La enigmática San Petersburgo

La enigmática San Petersburgo

Por Liz Valotta
Para los amantes de conocer nuevos destinos, hay pocas cosas tan atractivas para elegir un país o una ciudad determinada como su riqueza histórica. En eso, San Petersburgo es millonaria. Fue fundada por el zar Pedro I “El Grande”, el 16 de mayo de 1703, con la intención de convertirla en la ventana de Rusia hacia el mundo occidental. A partir de entonces, fue la capital del Imperio Ruso durante más de 200 años.
Con el estallido de la Revolución Rusa de 1917, la ciudad se convirtió en el centro de la rebelión bolchevique y en marzo de 1918 la capital fue trasladada a Moscú. Si bien en enero de 1924, tras la creación de la Unión Soviética y el fallecimiento del líder revolucionario Vladimir Lenin, la ciudad cambió su nombre a Leningrado; luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial fue renombrada San Petersburgo y se convirtió en un importante centro económico y político de la Rusia moderna.
Hoy, esta gran metrópoli es un destino muy visitado por turistas de todo el mundo, ya que su centro histórico fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y cuenta con monumentos, museos y palacios de gran valor arquitectónico. Un posible recorrido por esta ciudad podría comenzar por las residencias de los zares en las afueras de San Petersburgo. A sólo 30 kilómetros se encuentra Petergoff, un impresionante complejo de palacios y parques de los zares conocido como “el Versalles ruso”. Los jardines que rodean al Gran Palacio, construido en los tiempos de Pedro I, están poblados de fuentes y estatuas doradas de estilo barroco. Cerca de allí, más precisamente en la ciudad de Pushkin, se alza el Palacio de Catalina -la residencia veraniega de los zares- y el Palacio Alexandrovsky, donde vivió la familia del último zar, Nicolás II.
Ya en el centro histórico de la ciudad, entre los monumentos históricos y edificios ineludibles durante un viaje, está el Palacio de Invierno, principal residencia de los zares que hoy es parte del Museo Hermitage, y la inmensa Plaza del Palacio. Cerca de allí, la famosa Strelka (flecha) de la isla Vasilievski es uno de los conjuntos arquitectónicos más atractivos de la ciudad, que se integra a la perfección con el paisaje de la orilla del río Nevá. Desde allí, se pueden apreciar las mejores vistas hacia otro de los puntos clave en este recorrido: el malecón del Nevá. Es un lugar típico donde los recién casados cumplen con la tradición de romper las copas de champagne y hacer fotos artísticas.
También a orillas del río se encuentra la Plaza del Senado, con la famosa estatua de Pedro I junto a la Catedral de San Isaac, que con su altura de 101 metros es la más grande de la ciudad. Pero si de iglesias se trata, tampoco se puede dejar de visitar la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, construida en el lugar del asesinato del zar ruso Alejandro II y decorada por los ceramistas más famosos de la historia del país.
Para pasear al aire libre, uno de los mejores lugares es el Jardín de Verano, con sus estatuas italianas, y el Barrio de Dostoevsky, una zona antigua de la ciudad donde se destacan antiguos edificios del siglo XIX, canales románticos, iglesias impresionantes -como la de San Nicolás- y la bellísima Plaza Sennaya. Por último, no se puede abandonar San Petersburgo sin viajar en su elegante metro, que es el más profundo del mundo, y sin haber ido, al menos una noche, a ver una ópera o un ballet en alguno de los teatros de la ciudad.
La histórica ciudad rusa es el destino perfecto para los viajeros ávidos por conocer sobre una nueva cultura, su rica historia, y sus costumbres centenarias.