prominentes y muchos otros.
Sus comentarios demuestran que se pueden aprender lecciones valiosas tanto de las apuestas que generan retornos como de las que salen mal. (Algunos comentarios fueron editados por claridad).

William Bernstein, neurólogo y gestor de inversiones en la firma administradora de riqueza Efficient Frontier Advisors: la peor inversión que he realizado fue hace alrededor de 30 años cuando aprendí a las malas -al hacer operaciones con platino- que los inversionistas individuales no deberían jugar con los futuros de materias primas. El precio se desplomó y perdí una suma en torno a las cinco cifras. Apliqué esta lección a la especulación en general y ha estado generando di-videndos desde entonces.
La mejor inversión fue por el año 1994, en acciones de Telmex (el gigante mexicano de telecomunicaciones), una combinación de astucia y pura suerte. Fue baratísimo, alrededor de cinco veces las ganancias, y mi inversión se multiplicó como por 20 con las acciones y sus escisiones. Después me di cuenta de que una operación más segura e inteligente habría sido comprar un fondo indexado de mercados emergentes. Telmex fácilmente podría haber quebrado, pero no una o dos docenas de mercados.

Mellody Hobson, presidenta de la firma gestora de fondos mutuos Ariel Investments: mi educación universitaria fue mi mejor inversión. Yo era la menor de seis hijos, mi madre era soltera y también era una emprendedora que batallaba. Solían desalojarnos, desconectarnos el teléfono, porque no podíamos pagar las facturas. Mi madre dijo: “Esta educación se pagará sola”. Por tanto, obtuve miles de dólares en préstamos estudiantiles, pero los pagué muy rápido. Mi salario inicial fue de US$35.000 al año, y todos los meses pagaba como cinco veces el pago mínimo requerido. Me di cuenta de que cuando no estás acostumbrado a tener dinero, ese es el mejor momento de renunciar a disfrutarlo.
Hoy en día, muchas personas cuestionan el valor de una educación universitaria, pero creo que los números son indiscutibles. Está directamente correlacionada a los ingresos.

Dolly Parton, cantautora, copropietaria del parque temático Dollywood, en Pigeon Forge, Tennessee: la mejor: definitivamente, Dollywood. Hizo realidad un sueño personal. Además, ha ofrecido tanta diversión y recreación a familias de todo el mundo, además de tanto empleo para la gente local, mi gente. Y ha contribuido al crecimiento de toda la región.

Laurence Siegel, director de la CFA Institute Research Foundation: después de un accidente en mi viejo Mustang en 1979, demandé al tipo que me chocó y conseguí un pago de US$5.000 en 1982. Después de pagarle al abogado, lo puse todo en un fondo indexado al S&P 500 de Vanguard. Entré cuando el mercado estaba cerca de su piso, y aún conservo las acciones. Hoy valen alrededor de US$100.000. ¿Qué la hace la mejor inversión? Pagar un precio bajo y mantener las acciones por siempre.

Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (1979-87): la peor inversión financiera que hice fue pasar tanto tiempo en el gobierno. La inversión personal más satisfactoria que he realizado fue pasar tanto tiempo en el gobierno, por más frustrante que podía ser.

Jonathan Tisch, presidente de la junta directiva de Loews Hotels & Resorts: la peor fue cuando a principios de 2000, invertí en el restaurante Chingalle en el Meatpacking District de Nueva York. Desafortunadamente, debido a un periodo inestable en Wall Street y el impacto de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los negocios del sur de Manhattan, el restaurante cerró. Siempre que mi esposa y yo comemos en la ahora próspera zona del Meatpacking, lamento que nos hubiéramos adelantado a la tendencia.

