21 Dec “Para sobrevivir en esta jungla hay que matar al niño que fuimos”
Por Analía Rivas
Por pura suposición, sin escarbar en la verdadera historia, una imagen de un niño pequeño sentado ante la inmensidad del mar podría ser una postal que ilustra esperanza. Pero no, el retrato de Luis Eduardo Aute que da título a su más reciente trabajo discográfico alberga uno de los momentos más dolorosos de su vida.
“A raíz de un viaje con mi familia a La Habana, estábamos paseándonos por El Malecón y nos hicimos unas fotos de rigor”, comienza a relatar Aute sobre la azarosa fotografía que lo ubicó a los 69 años en la misma perspectiva en la que estuvo 47 años antes. “Comenzamos a hacernos fotos de rigor. Y en una de esas imágenes, mi hija me tomó una sentado mirando el mar, pero exactamente desde la misma perspectiva tengo otra foto que me hizo mi padre en Manila, sentado también en El Malecón, pero cuando yo tenía dos años.”
Luis Eduardo Aute nació en septiembre de 1943 en Manila. La imagen eternizada de su niñez más fresca fue tomada en 1945, recién terminada la Segunda Guerra Mundial. “Manila, según dicen, fue la ciudad más bombardeada por las fuerzas aéreas de Estados Unidos. Mi casa desapareció. No quedó ninguna piedra sobre piedra. Lo único que había que hacer era pasearse por El Malecón”, o sea que detrás de ese niño hay una ciudad bombardeada.
“Al ver la toma que hizo mi hija, recordé la de niño. Al volver a mi casa le mostré esa foto y sin decirme nada entre ella y su hermano hicieron un montaje de las dos fotos. Y fue el regalo de mi cumpleaños 69.”
–¿Qué provocó esa imagen de tus dos yo?
–Cuando abrí el sobre, vi la fotografía, sentí un escalofrío. Esa imagen sentado de uno mismo, niño y adulto me pareció muy provocadora. Y a partir de ahí escribí la canción que le dio título al disco. Hay un par de canciones más en el álbum en relación a esa fotografía. También desarrollé una película de dibujos.
–Es un cortometraje de 20 minutos que está incluido en el DVD. ¿Qué cuenta esa película?
–Es una fábula, una reflexión sobre ese encuentro absolutamente imposible. Me hice una serie de preguntas que motivaron las canciones y la película. ¿Hemos pensado cuando éramos niños que pasaría si tuviéramos la posibilidad de encontrarnos con todo eso que fuimos? ¿Qué quedaría de ese niño en nosotros? ¿Con qué ojos nos vería ese niño ya como adulto?
Además del impacto del encuentro imposible entre Aute adulto y Aute niño, en el CD El niño que miraba el mar hay un homenaje al poeta Vicente Aleixandre, y este trabajo marca el cierre de una trilogía que comenzó con los dos discos anteriores de Aute: A día de hoy e Intemperie. “La trilogía podría llamarse ‘Canciones de Amor y Destrucción’, relacionando un poema de Alexaindre con estos tiempos destructivos que estamos viviendo, tanto personales como situaciones políticas. Tiempos muy convulsos, contradictorios, llenos de ausencia, de carencia de perspectiva ante futuros cada vez menos visibles.
–¿Hay en el disco algo que remita solo al amor y algo solo a la destrucción, o no están separados?
–Estos temas son un homenaje al amor y a la destrucción. Admiro mucho a Alexaindre, y alguna influencia le he robado. Estamos viviendo años de final de una era, del final de un sistema que está prolongándose, dando unos coletazos muy trágicos. Es un sistema que ya no da más de sí. Está absolutamente sometido a poderes financieros más allá de la economía. Sin ninguna perspectiva de futuro. Como verás, soy muy optimista, ¿no? (se ríe)
–¿Te mantienes así de pesimista, incluso ante nuevos líderes como Pablo Iglesias y todo el movimiento del Podemos?
–Políticamente es la única esperanza que cabe. Es una nueva propuesta con gente distinta y nueva que entiende la política de una manera imprescindible para la convivencia. Muy lejos del Estado corrupto en el que se ha convertido la política. No solamente en España; la corrupción es moneda corriente en cualquier territorio. Podemos es una esperanza; es gente que viene con otras maneras. Y creo que pueden hacer que cambie el rumbo de la historia en España.
–En el corto, el Aute adulto se va transformando en un basilisco, la criatura de la mitología griega que mata con la mirada. ¿Qué ilustra esa transformación, el niño que sufrió la guerra?
–El basilisco puede ser la guerra, o el monstruo que anida en nuestro interior. Es el mal, es lo perverso, es el Mr. Hyde que todos llevamos dentro. Puedes elegir cualquier lectura.
–¿Tenés nietos, Luis?
–No. Insisto pero no hay manera.
–¿Cómo le contarías tu niñez a tus nietos?
–¿Contarle mi niñez a mi nieto? ¡No, por favor! No querría tan mal a mis nietos para contarle esos desastres. Cualquier otra cosa menos contarle mi niñez.
–¿Y acerca de tu vida?
–Que mi vida son accidentes constantes, en ningún momento pensé en escribir canciones, grabar y mucho menos dar conciertos.
–¿Cuál es la moraleja del cuento que escribiste a partir de esa foto?
–Para sobrevivir en esta jungla hay que matar al niño que fuimos. Después hay que matar al padre para ser individuo responsable, es decir que para sobrevivir no hacemos más que matar constantemente. Es una paradoja curiosa.
–¿Matar constantemente?
–Para sobrevivir en estos tiempos monstruosos hay que convertirse en monstruo. Para salir ileso de esta selva, evidentemente hay que matar al niño. No se puede ser adulto con la mirada de un niño. Para desarrollar al adulto hay que matar al padre. La supervivencia es un rosario de crímenes. Para que haya supervivencia hay que eliminar lo que fuimos.
TIEMPO ARGENTINO