15 Feb El dilema de trabajar conectado en vacaciones
Por Sebastián Ríos
Vacaciones conectados: un dilema moderno. Por un lado, la posibilidad de seguir trabajando desde la playa permite tomarse más días de descanso. Pero, por el otro, abre el debate acerca de si hoy es posible tomarse vacaciones reales y offline como antes. “Cuando estoy acá intento desconectarme del laburo, trato de no hablar mucho por teléfono y delego. Pero lo cierto es que las únicas vacaciones que me sacan absolutamente del trabajo son las que voy al exterior”, dice Alexis Dagotto, empresario gastronómico de 36 años, de vacaciones en Pinamar. A la carpa en el balneario Cocodrilo que alquiló para disfrutar de esta temporada con su familia lleva no sólo protector solar y otros elementos necesarios para el día de playa, sino también sus dos celulares.
“El teléfono va a todos lados conmigo, ya es como parte del cuerpo. La idea es estar informado de lo que pasa allá [en Buenos Aires] sin tener que hablar largo rato”, agrega Alexis, de vacaciones junto con su pareja, Aldana, y sus hijos Simón y Luca. “Esto [por estas vacaciones en Pinamar] no es como el plan de desconexión total, sino que es un intermedio. Cuando veraneás dentro del país siempre se presta a estar conectado”, agrega un poco resignado.
Celulares y también correo electrónico o Skype son sólo algunas de las tecnologías que permiten mantenerse conectados con ese más allá (el trabajo) que nos acompaña en las valijas. Algunos lo hacen porque realmente disfrutan de intercalar dentro de sus jornadas de relax algo de “productividad”, otros porque voluntaria o involuntariamente se han vuelto adictos al trabajo; también están los que cargan sobre sus espaldas responsabilidades indelegables y, por último, aquellos que no se pueden dar el lujo de no contestar esa llamada o responder ese mail.
Nazareth Zemm, directora de PCG Consulting Group, sostiene que trabajar durante las vacaciones es una práctica cada vez más habitual. “Algunas empresas lo imponen al entregar celulares corporativos a sus empleados. En otros casos, la iniciativa viene por parte de los propios empleados, ya que les sirve para ir resolviendo temas online y evitan que se les acumule al regresar. De cualquier manera, hay una tendencia social hacia el uso permanente de dispositivos electrónicos, y el ámbito laboral no es una excepción a esta regla, sino un reflejo claro de esta tendencia.”
Incluso en la actualidad hay compañías de comunicaciones que ofrecen la posibilidad de monitorear en forma remota y en tiempo real la empresa desde la laptop o el celular. Es el caso de Conectia, que interconecta cámaras de seguridad alojadas en comercios u oficinas con dispositivos móviles, que permiten ver qué pasa en el trabajo mientras se tienen los pies en la arena. “Esta herramienta permite que varias personas se conecten al mismo tiempo y vean las mismas imágenes, por lo que varios responsables de la compañía pueden monitorear a la vez”, explica Cristian Giugliano, gerente de ventas de Conectia.
DIFERENTES ACTITUDES
“Durante las vacaciones paso varias horas conectado con mi trabajo”, cuenta Guillermo Sirito, de 61 años, consultor y representante técnico comercial de empresas de equipamiento ferroviario, que en unos días partirá a Punta del Este en plan de vacaciones familiares. “Siempre hay una cantidad de consultas que debo responder personalmente, tanto de mis clientes como de mis representados, que quieren hablar conmigo”, explica Guillermo, que afirma que trata de resolver buena parte de esas demandas vía mail, aunque algunas deben ser respondidas telefónicamente.
“Uno puede tener dos actitudes en vacaciones con relación al trabajo: responder cordial y correctamente a las consultas que recibe o tener además una actividad proactiva y ser uno el que llama o que consulta. En mi caso, mi actitud proactiva se toma vacaciones, lo que no implica dejar de responder a mis clientes en aquello en que me necesitan”, distingue Guillermo, al afirmar que no siente que las horas que dedica al trabajo durante las vacaciones sean una carga pesada que constituya un obstáculo para el disfrute.
Pero para quienes sí representa una carga, el no poder desconectarse del trabajo ni aun en épocas de descanso conlleva sus riesgos. “Las nuevas tecnologías predisponen por la inmediatez y cierta satisfacción ilusoria a generar conductas adictivas -advierte Roberto Sivak, médico psiquiatra y docente del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA)-. La hipercompetitividad y el temor al desempleo en épocas de ajuste pueden llevar a la ilusión del empleado perfecto que puede sostener sus obligaciones, siempre listo, más allá de husos horarios o de una necesaria vacación. El riesgo es pretender satisfacer una demanda que va mutando según las necesidades del mercado o de la empresa. El costo: hipertensión, irritabilidad, trastornos del sueño, problemas familiares.”
“El abuso en la conexión definitivamente no es algo bueno -afirma Nazareth Zemm-. Cuando la persona lo lleva al extremo y ni siquiera en el período vacacional logra desconectarse, claramente esto interferirá en su descanso y, por ende, en su productividad.” En todo caso, reflexiona: “El lado bueno de la tecnología es que permite resolver temas a la distancia, sin requerir la presencia física del empleado en la oficina. Casos que anteriormente hubieran requerido un regreso anticipado, hoy en día se resuelven con una simple llamada o el envío de un mail desde la playa”.
Con el iPad en la mano y los pies hundidos en la arena templada de Playa Grande, Mar del Plata, Jorge mantiene la mirada enfocada en la pantalla y no se deja tentar por el sol y el mar que, mucho más relajadas, disfrutan su esposa, Irene, y su hija, Sol. “Estos equipos nos mantienen conectados siempre, y en mi caso, por cuestiones de trabajo”, dice sin dar demasiados detalles de la actividad que desempeña y que gracias a la tecnología no desatiende ni de vacaciones.
Melissa y Agustín son de Las Flores y se rinden a los pies del Wi-Fi,cuando los servidores pueden dar abasto a una multiproliferación de smartphones en las playas. “Se hace muy difícil desprenderse de lo laboral cuando en el trabajo que realiza uno se puede intervenir de manera más o menos directa a la distancia y vía redes”, explica. Una clave es que muchas veces son los empleados quienes no pueden dejar de trabajar, más que una exigencia real.
En Playa Grande, Pablo Carmona, Sabrina Caballero y su amiga Natalia Vázquez están conectadísimos. “Cada vez es más difícil despegarse del trabajo mientras estemos con esto encima”, dicen, con signos (otra vez) de resignación, sobre los dispositivos, que siempre están a mano.
LA NACION