31 Jan Acción vs. descanso: el dilema de las vacaciones
Por Sebastián A. Ríos
“Si no terminás necesitando vacaciones después de tus vacaciones, no fueron buenas”, escribió Alejo en su cuenta de Twitter @2000Pan para dejar en claro su posición: las vacaciones son acción y no algo para relajarse. Es que si bien entre la carpa y el all inclusive hay un mundo de distancia y de opciones intermedias, lo cierto es que, para algunos, “vacaciones” es sinónimo de relax y contemplación, mientras que para otros esa misma palabra representa cualquier cosa que abra una puerta hacia un cansancio obtenido en el polo opuesto a la rutina del resto del año. “Más de tres días en una playa, no aguanto: soy una persona que necesita actividad y estar conectada con la naturaleza. Además, el tema de las muchedumbres no lo soporto”, cuenta Silvia Albassini, docente de 47 años, que en pocos días partirá mochila al hombro con rumbo a Bariloche, desde donde emprenderá unas 5 a 6 jornadas de trekking que la llevarán hasta Puerto Varas, en Chile.
Silvia se descubrió cómoda y feliz en esta forma de vacacionar de forma un tanto casual. “Empecé de grande -cuenta-. Pasé siempre mis vacaciones de playa común en Villa Gesell. De chica me entusiasmaba la idea de irme de vacaciones en carpa, pero a mi familia no. Con la crisis de 2001-2002 sentí que por cuestiones personales necesitaba desconectarme y me fui en carpa al Cañón del Atuel, en Mendoza, y me gustó. De ahí en más arranqué con viajes con trekking, escaladas y caminatas incluso más duras.”
De ahí en más, para Silvia vacaciones es sinónimo de “hacer trecking en la montaña, en lugares inhóspitos, en silencio, con pajaritos que dan vueltas alrededor y un arroyito para pasar por al lado. No me importa si hace calor, si no hay baño ni duchas, si no hay cama ni colchón… Lo único que me importa es estar en el medio de la naturaleza, algo que además me lo tomo como un desafío personal”.
Un contacto real con la naturaleza, coincide Diego Bubillo, y destaca de su idea de vacaciones también la posibilidad de alejarse de los circuitos de turismo masivo y la libertad de movimiento. “Esta modalidad de camping viene de cuando vacacionaba con mis viejos -dice, de 36 años, consultor-. Cuando conocí a quien ahora es mi mujer, ella se acopló a esta modalidad; antes, ella siempre iba a hoteles. Hicimos muchas vacaciones juntos, pero la primera fue la más traumática para ella, porque caímos en un campamento en el Parque Nacional Lanín sin electricidad, sin señal de celular, con unos baños muy rústicos y sólo una hora de agua tibia por día, como para bañarse. Pasamos la noche bajo la promesa de irnos al día siguiente, pero pusimos la carpa a dos metros de un lago y al otro día nos despertamos con un paisaje espectacular, con conejos, patos y pájaros por todos lados y le encantó. Así que terminamos quedándonos tres o cuatro días ahí”, recuerda Diego.
Ponerles un poco de acción a las vacaciones no es algo que sólo disfruten los grandes y de camping. “De vacaciones con los padres, a los chicos les gusta cualquier cosa”, asegura Verónica Cheja, de 43 años, fundadora de Urban Grupo de Comunicación, que el año pasado partió en familia con destino a Nazca y Machu Picchu, Perú. “Hacía mucho tiempo que tenía ganas de conocerlo y me parecía interesante que mis hijos pudieran compartir esa experiencia con mi marido y conmigo”, dice Verónica, que compartió el viaje con sus tres hijos que por aquel entonces tenían 5 (los mellizos) y 11 años.
“Lo importante de las vacaciones es vivir cosas distintas a lo cotidiano”, dice y admite que, si bien puede desconectarse tanto en un plan de vacaciones de descanso como en otro más activo, “en plan de descanso me lleva más días desconectarme. Por eso trato de buscar un mix. Unas vacaciones que sólo tienen playa no me satisfacen del todo, necesito mezclar la playa con otras actividade”. Para este verano, planea recorrer en familia la ruta que une San Francisco con San Diego, en Estados Unidos, parte en auto, parte en motorhome.
En el otro extremo del ring, se encuentran los que hallan en un all inclusive el modelo perfecto y más acabado de las vacaciones. “Elegir un all inclusive es tener todo resuelto, llegar a un destino increíble y no pensar en nada más. Playas increíbles, comidas deliciosas y bebidas a toda hora, diversión y entretenimiento garantizado”, afirma Tiago Varalli, director general de Club Med Argentina.
Quienes optan por un all inclusive lo hacen en busca de descanso y de relax, lo que no necesariamente implica pasar el 100% de las vacaciones recostado de cara al sol. Las actividades son múltiples, pero para participar de ellas el único esfuerzo requerido es ver las opciones disponibles y elegir: “Tenemos opciones de entretenimiento para todas las edades: clases de deportes exclusivas, como tenis, circo, trapecio volador, ski acuático, wakeboard, stand up paddle, snorkel, entre otras”, enumera Tiago, que agrega que las posibilidades incluso abarcan fiestas en la playa, bar nocturno y disco.
“Los gentiles «organizadores» hacen que tu estadía sea superplacentera. Siempre con alegría, y buena onda, te hacen sentir como que encontraste tu lugar en el mundo para relajarte, disfrutar y vivir feliz”, asegura Analía Mayo, empresaria de 45 años, fanática de Club Med, que señala un aspecto fundamental de vacacionar en un all inclusive: “Saber que no tenés que llevar tu billetera para pagar cada comida, trago, café o lo que desees es genial. En un all inclusive te sentís definitivamente relajado”.
Unos buscan relax; otros, aventura. Claro que el debate surge cuando representantes de estos dos espíritus a veces bastante disímiles deben ponerse de acuerdo para planificar las vacaciones en familia. “Si bien a mi mujer le gusta el tipo de vacaciones que a mí me gusta y me acompaña en trekking de montañas [hace dos años, por ejemplo, hicimos 30 kilómetros en un día en El Chaltén, que incluyó caminar por un glaciar, hacer escalada en hielo y pasar un río con una tirolesa], a ella le gusta más la playa y descansar -cuenta Diego Bubillo-. Por eso, muchas veces hacemos vacaciones combinadas: una semana de montaña y otra de playa, para reponernos del trajín de la montaña.”
Con chicos pequeños, a veces las elecciones suelen inclinarse por un entorno más tranquilo y controlado. “Este año va a ser muy especial, porque tenemos una hija de un año y medio, con lo cual vamos a ir una semana a un complejo en la costa, con todas las comodidades que una nena de su edad requiere -cuenta Diego-. Después, yo parto solo a Catamarca, a una zona conocida como «los seismiles» porque hay varias montañas de más de 6000 metros de altura. Ahí voy a meter la carpita en medio de los Andes, como a mí me gusta. No es un hotel 5 estrellas, pero yo digo que es un hotel 5 millones de estrellas, porque el cielo a esa altura es increíble, parece que uno podría tocar las estrellas con sólo estirar la mano.” Al final, la combinación de “acción” y “relax” en un año parece la fórmula perfecta.
LA NACION