Dos escritoras argentinas a la luz de dos escritoras argentinas

Dos escritoras argentinas a la luz de dos escritoras argentinas

Por Marcela Ayora
Hay cuatro escritoras, dos hablan del trabajo de otras dos; Irene Chikiar Bauer y Mariana Enríquez fueron hasta Eduarda Mansilla y Silvina Ocampo, respectivamente, para saber más sobre ellas. Dieron, en el seguimiento, con la forma particular que esas escritoras tuvieron de estar en el mundo. Así nacieron Entre-ellos (Biblos, 2013) y La hermana menor (Ediciones Universidad Diego Portales, 2014). Sin ser contemporáneas -Mansilla nació en 1834, y Ocampo, en 1903-, se cruzan en muchos puntos. De familias aristocráticas, interesadas en universos aún más amplios que la vida familiar o social que se esperaba tuvieran como mujeres de su clase. Vivieron rodeadas de hombres que ocuparon las primeras líneas de la cultura o la política. Eduarda fue la hermana de Lucio V. Mansilla, sobrina de Juan Manuel de Rosas; Silvina, una Ocampo, hermana de Victoria, esposa de Bioy Casares, amiga de Borges. Con su escritura, se hicieron de un lugar singular, tanto, que hoy se vuelve a ellas, a sus libros.
Desde la contratapa, La hermana menor da a conocer a Silvina como “la vida de quien vivió con el afán de permanecer oculta”. Mariana Enríquez planteó un desplazamiento del lugar común de pensarla en segundas fila, detrás de Victoria, de Bioy, de Borges. Encontró a una mujer que eligió el rincón desde donde quiso pararse para vivir. Silvina fue la última en nacer de seis hermanas. De chica, a la hora de la siesta, cuando todos dormían, se subía a un cedro y se quedaba ahí, escondida. Esa elección está en su obra, como la enorme presencia de la infancia en lo retirado de las dependencias de servicio. Lejos de toda candidez, los protagonistas de sus cuentos son niños asesinos, crueles o perversos.
Contemporánea de Marta Lynch, Beatriz Guido, Silvina Bullrich, que fueron best sellers, hoy a Silvina Ocampo se la busca. En ese sentido, Mariana Enríquez dice: “Es curioso. Hay un momento en que ella coincide con el boom. Un libro como La furia es coincidente, pero no hay mayor motivo para que no haya sido tan importante como los demás. Más allá de que en el boom no hay mujeres, pero si había una mujer que podía haberlo hecho, era ella, esposa de Bioy, amiga de Borges, de Cortázar, con los demás no, porque ella no se relacionaba mucho con nadie, pero Silvina estaba a la altura de los hombres del boom”. La hermana menor ahonda en la infancia, los viajes, la pintura y la escritura, los amigos, la casa de la calle Posadas; todas las Silvinas que hubo en Silvina hasta la mañana en que murió.

MUJER ENTRE HOMBRES FUERTES
Fue contemporánea de José Hernández y Sarmiento. Autora de las novelas El médico de San Luis y Lucía Miranda, que salió como folletín en el diario La Tribuna con el seudónimo de Daniel. Luego, Pablo o la vida de las pampas, que se publicó primero en francés y recibió elogios de Víctor Hugo. Irene Chikiar Bauer, autora de Virginia Wolf, la vida por escrito, abre su libro sobre Eduarda con una pregunta: ¿por qué son casi desconocidas para el público lector o para los estudiantes las escritoras argentinas del siglo XIX? A Mansilla se la recupera a partir de 1980 y a pesar de que pidiera que sus libros no volvieran a imprimirse después de su muerte. Entre-ellos hace referencia a lo hermético del “entre nos” masculino, cerrado a la posible inclusión de una mujer en las esferas de la discusión intelectual. Sobre ella, Sarmiento dijo: “Eduarda ha pugnado diez años por abrirse las puertas cerradas a la mujer para entrar como cualquier cronista o reportero en el cielo reservado a los escogidos (machos) hasta que al final ha obtenido un boleto de entrada a su riesgo y peligro, como le sucedió a Juana Manso, a quien hicieron morir a alfilerazos, porque estaba obesa y se ocupaba de la educación”. Fue escritora y periodista, compositora musical. Según Chikiar Bauer, “buscó mostrar que las mujeres podían y debían hacerse un lugar en el mundo intelectual de su época. Su singularidad reside en que tenía mucho que decir y podemos presumir que buscó expresarse a pesar de las limitaciones y censuras impuestas a su género”.
En La pequeña voz del mundo, la poeta Diana Bellessi escribe: “La construcción del artista implica siempre la construcción de una ética personal. Tan Antiguo. Wang Wei, Tu Fu, Tao Ch’ ien, poetas chinos al principio del primer milenio, ya lo decían: el estilo es el espíritu”. Silvina y Eduarda se permitieron ser fieles a sí y escribir desde ahí, desde el latir de lo genuino.
LA NACION