Terrance Odean, profesor de finanzas de la Universidad de California en Berkeley: a principios de 1989, leí que los te-rrenos bajo el Palacio Imperial en Tokio valían más que toda la tierra en California. Llamé a mi corredor de bolsa y le pregunté cómo podía apostar en contra de los bienes raíces en la capital japonesa. Días más tarde, me dijo que podía comprar put warrants en el índice Nikkei (una apuesta al descenso de las principales acciones japonesas). Sin hacer mayor investigación -o reflexionar más- compré US$20.000 en put warrants.
Sin embargo, el Nikkei siguió subiendo y mis warrants colapsaron. Los US$20.000 se habían reducido a poco más de US$2.000. Pero ni siquiera consideré vender. El golpe emocional de perder US$18.000 o perder US$20.000 sería casi el mismo, y la posibilidad de que la inversión se recuperara después de que vendiera era mucho más preocupante.
En 1990, el Nikkei cayó y mis warrants empezaron a recuperarse. Cuando la posición alcanzó US$6.000, vendí alrededor de un tercio de mi posición total. Vendí otro tanto a medida que ascendía y generé algunas ganancias con los últimos warrants.
Durante muchos años, me convencí de que no había perdido nada. Pero no fue así. Había perdido al menos US$2.000. Peor aún, el Nikkei siguió cayendo. Si hubiera mantenido los warrants, podría haber conseguido grandes utilidades: probablemente hasta US$100.000.
Aunque perdí dinero, fue una inversión valiosa. Aprendí que no podía cronometrar los mercados y que una apuesta que más adelante genera retornos no sirve de nada si uno no puede costear esa posición. Pero la mayor lección que aprendí es que es mucho más difícil vender generando pérdidas que ganancias.

Ian Schrager, hotelero, cofundador de Studio 54 y presidente de la junta de Ian Schrager Co.: la mejor inversión que he hecho en mi vida por amplio margen es el tiempo que he pasado con mi esposa y mi familia y el tiempo que he pasado con la gente con quien he trabajado por mucho tiempo durante mi carrera. Los dividendos que recibí de esto han superado por mucho cualquier cosa que he recibido de todas mis inversiones combinadas.
Eugene Fama, premio Nobel de economía (2013) y profesor de finanzas de la Universidad de Chicago: la mejor ha sido una política de 50 años de jamás invertir con gestores activos. La peor: US$15.000 que perdí en una inversión en los años 60 en una empresa de exploración petrolera que no cotiza en bolsa. La revolución de esquisto podría haberla salvado, pero la compañía ya había cerrado para entonces.

Aaron Vermut, presidente ejecutivo de Prosper Marketplace, un prestamista entre pares: una de las peores inversiones fue una que hice este año en un negocio de fracturación hidráulica en la cuenca Permian en Texas. Cometí el error clásico de invertir en una industria sobre la que no sé nada porque la operación parecía sencilla: grandes ventajas y limitadas desventajas, y la gente involucrada eran inversionistas inteligentes y ricos en recursos naturales. La realidad fue que estaba siguiendo una tendencia. Llegué tarde a la fiesta e ignoré los riesgos. La lección que aprendí (de nuevo) es que uno debe enfocarse en lo que conoce, asegurarse de que entiende en lo que está invirtiendo y no ir detrás de tendencias.

William Sharpe, premio Nobel de economía (1990) y profesor emérito de finanzas de la Universidad de Stanford: cuando di clases de inversiones a estudiantes de MBA en Stanford, empecé la primera clase escribiendo un número de teléfono en la pizarra. Después les dije a los estudiantes que se trataba de la información más valiosa que obtendrían de mí.
Probablemente adivinó que era el teléfono de Vanguard. Claro, ahora sería la dirección de un sitio web. Y otras firmas probablemente deberían ser incluidas. Sin embargo, mi devoción a los fondos indexados ampliamente diversificados de bajo costo no ha flaqueado.

Rob Arnott, presidente de la junta de la firma de inversión Research Affiliates: la mejor y peor inversión de mi vida fue una estrategia que consistió en opciones de venta y compras al descubierto altamente apalancadas en el S&P desde 1997 a 2002, una técnica para generar ganancias cuando caen las fluctuaciones en los precios de las acciones. Estaba apostando durante la mayor parte de este periodo a que las pronunciadas oscilaciones en los precios descenderían.
Para 2001, tenía alrededor de 10% de mi patrimonio neto invertido en esta estrategia, ya que las opciones estaban sistemáticamente sobrevaloradas en esos momentos.
En la mañana del 11 de septiembre de 2001, sabía que había perdido una buena porción de mi patrimonio en un instante (alrededor de 35%), pero realmente no me importó porque ese evento fue un recordatorio potente para todos de que la vida, la familia, el amor y la salud son cosas muy valiosas; la magnitud de la pérdida financiera hizo que la irrelevancia de la pérdida fuera mucho más obvia.
Fue también la mejor inversión de mi vida debido a ese recordatorio de lo que es importante, y debido a que mi siguiente paso -como persona a la que le gusta llevar la contraria- fue comprar acciones de manera enérgica cuando los mercados reabrieron. Siempre me ha encantado intensificar las estrategias y clases de activos que han sido profundamente decepcionantes.

