Un viaje hacia la naturaleza y el amor a través de la maternidad

Un viaje hacia la naturaleza y el amor a través de la maternidad

Por Ivana Romero
El de Daniela Kantor fue un viaje doble. Porque mientras nacía su hijo en una casa de playa en Reta, al sur bonaerense, también se iniciaba para ella un itinerario con su familia que la llevaría a recorrer el país buscando un pedazo de tierra para instalarse. Lo que une ambas vivencias es una indagación sobre la naturaleza, el amor y la maternidad al margen de todo mito.
Así, Mujer primeriza –editada por Burlesque– es una novela gráfica y al mismo tiempo se convierte en un diario íntimo cuya honestidad lo transforma en relato universal. “Durante mucho tiempo, éramos sólo mi hijo, mi marido y yo. Así que más allá de las mujeres que iba encontrando en el camino, muchas de ellas, muy sabias, no tenía con quién hablar. Entonces empecé a dibujar y escribir en un cuadernito Rivadavia, como si estuviese charlando con alguien”, cuenta Daniela por teléfono, mientras su hijo (nacido en 2007) está a punto de entrar a su acto de fin de curso. Y agrega que la historia que quería contar estuvo lista en 2012 y que por eso, Mujer primeriza se publica recién ahora.
Daniela nació en 1970, hija de padres científicos (madre bioquímica, padre ingeniero en acústica) y nieta de una abuela que la alentaba a dibujar. Finalmente se recibió de diseñadora gráfica. También integra el equipo de la cátedra de Ilustración de Daniel Roldán, en la carrera de Diseño gráfico (UBA). De manera paralela, estudió dibujo con Carlos Nine y color con Carlos Gorriarena. “Además de hacer historietas, me dedico a la pintura. En la selva, por ejemplo, lo que más hice fue pintar. Ahí no hay horizontes, es un color a través de otro color. Lo contrario es el mar, con ese horizonte infinito y una suerte de espiritualidad que le viene de los desiertos, de los médanos”, observa esta artista visual, que aclara, nunca hasta entonces había sido amante de lo agreste. “Yo era una chica criada en un departamento de Las Flores. Pero la naturaleza te pone de cara a cosas y situaciones que acá, en medio de una ciudad, no podés vivir”, asegura.
Mujer primeriza comienza con el parto de Daniela en su casa. Lejos de dibujitos sutiles, las primeras viñetas la muestran desnuda, abierta de piernas, sostenida por su pareja y por la partera, en medio de sangrados y temblores. “Yo no sabía lo que era ser madre y simplemente necesitaba ir contando lo que me pasaba. La historieta es un medio de expresión rápido, económico, de corazón caliente, porque estás escribiendo y dibujando casi en paralelo con la acción misma”, comenta Kantor, que se declara seguidora de otras chicas con su mismo oficio. Por ejemplo, la francesa Claire Bretécher, Marcela Trujillo, Power Paola, y Cristina y Patricia Breccia.
Tras intentar instalarse sin suerte en el norte argentino, la pareja de Mujer primeriza siguió su viaje por Iguazú y compró un terreno en la selva misionera. En el medio, Daniela fue aprendiendo a ser madre. “Yo no quería seguir ese modelo de maternidad con miles de obligaciones laborales. Así que encontré en el camino mujeres muy inteligentes, con gran capacidad para amar y criar a sus hijos en un entorno distinto, más cerca de la naturaleza; algo que plantea desafíos distintos a un entorno urbano”, cuenta. En ese tránsito, su diario fue una manera de charlar con ella misma.
Luego sobrevino la separación. Tras un tiempo brumoso se reencontró con ella misma, dice. Y su maternidad le planteó nuevos desafíos. De hecho, en uno de los cuadritos finales se dibuja a sí misma como Wonder Woman con la leyenda “Perderse también es camino”. “Hay que tener combustible para la transformación. A través de las crisis, de estar en el momento sin querer huir se produce en el interior del cuerpo una fuerza especial, se revitaliza la mente y el espíritu. De ahí surge esa Wonder Woman cotidiana que dibujé”, se entusiasma.
Además de su conexión con la naturaleza como una suerte de madre sagrada, también privilegia en su novela gráfica la conexión con otras mujeres. “Es que seguimos luchando con armas masculinas para salir adelante en este mundo. No nos escuchamos, a veces hasta somos crueles minas con minas. ¿Por qué no ser solidarias? ¿Por qué no compartir nuestras profundidades? Por miedo a ser mujeres nuevas”, sostiene. “Ahora intento absorber la naturaleza desde mi patio con fondito selvático. Lo mismo para mi hijo, que se divierte con sus amigos juntando babosas para hacerlas correr carreras, viendo cómo se transforman las orugas, mirando arañas y bichos bolita.” En ese pequeño universo, Daniela encuentra material suficiente para seguir creando sus libros para chicos y también, un próximo cómic sobre Santa Teresa de Ávila.
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