En la selección, Messi también superó a Batistuta

En la selección, Messi también superó a Batistuta

Por Cristian Grosso
No es tarea de todos los días tallar una nueva muesca en la historia. Sin embargo, para Lionel Messi las plusmarcas se volvieron su especialidad durante 2014. “Cambiaría todos los récords por ganar un Mundial. Por hacer feliz a la gente de mi país”, contaba en ?Messi, el Patriota’, el libro sobre su vida en la selección que LA NACION editó antes de la Copa en suelo brasileño. El puñal sigue clavado. Mientras Leo graba su apellido rumbo a la leyenda, él no mira por el espejo retrovisor lo que va alcanzando. Menos si se trata de marcas personales, a las que sólo les dedica indiferencia. Pero ahí están, pilares de una trayectoria que desafía
El Huracán Messi viene soplando. Ya era el jugador argentino más joven en convertir en una Copa del Mundo. También el máximo anotador como capitán del seleccionado. Ahora, en 2014, alcanzó un peldaño único: es el futbolista que más goles oficiales marcó en toda la historia de las selecciones nacionales. Contabilizando Sudamericanos y Mundiales juveniles de todas las categorías, Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copas del Mundo de mayores, Copas América, Copa de las Confederaciones y amistosos clase A… es el más voraz, letal e implacable de todos los tiempos. Y lo logró este año tan singular, atravesado por el Mundial de Brasil, una herida que vaya a saber si algún día cicatrizará.
Los dos festejos en el amistoso ante Hong Kong, en octubre pasado, le permitieron asumir el reinado con exclusividad. Ese día desplazó a Gabriel Batistuta, nada menos, que todos sus goles los encadenó en la selección mayor, porque Batigol no tuvo participaciones oficiales en juveniles, ni siquiera en algún Sub 23. Definitivamente atrás quedaron glorias de ayer, como Kempes, Sanfilippo, Masantonio, Luque, Passarella… O de no hace tanto, como Crespo. Y actuales, como Riquelme, Tevez, Agüero, Higuaín o Saviola. Y Maradona, sí, también Maradona.
La Pulga atesora 45 festejos en la selección mayor; otros 5 en el Sudamericano Sub 20 que se disputó en Colombia, en 2005; ese mismo año se presentó ante el planeta en el Mundial de la categoría, en Holanda, que conquistó con 6 tantos más y, además, aportó otros dos para ganar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Total, 58. Nadie podría apostar hasta dónde llegará.
Messi, nacido para superar barreras que parecían infranqueables, impuso un nuevo registro en la Liga de Campeones cuando quebró la marca de 71 conquistas que atesoraba Raúl. Entonces, sin agitar su vanidad siempre en fuga, se corrió del eje y sólo habló de la trascendencia de aquella victoria ante Ajax. Y cuando no le quedó alternativa y debió referirse al récord por la insistencia periodística, volvió a reducir la conquista: “Son los más lindos y recordados”, memorizó, para quedarse con los que señaló en las finales de la Champions en 2009 y 2011. Y no abundó en más detalles que elevasen su protagonismo.
Ese mismo día, paradojas algo morbosas del fútbol actual, a Cristiano Ronaldo le entregaron el Botín de Oro como máximo goleador de Europa. ¿Qué declaró? “En mi cabeza quiero ser el mejor y voy a llegar. Estoy haciendo mi historia paso a paso. Cuando termine mi carrera quiero ver si estoy entre los mejores de siempre…, que seguro que voy a estar”. No puede haber dos personas más diferentes afuera de una cancha de fútbol. CR7 entiende la vida como si las luces del escenario brillasen únicamente para él. Si Messi no juega, vive callado en la sombra. Messi es la ausencia de pretensión. Ronaldo despliega su condición de divo, es una marquesina que titila a toda hora. Ronaldo odia la indiferencia; Messi intenta escaparse cabizbajo.
Cuando Leo marcó tres goles en la victoria por 5-1 de Barcelona sobre Sevilla y desplazó a Telmo Zarra para convertirse en el máximo anotador de la historia de la Liga española, otra vez eligió evitar los focos. Simplemente eligió darle las gracias a todas las personas que lo ayudaron en su carrera y en su cuenta en Facebook subió el video de su primer tanto en la Liga, a Albacete. “Cuando marqué este gol no imaginaba en superar ningún récord y menos aún al gran Telmo Zarra. Hoy lo pude cumplir gracias al apoyo de muchísimas personas que me han ayudado durante estos años. El récord es para todos ellos, gracias por haber estado siempre conmigo. También para quienes me apoyaron y ya no están con nosotros. Les sigo teniendo muy presentes. ¡Gracias a todos!”, publicó la Pulga. Nunca se regala una caricia complaciente. Jamás.
Messi transita tan lejos de las marcas y los récords que no tiene ni idea de que se trata del futbolista que, enfundado en alguna camiseta celeste y blanca, ya ha festejado más goles que nadie en la historia. No lo impulsan los registros personales, sólo llegan por la propulsión de su incomparable talento. Este año se despide sin títulos y eso sí le duele.
“Los récords los dejo para los especialistas que se dedican a las estadísticas. Yo sólo juego y nada más. No estoy obsesionado por batir marcas. Lo que quiero es ganar títulos, tanto en mi club como en la selección”, escribía de puño y letra en ?Messi, el Patriota’. Y hay que creerle. Nunca va a izar un éxito individual. Leo transmite una extraña inocencia, como si no acabara de entender por qué a su paso despierta una revolución. Es increíble el nivel de celebridad que ha alcanzado sin confundirse. Pulveriza marcas, reescribe los récords, atropella a la historia. Leo arrasa, pero no mide lo que consigue. Como algo inconsciente de quién es.
LA NACION