Burton Malkiel, profesor emérito de economía de la Universidad de Princeton y autor de ‘Un paseo aleatorio por Wall Street’: a lo largo de mi vida, he comprado varias acciones individuales. Algunas han tenido muy buenos resultados y otras no tanto. La mejor inversión que he realizado es un fondo indexado a todo el mercado bursátil.
Invertir es divertido. Si buena parte de su dinero está invertida en fondos indexados, y quiere invertir en algo por los márge-nes, hágalo. Yo lo hago. Recuerdo más los éxitos que los fracasos. Compré algo de Alibaba Group Holding en la salida a bolsa. Lo seguiré haciendo porque es divertido. Y lo seguiré haciendo porque no me estoy engañando con que lograré un gran exceso de retornos.

Daniel Loeb, presidente ejecutivo de Third Point, firma de inversión: la peor ocurrió cuando estaba en la universidad y negociaba acciones en mi tiempo libre. Había ganado US$120.000 y decidí invertirlos todo en una idea que me apasionaba en particular: Puritan-Benett, un fabricante de respiradores médicos. La empresa sufrió enormes pérdidas después de que sus productos fueron vinculados a varias muertes. En los años que me tomó recuperar las ganancias perdidas, tuve mucho tiempo para absorber la importante lección de no poner todos los huevos en la misma canasta.

Jim Cramer, anfitrión del programa Mad Money del canal CNBC, y ex gestor de fondo de cobertura: Memorex Telex es de lejos la peor inversión que he hecho en mi vida. Esta empresa de almacenamiento informático tenía un negocio estupendo pero demasiada deuda. En 1992 se declararon en bancarrota, lo que barrió a los accionistas.
Esperé a que los acreedores que obtuvieron participaciones durante la bancarrota las vendieran. Compré varios cientos de miles de acciones a US$2 cuando comenzó a transarse. Casi de inmediato, cayó a US$1,50, que fue el momento en que compré otros cientos de miles. En unos meses, la acción cayó a US$1. A ese precio, pensé ¿cuánto podía perder?, por eso compré otro millón de acciones. Luego veo como cae a US$0,625. Pensé, ¿Cuánto puedes perder a 5/8 de un dólar? Por eso dupliqué de nuevo la apuesta. Dos millones de acciones a 5/8 de un dólar.
Efectivamente, Memorex Telex no solo fue una de las empresas más rápidas en pasar por el proceso de bancarrota, sino que también se convirtió en una de las empresas que volvió más rápido a la quiebra. ¿Cuánto podía perder? ¿Qué les parece todo?
Cuando tenga una acción con un precio bajo, no piense, “¿Cuánto más puedo perder?” Todavía puede perder todo a un nivel de dólar más bajo.

John C. Bogle, fundador del fondo Vanguard Group: mi mejor inversión fue una que tuve que rescatar. He invertido en el Wellington Fund desde julio de 1951, cuando entré a trabajar en Wellington Management y 15% de mi sueldo, o US$37,50 a la semama, ingresaba al fondo todos los meses como parte del plan de jubilación de la firma. Después, a fines de la década de los 60, el fondo se volvió muy riesgoso y abandonó su enfoque en acciones seguras que generaban ingresos. Terminó con el peor desempeño en 10 años entre los fondos equilibrados.
Para 1978, estaba en quiebra, y me propuse reestructurarlo. Establecimos metas claras y estrategias para lograrlo, incluyendo una mayor tenencia de bonos y una lista de 50 acciones que pagaban dividendos. El fondo se alejó del borde del abismo y ha superado el desempeño promedio de sus pares en 27 de los 35 años desde 1979.
El fondo (ahora llamado Vanguard Wellington) ha tenido un verdadero renacimiento, y para mí es motivo de orgullo personal. Sigo recibiendo cartas de agradecimiento de inversionistas del Wellington Fund. El fondo también tiene alrededor de 20% del total de mis ahorros para la jubilación, después de haber realizado aportes sustanciales a causas benéficas.
LA NACION