02 Jun “Quisimos cambiar el mundo con la música”
Por Sergio Marchi
Habra que asumirlo: cualquiera se levanta y tropieza, o pisa pis de perro, o no encuentra las pantuflas. Santaolalla se levanta y adquiere una técnica milenaria de canto. Y el dato surge cuando se le pregunta por el estado de su voz, que todavía alcanza los tonos altos de “Mañanas campestres”, aquel éxito de’ Arco Iris de 1971, que significó su primer encuentro con la fama. Pasaron cuatro décadas, y Santaolalla contempla sin temor que le llegan los sesenta, y en el medio le acontecieron cosas dignas de un cuento de ciencia ficción, como que la voz le siga rindiendo como cuando tenía veinte y era el cantante pelilargo de Arco Iris. O como cuando lo invitaron a conocer a una persona muy importante, para alguien como él que podría definirse como “un ser espiritual”.
Sin “perder el hilo del relato, Gustavo sigue hablando a toda velocidad y se dirige a su habitación para buscar una foto que muestra con orgullo.
-Un día me llaman y me invitan a la India para conocer al Dalai Lama cuenta entusiasmado. Se los ve a los dos, no mirando a cámara, sino con unas sonrisas que parecen carcajadas, mientras chocan sus cabezas como si fueran parroquianos de un bar en las altas horas de una madrugada. Pero lo loco de este asunto no es tanto que el Dalai Lama haya querido conocerlo, porque al fin y al cabo Gustavo Santaolalla es una figura de relieve mundial al haberse ganado dos Oscar por su música para película en forma consecutiva (en 2005 y 2006, algo que solo pasó cuatro veces en ochenta años): lo curioso es que ese saludo de chocar cabezas era algo que hacía con su padre cuando era muy pequeño.
-Cuando me gané el segundo Osear, ahí me dije que “esto es algo que yo no manejo”. A lo largo de su historia, Gustavo Santaolalla ha tenido una carrera sorprendente con alguna dosis de muy buena suerte, pero también con un empeño, un esfuerzo, una determinación y una claridad que no son habituales. Aunque, si se lo piensa bien, la claridad es algo interior, porque para el afuera Gustavo Santaolalla significa cosas muy diferentes. Puede ser el rockero que con Arco Iris se animó a encarar una fusión con el folklore en los ’70; o aquel que emigró a los Estados Unidos alrededor de 1978 después de haber separado a su segunda banda, Soluna; el que se cortó el pelo y lanzó en 1981 su disco new-wave (llamado simplemente “Santaolalla”), que tomó de sorpresa al rock argentino; o el productor que logró milagros con grupos como Bersuit, Divididos, Café Tacuba, Juanes (sí, “La camisa negra” es una producción de Santaolalla); o el ganador de dos Oscars por las bandas sonoras de Brokeback mountain y Babel. Y como si eso fuera poco tiene una bodega en Mendoza, produce vinos y también una cerveza de marca Grosa y una premium: Regrosa. -Me pasó algo alucinante los otros días. Cuando salimos el año pasado con tres malbec, los mandamos a un concurso muy grosso en Canadá, uno de los cuatro más grandes del mundo, y nos ganamos tres medallas de oro: fuimos la única bodega argentina que lo hizo. Santaolalla tiene una frondosa historia que arrancó con Arco Iris a fines de los 60, en Ciudad Jardín. Con ellos vivió en una comunidad hippie liderada por la fallecida Dana (Dañáis Wynnyc-ka), una líder espiritual de origen ucraniano que les imponía rígidas reglas tanto para el orden del lugar que habitaban como para el comportamiento, prohibiendo las drogas, el sexo, la política y el alcohol. “Yo estaba en Arco Iris -cuenta-, pero yo tenía también mi vida y mi compromiso político sin que los demás supieran.
Así era: yo tenía mis ideas, mis conexiones con la política, y mi forma de buscar, pero en Arco Iris no podían saber nada. Yo me siento parte de esa generación que luchó por cambiar las cosas. Nosotros queríamos cambiar el mundo a través de la música, y hay otra gente que por ahí con una actitud menos narcisista que la nuestra, estaban determinados a cambiarlo. Y muchos pagaron con su vida. Entonces, yo me debo a esa gente, siento una deuda, son como hermanos míos”.
