Maria das Graças Foster, una singular ejecutiva en aprietos

Maria das Graças Foster, una singular ejecutiva en aprietos

Por Samantha Pearson
Maria das Graças Foster no es la ejecutiva brasileña promedio. Por empezar, la CEO de Petrobrás es mujer –de hecho, la primera en conducir un gigante petrolero. Tampoco tuvo una vida de privilegios sino que fue criada en uno de los barrios carenciados más peligrosos de Río de Janeiro. Después de juntar chatarra para venderla mientras era apenas una niña, en 1978 entró a Petrobras como becaria y acumuló tal conocimiento enciclopédico sobre la petrolera estatal de Brasil que avergonzaría a cualquier jefe.
Es una carrera notable pero podría terminar de una manera lamentablemente habitual para los estándares latinoamericanos: con un escándalo de corrupción. En los últimos meses, Petrobras quedó sumergido en la mayor investigación por sobornos en la historia de Brasil. Los fiscales creen que durante gran parte de la última década, los ejecutivos de la petrolera conspiraron con las firmas constructoras más grandes del país para inflar los contratos de Petrobras, quedándose con miles de millones de dólares para solventar sus vidas lujosas, pagar coimas y canalizar dinero hacia políticos, mayormente del partido gobernante, el de los Trabajadores.
Si bien Graças Foster no está acusada de haber participado de esos hechos, esta mujer de 62 años repetidas veces ofreció su renuncia a la presidenta Dilma Rousseff. “La presidente piensa que debería quedarme”, dijo a los periodistas en diciembre. La realidad, sostienen los analistas, es que ningún ejecutivo en su sano juicio estaría dispuesto a asumir la conducción de la compañía en su actual estado de incertidumbre.
Además de enfrentar una investigación de la Securities and Exchange Commision en Estados Unidos, Petrobras sigue sin poder acceder a los mercados de capitales y corre el riesgo de caer en default técnico después de que sus auditores de PwC se negaron a aprobar sus cuentas en noviembre.
El escándalo –conocido como “Operación Lava Autos” porque las estaciones de servicio supuestamente se usaban para lavar parte del dinero– no sólo es un lamentable giro de los acontecimientos para Graças Foster sino también para Petrobras y Brasil mismo. Después de ganarse el respeto por su destreza tecnológica y de convertirse en la envidia de la industria global en 2007, por sus descubrimientos de petróleo offshore más grandes de las últimas décadas, Petrobras pronto podría verse obligado a recurrir a un rescate del gobierno. En forma similar, después de sorprender a los inversores con un crecimiento de 7,5% en 2010, Brasil otra vez es objeto de burlas en los mercados internacionales, mientras el escándalo de corrupción amenaza con profundizar la recesión que se espera para este año.
Graças Foster, con su figura altísima y algo delgada, nunca se hizo ilusiones sobre los desafíos que enfrentaba cuando asumió como CEO en febrero de 2012. Ya en aquel entonces Nueva York y San Pablo aseguraban que Petrobras estaba en problemas. Los subsidios al combustible que ayudaban al gobierno a combatir la inflación estaban costándole a la compañía miles de millones de dólares y Graças Foster podía hacer poco para cambiar una práctica que enfurecía a los inversores minoristas privados. Ella y Rousseff son amigas desde los días en que la presidenta era funcionaria de Energía en los noventa.
Algunos sostienen que el peso sobre Graças Foster era, de hecho, el conocimiento de un vasto escándalo de corrupción que todavía tenía que salir a la luz. Venina Velosa da Fonseca, ex gerente de Petrobras, dijo el mes pasado en una entrevista que en 2008 advirtió a varios directores sobre los contratos inflados, incluyendo a Graças Foster que en ese momento dirigía la división de gas y energía. Los cuentos de algunos informantes –junto con los rumores de amenazas de muerte y dinero escondido en el fondo de piscinas– cautivan a los brasileños, que siguen el escándalo como si fuera una telenovela y provocan tanto desesperanza como fascinación. Pero en dos semanas, muchos finalmente tendrán la oportunidad de ventilar su frustración de manera bien brasileña: disfrazándose para el Carnaval. Se venderán máscaras con la cara de Graças Foster.
Más que nadie, la CEO es conciente del sufrimiento de los más pobres y que su capacidad para aceptar decepciones constantes tiene límites. Hubo manifestaciones pidiendo el juicio político de Rousseff por el escándalo, una propuesta que está ganando cierta simpatía en el cada vez más disconforme Congreso brasileño. Rousseff, que presidía Petrobras cuando se produjo gran parte de los presuntos hechos de corrupción, negó cualquier participación en los mismos.
Si los manifestantes se salen con la suya, las dos primeras damas de Brasil podrían quedarse sin empleo.
EL CRONISTA