Reflexión sobre la violencia de los gestos

Reflexión sobre la violencia de los gestos

Mejor película en los festivales de San Sebastián y La Habana, mejor dirección y guión en Mar del Plata, mejor actriz en Montreal y Torino. La lista de premios obtenidos es mucho más larga y podría llegar a abrumar al lector, pero marca a las claras el impacto que generó Pelo malo, excelente largometraje de la venezolana Mariana Rondón. Y no se trata sólo de un hit festivalero: en un hecho prácticamente inédito para un film de ese origen, se estrenó -y con mucho éxito- en los cines comerciales de casi todo el mundo. Por suerte, la Argentina no será esta vez la excepción, ya que pasado mañana llegará a un puñado de salas porteñas.
Pelo malo es notable por lo que es, pero también por lo que no es. Se trata de la historia de Marta (Samantha Castillo), una joven madre soltera (viuda en verdad) sin trabajo fijo (intenta recuperar su puesto de guardia de seguridad privada) que vive con un hijo de 9 años y un bebe en unos sórdidos monoblocs de Caracas. Tan protagonista como ella es Junior (notable trabajo de Samuel Lange), un niño que -en medio del desamparo y de la curiosidad de todo relato de iniciación- está obsesionado con alisarse su “pelo malo” (enrulado) e imitar a sus cantantes favoritos, mientras su mamá y su abuela se disputan la tenencia y se preocupan porque lo notan “amanerado”.
Contra lo que podría suponerse, Pelo malo evita todos los males del cine latinoamericano (pintoresquismo, patetismo, porno-miseria) para ofrecer un retrato duro, asfixiante y sin concesiones, sí, pero al mismo tiempo sensible, potente y siempre cuidado.

SOCIEDAD DIVIDIDA
“Es un film sobre los prejuicios, la intolerancia y sobre la búsqueda de la identidad”, según lo define Rondón, de 48 años, en diálogo con LA NACION, en medio de las múltiples actividades que realizó durante su reciente estadía en Buenos Aires. “Traté de ser equilibrada y rigurosa, pero en Venezuela la película generó una inmensa polémica.”
Vista por más de 240.000 personas en cinco meses de exhibición (una cifra notable para una película autoral en ese mercado), Pelo malo le generó a Rondón tantos halagos como problemas: “Cuando ganamos la Concha de Oro en San Sebastián, el diario El País salió con un título catástrofe contra Hugo Chávez y eso ya generó un clima muy hostil. El estreno también disparó lecturas encarnizadas y agresivas que negaban la homofobia, el machismo y la violencia que cuestiona el film y que son parte esencial de una sociedad venezolana que se ha creído eso de que es «la más alegre del planeta». En mi país no hay hábito de ver un cine cuestionador: se ven comedias pasatistas o costosas épicas producidas por el Estado que apuntan a una relectura de la historia.”
“En una sociedad tan tensionada, tan polarizada y tan degradada como la venezolana, donde la división política ha terminado con familias fracturadas, parejas divorciadas y amistades perdidas, la violencia doméstica está completamente naturalizada y, en ese sentido, Pelo malo es una película sobre la violencia de los gestos, de la mirada, sobre una madre que no puede contener a su hijo y lo reprime, mientras ella misma se va despojando de toda sensualidad para convertirse en una suerte de policía, y el chico va abandonando su esencia y ve cómo crecen la hostilidad y el enfrentamiento entre la mamá y la abuela”, explica la talentosa directora de Postales de Leningrado y también reconocida artista plástica y figura del arte electrónico.
En las antípodas estéticas y temáticas de 7 cajas, el thriller paraguayo que es furor en la taquilla porteña, pero con el mismo nivel sobresaliente de realización y de inteligencia en su propuesta, Pelo malo no debería pasar inadvertida por la cartelera local.
LA NACION