Pero Gustavo Santaolalla no es un hombre que viva de su pasado; a la pregunta sobre cual es su actividad del momento responde que “no alcanzaría el tiempo de la entrevista para contarla”. Y no es pedantería, sino una estricta verdad. Algunos de sus proyectos son: La banda de sonido de la película On the road, basada en la mítica biblia beatnick de Jack Kerouac. La promoción de un disco que produjo para una artista portuguesa llamada Cuca Roseta, en el que aborda el fado, “una música que me encanta y que por primera vez tuve la oportunidad de trabajar”. El lanzamiento de Reverle,, el nuevo disco de Luciano Supervielle, uno de los músicos que toca en el colectivo BajoFondo Tango Club. La producción de un CD y DVD de Bajofondo Tango Club en vivo. El trabajo con la cantante brasileña Marisa Monte. También comenzó a trabajar en la banda de sonido de una película sobre Evita. “Va a estar buenísima; la va a dirigir María Seoane y es en animación blanco y negro. Se basa en la vida de Evita según la mirada de Rodolfo Walsh y en dibujos de Solano López”.
Además, diseñó una composición para la entrada de la Casa Rosada. “Es para el Salón Azul. Va a haber una música flotante allí, que comienza con algo tipo Brian Eno y termina con algo de “De Ushuaia a La Quiaca’, que soy yo con una orquesta. No es una marcha partidaria ni dice ‘viva Cristina, ni nada así”.
La aclaración de Santaolalla no es casual. El anuncio de que el documental de Adrián Caetano sobre la vida de Néstor Kirchner llevará música de su autoría, levantó un poco de polvareda. “Voy a hacer lo de Néstor por varios motivos -explica, aclarándose la garganta-; primero, porque para mí fue una persona importantísima en la historia de nuestro país, lo que se podrá dimensionar con más tiempo. Una persona clave. No digo bueno o malo, sino clave. Por otro lado, me interesó mucho la gente que está involucrada en el proyecto desde Ricardo Forster hasta Adrián Caetano. Yo no soy ni kirchnerista ni peronista: yo soy artista. Pero ser artista no me impide tener memoria ni tampoco sentido común, que me permiten ver y valorar grandes cambios positivos para el país. Lo que me interesaba de esta propuesta era eso; no siento que exista una agenda proselitista ni partidaria, sino que más bien es una película que, esperemos, refleje la parte humana de Néstor Kirchner.
-¿Dónde te encontró la muerte de Néstor Kirchner?
-Yo estaba en Lisboa. Lo sentí mucho, porque además de encarnar una línea de pensamiento que yo compartí en su momento, tenía sesenta años, la edad que yo voy a cumplir ahora. Hay cosas que para mí son muy importantes como la memoria y la identidad. Yo apoyo a un Gobierno como este que está enfrentando a cosas como las que enfrenta sin tener que ponerme la camiseta kirchnerista, porque soy un artista. Hay cosas en las que estoy en desacuerdo, y gente dentro del Gobierno, donde hay tanta gente, que estoy seguro que algunos son incapaces y otros no deberían estar ahí.
-Llama la atención que después de tantos años y tantos logros, tu próxima presentación vaya a ser… en un fogón.
-¿Viste? (Se ríe). Sí, voy a estar en un fogón en el FIFBA (Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires, 8, 9 y 10 de abril, en el Paseo del Bosque en La Plata). Nunca estuve, pero me dijeron que es muy lindo el festival, con distintos espacios, y que hay un fogón para cien personas donde voy a estar tocando a la tarde. Y después a la noche hay un escenario grande donde van a estar Cristóbal Repetto, Orozco-Barrientos, y un tipo que adoro que es Elpidio Herrera. Y en ese escenario voy a tocar con un grupo de “bajofonderos” y voy a hacer un par de temas de canto colectivo como los que hacía con Leda Valladares, pero con Tomás Vázquez.
-Con tanta actividad: ¿cuándo vivís?
-Bueno, ahí tengo una guitarra (risas). Lo que siempre me termina de convencer es que las cosas están. No es que te estoy contando todo esto: los discos, las películas, los vinos están. Y yo estoy representado en todo eso. Aparte tengo una familia. Viajo siete meses del año. Sigo viviendo en la misma casa de Echo Park que vos conociste, manejo un Mini Cooper, no un BMW. Yo soy superíamiliero, y eso es lo que me mantiene anclado de alguna manera. En Los Angeles tengo rutinas como religiosas. Me levanto seis y media de la mañana para desayunar con mis hijos, y ceno con ellos todos los dias. Y si tengo que laburar después, lo hago. Después, de los siete meses que viajo, hay una porción que viajo solo, otra con Alejandra (Palacios, fotógrafo., y mujer de Gustavo), y otra con la familia.
-¿Y el cuerpo no se queja?
-Yo me siento muy bien. Hago gimnasia todos los dias en Los Angeles. Hago streching, hago boxing y hago gimnasia normal. Me gusta la buena vida, comer bien, pero me cuido, estoy tomando mi yogurcito descremado. Y también vivo la vida de rock and roll: alguna noche sigo de largo. Todo con moderación, aún la moderación. Si te pasas de lado no vivís.
EL GUARDIAN