05 Feb El tiempo de los premios
Por Natalia Trzenko
Temperamentales, apasionados por el glamour, el brillo y las apariencias, amantes de las novedades televisivas y algo más conservadores cuando se trata del cine, los Globo de Oro entregados el 12 de enero volvieron a demostrar que su mejor cualidad es la sorpresa.
Diseñados para repartir estatuillas para todos lados gracias a sus categorías divididas entre comedias y dramas y su espíritu unificador de las pantallas grande y chica, los galardones que entrega un grupo de poco más de 80 periodistas extranjeros afincados en Hollywood son una antesala de los Oscar sólo en términos de calendario. Y ésa es la mejor noticia para los espectadores. Porque llegado el 22 de febrero la mayoría de las categorías grandes estarán casi cantadas antes de que empiece la ceremonia y por ende las emociones estarán considerablemente más contenidas que anteanoche en el gran salón del hotel Beverly Hilton. Allí donde las declaraciones de amor, los reconocimientos familiares y lágrimas corrieron tan libremente como el champagne al que se suele hacer responsable por la mayoría de ellas. Sin embargo, teniendo a Boyhood como la gran ganadora de la noche no podría haber habido reacciones más apropiadas.
Los inevitables. Ya se dijo que los Globo de Oro suelen desconcertar. Desde el momento de las nominaciones hasta el de la entrega de estatuillas, ninguno de los candidatos puede darse por seguro ganador, pero, claro, cada año hay excepciones. Y éste, también. Aunque todo podía pasar entre los candidatos a mejor actor dramático (ganó Eddie Redmayne) y mejor comedia (cuando todos pensaban que era de Birdman, se lo llevó El gran hotel Budapest), había algunos rubros casi cantados. Como los triunfos de J. K. Simmons como actor de reparto por Whiplash: música y obsesión, Patricia Arquette por Boyhood y el de Julianne Moore, actriz principal en Siempre Alice. Un tríoque se la pasarádando discursos sentidos de acá hasta el 22 de febrero inclusive. Y en esta caso ni importa, aunque nunca está de mal repetirlo, que los votantes de los Globo de Oro no son los mismos de los Oscar que ya habían elegido a sus favoritos la semana pasada y por ende no fueron influenciados por los triunfos de anteanoche.
Las sorpresas. Entrelas campañas de promoción y las redes sociales, ya no queda mucho por descubrir de las ceremonias de premios en las ceremonias mismas. Días antes ya se sabe quiénes presentarán qué categoría y qué figuras festejarán a sus pares aunque no compitan por nada. Así se explica la cara de honesta sorpresa de muchos de los presentes en la fiesta de anteanoche cuando el mismísimo Prince apareció para presentar el premio a mejor canción original. Que lo hiciera con un look de afro, anteojos redondos y oscuros y un blanco bastón sólo agrandó la leyenda del pequeño gran músico de Minneapolis.
La TV se renueva. A diferencia de lo que sucede en los Emmy, a los Globo de Oro cuando se trata de la TV les encantan las novedades. Cuanto más fresco sea el programa, mejor. Y nada más nuevo que Transparent, una comedia de Amazon sobre una familia lidiando con la noticia de tener un padre transgénero. Uno de los ciclos más comentados de la nueva temporada y punta de lanza para los contenidos de la plataforma de Amazon, el triunfo de Transparent y de su formidable protagonista, Jeffrey Tambor, es un signo de los tiempos tanto en el interior de la industria televisa como fuera de ella. Y que el mejor drama fuera la inteligente y compleja The Affair, un éxito más de crítica que de público de la señal Showtime afirma el impulso renovador de unos premios que no suelen serlo. Ese espíritu además le consiguió un Globo de Oro a Gina Rodriguez, la fantástica protagonista de la igualmente maravillosa serie Jane The Virgin, una comedia telenovelesca que no suena a imán de galardones aunque se los merezca todos.
Amy y Tina, el final. Cada uno de los cronistas en la alfombra roja se lo dijo hasta hacerlas revolear los ojos como sólo ellas saben hacerlo. Riéndose de ellos sin ofenderlos, Tina Fey y Amy Poehler se cansaron de escuchar que como la de anteanoche era su tercera y última vuelta como conductoras de los Emmy era su oportunidad para despedirse con todo. Como si antes no hubieran puesto todo su talento en realizar una de las tareas más ingratas de todo Hollywood. Por supuesto las chicas cumplieron con un monólogo inicial que abarcó desde el hackeo a Sony hasta las acusaciones de abuso de Bill Cosby y el casamiento de Clooney, uno de sus blancos preferidos. Con el correr de la ceremonia sus intervenciones fueron más escasas y menos certeras, y, sin embargo, la conclusión es la misma: vuelvan cuando quieran.
El marido de Amal. “George Clooney se casó con Amal Alamuddin este año. Amal es una abogada de derechos humanos que trabajó en el caso Enron, asesoró a Kofi Annan sobre Siria y fue seleccionada para un comité de tres personas de las Naciones Unidas dedicado a investigar abusos en la Franja de Gaza. Así que esta noche su marido se lleva el premio a la trayectoria.” El chiste de las conductoras no podría haber sido más certero. El ex soltero más codiciado de Hollywood fue a recibir su premio y, además de reafirmar su compromiso político haciendo referencia a las manifestaciones en París (llevaba un prendedor “Je suis Charlie”), se comportó como un recién casado modelo comedia romántica. “Encontrar a alguien para amar es una lección de humildad, y más aún si la estuviste esperando toda la vida. Amal, cualquiera que haya sido la alquimia que nos reunió, no podría estar más orgulloso de ser tu esposo”. Suspiros de la platea toda.
LA NACION