Novela negra: las nuevas formas del policial conquistan a los lectores

Novela negra: las nuevas formas del policial conquistan a los lectores

Por Laura Ventura
El crimen existe desde que el hombre puebla la Tierra. Relatos de sangre impregnan los mitos, como el de Edipo, aparecen en la Biblia, e incluso adquieren un carácter sagrado con los sacrificios a los dioses de distintas civilizaciones. Hoy, en pleno siglo XXI, no importa el arma con la cual se perpetúe ni el escenario donde se lo ubique, el asesinato otorga, paradójicamente, vitalidad a una expresión conocida como “novela negra”, la evolución del policial clásico.
Lectores ávidos por develar misterios son los culpables de esta tendencia. Muchos autores señalan que el espacio que antes ocupaban las ficciones históricas en las librerías es coronado en el presente por narraciones de detectives, no con lupa y pipa, sino de camaleones tras las pistas de un caso.
Además de un festival propio, el Buenos Aires Negra (BAN!), hay colecciones dedicadas de modo exclusivo a esta temática y proliferan los autores que bucean en estos mundos. Dejan su huella fenómenos editoriales, como el de Stieg Larsson o Henning Mankell, catapultados por las adaptaciones que el cine y la TV hicieron de sus novelas, o el reciente caso de Nic Pizzolatto, la mente tras el suceso de True Detective, la serie de HBO.
El crimen existe desde que el hombre puebla la Tierra. Relatos de sangre impregnan los mitos, como el de Edipo, y aparecen en la Biblia. Hoy, en pleno siglo XXI, no importa el arma con la cual se perpetúe ni el escenario donde se lo ubique, el asesinato otorga, paradójicamente, oxígeno y vitalidad a una expresión conocida como “novela negra”, la evolución del policial clásico. Lectores ávidos por develar misterios son los culpables de esta tendencia. Muchos autores señalan que el espacio que antes ocupaban las ficciones históricas en las librerías es coronado en el presente por narraciones de detectives, no de aquellos con lupa y pipa, sino de camaleones tras las pistas de un caso. Además de un festival propio, el Buenos Aires Negra (BAN!), hay colecciones dedicadas de modo exclusivo a esta temática, y proliferan los autores que bucean en estos mundos.
Dejan su huella nombres internacionales, verdaderos fenómenos editoriales, como el de Stieg Larsson o Henning Mankell, o el reciente caso de Nic Pizzolatto, la mente tras el suceso de True Detective, adaptada para la serie de HBO. También está el griego Petros Márkaris, con Kostas Jaritos, y el irlandés John Connolly, con la serie de Charlie Parker.
La Argentina tiene sus referentes calificados y premiados en el exterior. Álvaro Abós, que publicó este año La búsqueda del tesoro (Nuevo Extremo), explica: “El policial ha ganado todas las guerras. Ha salido incluso de los bordes de su género. En una misma colección conviven novelas disímiles, tan diferentes, algunas son poéticas, otras costumbristas, están las de mundos extraños y fantásticos, otras políticas”. Clasificar en géneros es cometer, muchas veces, una masacre, y también un debate sin solución, con muchas víctimas y sin sentencia justa. Sin embargo, es necesaria una aclaración. Algunos autores dan por sinónimo, por categoría equivalente, al policial y a la novela negra, cuya tonalidad cromática proviene de la revista más famosa -y también económica, de pulpa de papel, de aquí el término pulp fiction- Black Mask, que publicaba estos relatos en los Estados Unidos de la década del veinte. Sin embargo, la tendencia noir o vulgarmente también denominada policial se refiere hoy a un tipo de relato distinto al del policial clásico, como el de Chesterton o Conan Doyle.
Solange Camauër acaba de regresar de Madrid, donde obtuvo el Premio de Novela Negra Getafe 2014, con Sabiduría elemental (Edaf). Se trata de un doble logro el de esta doctora en Filosofía, ya que es la primera vez que una mujer y un argentino merece el galardón. Camauër esgrime sus razones: “El lector sabe hacia dónde se dirige: el crimen va a ser resuelto. Se restituye el orden y aparece una especie de justicia simbólica al final, que alivia al lector inmerso en un mundo tan injusto. Claro, también tiene un aspecto evasivo, de entretenimiento, pero me parece que hay algo más que fascina y es la idea del suspenso. El relato no cae en el abismo. En una época dominada por el dataísmo, llena de datos que nos bombardean, la idea de trama y poder configurar esos datos de modo inteligente es casi una forma de resistencia”.

