22 Feb La fotografía familiar resiste el paso del tiempo
Por Simon Kuper
En mi escritorio, mientras escribo esta nota, hay una foto de mi familia, tomada en Johannesburgo hace unos 100 años. Los hombres aparecen de traje, las mujeres con vestidos elegantes y los niños -entre ellos mi abuelo ya desaparecido- llevan pantalones cortos y corbatas. Ninguno de los adultos está sonriendo. Quieren mostrar que son personas serias, inmigrantes devenidos en burgueses, que pueden pagar a un fotógrafo. El esfuerzo puesto en esta foto demostró valer la pena. Es el rastro más visible de que alguno de ellos se iría.
La familia es un universal humano. En cada sociedad conocida, casi todas las personas han vivido con parientes de sangre. Y la foto familiar -una crónica de amor, estatus y muerte- es casi tan universal.
Como la foto de mi familia, y como la mayoría de las fotos de Facebook, los retratos de familia son la primera de todas las propagandas. Cuando la cámara se apaga, probablemente todas las familias sean disfuncionales. Una amiga una vez me compartió escenas repetidas de la vida en familia que recordaba: lavar los platos mientras su hermana le decía ¡Aburrida, gorda y fea!” Pero cuando las familias posan, de algún modo se las ingenian para verse felices y ricas. Mis ancestros trataban de dar una imagen de riqueza usando ropa elegante. En las fotos de Facebook de hoy, la gente suele hacer esto eligiendo el marco: acá estamos en las Bahamas o comiendo en Nobu.
Cuando se muestra una foto familiar, también se da a entender otro tipo de estatus: “No estoy solo. Somos muy unidos con mi familia”. Como Susan Sontag dijo en su libro On Photography (Sobre la fotografía), las fotos de la familia ampliada empezaron a aparecer en las casas justo cuando la vida móvil moderna la estaba reduciendo a “esa unidad claustrofóbica, la familia nuclear”. Se ponen fotos de los nietos en la heladera porque para visitarlos hay que viajar en avión. Sontag escribe: “Los álbumes de fotos familiares, en general, tienen fotos de la familia ampliada y, muchas veces, es todo lo que queda de ella”. En igual sentido, Facebook crea redes virtuales que a duras penas existen en la la vida real.
Rembrandt demostró que los retratos no precisan mostrar estatus. Pueden mostrar humanidad. Las fotos familiares de LaToya Ruby Frazier, incluidas en las versiones online y de la aplicación de nuestro especial sobre fotografía, también hacen eso. Frazier retrata los temas tabú del género: una familia de mujeres solteras pobres, enfermas y que rara vez sonríen. Hay amor en estas fotos, pero no lo conquista todo.
El otro gran tema implícito en las fotos de familia es la muerte. Hoy en día, usamos cámaras de teléfonos smart para compartir un momento, para publicar en las redes de inmediato. Aún no queda claro si estas fotos perdurarán. Pero la tradicional foto familiar, la que uno cuelga en una pared real, es para la posteridad. Con un clic el presente se convierte en historia. La foto se saca para cuando las personas que aparecen en ella hayan cambiado o fallecido o para cuando la promesa en el rostro de ese niño se haya cumplido. (Mi abuelo, el niño de la sonrisa traviesa en la foto de mi familia, creció y se convirtió en un juez al que asesinaron.) La foto familiar es un memento mori.
La boda -como en la colección de fotos del este de Londres de Stephen Gill al dorso de la página- es el momento en que se crea la familia. El beso de la pareja es el eje de la boda y a veces del matrimonio. A partir de ese beso, la familia pasa a ser mortal. La familia es la creación humana más reconfortante, pero, asimismo, es terriblemente frágil. La destruirá el divorcio, la muerte o, en el mejor de los casos, la partida de los hijos. Al final, todo lo que queda es una persona anciana y agonizante sola en un cuarto lleno de fotos de una familia que ya no existe.
Las fotos de Nicholas Nixon de su esposa y sus tres hermanas, que sacó año tras año a lo largo de 40 años, son un reloj que marca el tictac. El tiempo transcurre través de los años y las modas, y así y todo en estos retratos parte de la esencia de cada una de estas mujeres no cambia. Pero este es un viaje de ida: Las últimas fotos de Nixon reflejan la paliza que hasta la buena vida nos da.
Sin embargo, como dice el fotógrafo francés Alain Tendero, formar una familia es un viaje extraordinario. El otro día mis hijos vinieron a casa con sus fotos escolares. En una foto, los tres posan juntos: hermosos, sonrientes y sin su habitual equipo de fútbol. Espero que sus descendientes los recuerden así.
EL CRONISTA