¿Y si se cae la nube?

¿Y si se cae la nube?

Despertás una mañana y querés revisar las notificaciones en tu teléfono. Pero, al prender la pantalla, te das cuenta de que no hay nada; ni siquiera un correo electrónico de esas páginas de venta online que se especializan en llenar tu casilla más rápido que nadie. Te preguntás si no te habrás quedado sin wifi o sin crédito de datos móviles. Pero no. Todo parece indicar que nada de eso ha sucedido. Entonces intentás abrir Whatsapp, Facebook, Twitter e Instagram, pero no carga ninguna aplicación. Ya no es gracioso. Te molestás. Te sentís aislado. Creés que tu vida social está siendo completamente boicoteada por algún tipo de falla que, seguro, le atribuís a tu smartphone. Resignado, encendés el televisor, y recién entonces es cuando te enterás por un titular que ocupa toda la pantalla: “Pánico mundial: colapsó la nube”.
¿Es posible que la nube se desplome? ¿Pasaría todo eso si realmente se cayera? ¿Se desataría el caos en el mundo?
Para entender este supuesto evento apocalíptico hay que retroceder algunos escalones. Primero hay que entender qué es ese elemento extraño y abstracto denominado como “la nube”. En realidad, se trata de un conjunto de computadoras y servidores interconectados que, en su conjunto, ofrecen a los usuarios un servicio que se ha vuelto clave en el desarrollo de diversas plataformas online. Existe desde hace décadas, pero tomó fuerza hace pocos años gracias a la creciente conectividad de todos y de todo.
La nube se destaca por facilitar las actividades de la vida cotidiana de los usuarios sin que adviertan que está allí. Con una accesibilidad sin precedentes, the cloud computing (su nombre verdadero) puede ilustrarse como un gran casillero virtual al que las personas recurren en cualquier momento para agregar y sacar información desde cualquier lugar, siempre y cuando tengan acceso a internet. Su principal ventaja es clara: todo está conectado.
La nube está metida en todo. La mayoría de los servicios o aplicaciones que se utilizan de forma cotidiana tienen sus servidores en la nube y los expertos afirman que seguirá aumentado el número de adeptos.
Se estima que, en cuatro años el volumen de información alojada en esta plataforma sea cinco veces mayor que en la actualidad, según las proyecciones de Cisco, una reconocida empresa dedicada al estudio del universo internauta.
Proveedores de servicios como Amazon, Google o Apple son dueños de partes importantes de la nube. Pero al tratarse de un servicio digital flexible de rápida elasticidad y demanda ajustable, no hay límites para su aplicación y funcionalidad.
Yo puedo tener mis fotos o documentos más importantes grabados en mi celular o mi computadora, pero cualquiera de estos objetos pueden ser robados, perdidos, o puedo dejarlos caer en una taza de café sin querer en la mañana. Pero a la nube nada de esto la afecta”, dijo Ezequiel Glinsky, director de negocios de productividad y colaboración de Microsoft
“La nube tiene esa intangibilidad que protege nuestros archivos más que cualquier otra plataforma o dispositivo”, dijo a Cromo Ezequiel Glinsky, director de negocios de productividad y colaboración de Microsoft para Argentina y Uruguay.
Para Pablo Ramos, jefe de investigación en ESET Latinoamérica, la caída completa de la nube a nivel mundial “es un hecho casi imposible, una distopía”. Y explicó lo que implicaría ese escenario: “Sería comparable a que se cayeran todos los servicios y redes sociales de internet. Incluso Google entero desaparecería”. La primera reacción de la raza humana ante este improbable evento, para Ramos, sería el pánico absoluto. “Sería como volver 10 años para atrás cuando los mensajes de texto y las llamadas telefónicas eran una realidad de la vida cotidiana. Pero luego nos adaptaríamos”, comentó.
A juicio de Glinsky, el evento sería mucho menos drástico, dado que no existe una nube, sino muchas nubes. “No puedo imaginar cómo algo tan controlado como esto podría desaparecer”, apuntó. Pero fue categórico en afirmar que, si la humanidad se quedara sin internet, no sería un apocalipsis, pero sí sería un escándalo
EL CRONISTA