UN GÉNERO OMNÍVORO
Otro argentino premiado en el exterior es el chaqueño Mariano Quirós, con No llores, hombre duro, ganador a la mejor primera novela de género negro en la XXVII Semana Negra de Gijón. El joven autor analiza el fenómeno: “La novela policial tiene un cierto carácter omnívoro que le permite adueñarse de cualquier otro género. De un tiempo a esta parte todo (la escuela, el trabajo, la vida familiar, la romántica) tiene estructura de policial. Y aunque sea una especie de boom, está más que demostrado que el policial argentino, y, a veces el latinoamericano, se diferencian del resto al menos en eso, en la capacidad de camuflarse en poéticas o en formas narrativas que, en apariencia, no le son propias. Lo bueno del asunto es el talento de ciertos autores para hacer con él algo bien personal: literatura. Como decía Walsh, los autores de policiales debemos priorizar la primera de esas palabras y tener cuidado con la segunda. No sea que acabemos siendo meros vigilantes”.
Mañana se anuncia con bombos y platillos al ganador de un codiciado concurso. Martín Sancia Kawamichi, con Hotaru, obtuvo el primer puesto en el certamen Extremo Negro (Nuevo Extremo). Carlos Santos Sáez, director de la colección que lleva el nombre del premio, publicó desde 2012 a 22 autores argentinos y ya recibió más de 1000 novelas. En diciembre lanza una nueva convocatoria para un nuevo concurso y tiene previsto sumar seis libros nuevos en 2015.
Sancia, de 41 años, pertenece a una generación que no considera a la novela negra un género menor y destaca el ingrediente pasional de estos relatos: “Me gusta cómo mira al drama, en especial a la tragedia. Es la mirada fría del hecho dramático, siempre con la garantía de que te van a contar una historia. Hasta hace poco, parecía que si contabas algo estaba mal visto. A mí, como lector, me tranquiliza saber que hay una trama”.
Este género tiene su propio circuito en el país, sus lectores fieles e incluso un festival alusivo en el que los amantes se reúnen a compartir historias de sangre y excesos, y a conocer en persona a los autores intelectuales de los crímenes, en la ficción, claro está. En su segunda y última edición, en agosto asistieron 27.000 personas. Buenos Aires Negra (BAN!), cuyo subtítulo es Festival Internacional de la Novela Policial, el año próximo extenderá su mancha a Montevideo. Ernesto Mallo, escritor y además el director y organizador del BAN!, habla de un revival más de la novela negra. “La razón del interés del público hacia ella obedece a que el crimen es parte de la vida cotidiana. Surgen nuevas modalidades delictivas que la ficción detecta y que transmite con mayor rapidez que la no ficción y es preciso estar actualizado.”
“Para mí, la novela negra es como la universidad. Me formé leyendo autores populares que aparecían en revistas que se vendían en los quioscos. A muchos más formó y, en definitiva, la literatura argentina es policial desde su origen: El matadero y luego el magnicidio de Facundo”, dice Abós. Camauër prolonga esta metáfora académica y se refiere a la cantidad de saberes que en este género participan, otro rasgo que la hace tan atractiva a públicos y culturas heterogéneas: “Es una universidad con muchas facultades, porque se tocan temas de derecho, de ética, cuestiones de lógica. Todo el tiempo se juega una serie de saberes que son interesantes”.
¿Por qué seduce tanto el crimen? Para este enigma existe una respuesta simple y contundente, que aporta Abós. “Siempre es más atractivo el mal que el bien.”
LA NACION

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